Alternativas en la gestión de inversiones
Tras el final de la guerra de Irak, una generalización de lo que podríamos definir como cierta alegría inversora pareció respaldar un flujo mayoritario de compras que se tradujeron en la recuperación de la práctica totalidad de los mercados bursátiles. Por su parte, el entorno económico no tomó el relevo en el mantenimiento de esa alegría, por lo que, más temprano que tarde, la reducción de la prima de riesgo tocó a su fin y se frenó la potencial recuperación. A la espera de un flujo de indicadores positivos, los mercados no parecen dispuestos a continuar acumulando ganancias.
En este contexto, no parece que la renta fija sea el mejor sustitutito. A unos niveles de tipos históricamente bajos a consecuencia de dicha atonía y con unas moderadas previsiones de inflación, aparece el riesgo de una caída notable que sólo podría aportar alguna rentabilidad reseñable si se deteriora aún más la situación económica.
Así pues, habrá que buscar fuentes de valor añadido en la gestión de las carteras de inversión y en el asesoramiento que se presta a los clientes particulares. Para ello, lo mejor es no descartar ninguna posibilidad e intentar añadir puntos de rentabilidad en la gestión.
Según la mayoría de análisis, la composición estratégica de activos básicos (el peso de la renta variable, renta fija y activos monetarios, por ejemplo) es lo que explica la mayor parte de la rentabilidad. Por ello, parece lógico aumentar su eficiencia al máximo. Una vía para conseguirlo de forma óptima en el entorno actual es con la ampliación del universo inversión, de manera que podamos generar carteras con unas previsiones de rentabilidad-riesgo más atractivas que en condiciones normales. Para ello, resultan de una utilidad muy significativa los productos de gestión alternativa. æpermil;stos fondos presentan una gama de perfiles de rentabilidad ¦mdash;algunos puntos por encima del activo sin riesgo¦mdash; y riesgo ¦mdash;tanto en volatilidad como en riesgo de pérdida¦mdash; muy atractivos, que suelen resultar relativamente estables en el tiempo y, sobre todo, una baja correlación con los mercados tradicionales, con las correspondientes ganancias por diversificación y reducción del riesgo global de las carteras.
Si descendemos en el proceso de gestión es necesario incrementar el esfuerzo en la gestión activa y en la selección del activo y producto. En este sentido, es indispensable afinar las valoraciones considerando el riesgo de pérdida junto a un potencial de subida realista, especialmente desde un punto de vista relativo, entre valores, sectores y mercados. Además, hay que prestar más atención a la evaluación de la calidad de gestión de los fondos de inversión que formarán nuestra cartera e identificar que es lo que pueden aportar por encima de un posicionamiento genérico en su activo de referencia. A partir de todo esto derivaremos en más frecuentes decisiones de recomposición de cartera, de cara a alcanzar mejores resultados en unos mercados que parecen sin tendencia. En cualquier caso, no hay que olvidar que esta gestión táctica debe hacerse de forma disciplinada, con unos límites operativos razonables, como último refuerzo que nos puede ayudar a acercarnos un poco más al éxito.