Electoralismo para después de una guerra
Andaba el presidente del Gobierno repartiendo acusaciones de electoralismo entre cuantos se habían opuesto a la guerra contra Irak y se descubre ahora que era él quien más cálculos electorales venía haciendo en función del tiempo que le quedase entre la entrada de las tropas angloamericanas en Bagdad y el 25 de mayo.
Debían andar muy ajustadas sus cuentas cuando no dejó pasar ni un día tras alcanzarse los últimos objetivos militares para congregar a la dirección de su partido y predicarle, en la misma tacada, la patriótica razón por la que había vinculado a España al ataque decidido por Bush y las nuevas medidas socioeconómicas con las que podrían enfrentarse a una oposición, colgada de la pancarta pero desarmada al quedarse sin la guerra cuya larga duración aviesamente deseaba, y compuesta en coalición social-comunista pero sin alternativa que ofrecer.
El ministro de Economía quiso despejar las acusaciones de electoralismo revelando que llevaban trabajando en las citadas medidas desde el mes de enero, pero lo puso en evidencia el de Hacienda reconociendo que no les había dado tiempo a calcular el gasto que suponían y recurrió a la socorrida hipótesis, utilizada desde la primera reforma fiscal, según la cual los costes quedarían compensados por la mayor actividad económica que inducirían y la consiguiente creación de empleo.
Que un Gobierno se afane en mejorar sus resultados electorales con iniciativas que repercuten beneficiosamente en la marcha del país y en el bienestar de la ciudadanía no sólo no es criticable sino que es su obligación más elemental y políticamente saludable si la cumple. Pero cuando se presentan precipitadamente, para tapar cuanto antes una decisión tan controvertida que ha puesto en contra al 90% de la población y afrontar unas elecciones apuradas, con un decreto sorpresa y sin mediar negociación alguna con los grupos sociales interesados ni debate parlamentario donde contrastarlas, es casi seguro que estamos en presencia de una treta electoralista. Y ésas suelen ser las actuaciones que por superficiales, menos utilidad procuran.
Unos cuantos incentivos fiscales a la construcción de viviendas para alquilar no van a remediar prácticamente en nada la temeraria política de vivienda que vienen practicando los Gobiernos del PP desde que alcanzó el poder. No podrán competir con sus propios estímulos a la especulación inmobiliaria, desde su Ley del Suelo hasta las desgravaciones que terminan repercutiendo en el aumento final de los precios de la vivienda, pasando por la caída que han provocado en la promoción de viviendas de precio tasado y protegidas.
La exoneración de cotizaciones sociales para los nuevos autónomos y que este colectivo pueda cobrar antes la incapacidad laboral transitoria debería haberse examinado en la comisión de seguimiento del acuerdo de pensiones con los agentes sociales y seguramente se habría llegado a conclusiones más justas.
La reducción de la cuota patronal para la contratación de mujeres no es ninguna novedad y tampoco ha dado resultados apreciables hasta la fecha.
Sin embargo la Ley para la Conciliación de la Vida Familiar y Laboral aún está lejos de los desarrollos que ha alcanzado en la mayoría de los países europeos, siendo más necesarios en España, donde tenemos la tasa de actividad femenina más baja de la UE. La encuesta de población activa (EPA) correspondiente al primer trimestre del año ha vuelto a poner de relieve que tres de cada cuatro nuevas personas en paro son mujeres.
La EPA ha vuelto a corroborar que tiene razón la población española cuando señala el desempleo como su primera preocupación, porque hay 100.000 parados más que el año pasado. Un mal dato y una inquietante tendencia aunque el vicepresidente segundo del Gobierno lo haya trocado en positivo, jugando retóricamente con la evolución de la población activa al tiempo que ocultaba la destrucción de 26.000 puestos de trabajo en la industria y la disminución del número de jóvenes con empleo.
Con este cristal mirará hoy el presidente del Gobierno el color de su política de empleo en el acto que va a presidir en León. Tampoco ha podido disimular sus ímpetus electorales guardando las formas en este Primero de Mayo. Polemizará también con los sindicatos en lugar de escucharles y dialogar sobre las propuestas para crear más y mejor empleo, que vuelven al primer plano de las manifestaciones convocadas unitariamente por CC OO y UGT porque sigue siendo el principal reto que tiene nuestro país.