Historias para después de una guerra
Hay una prueba del algodón de la marcha de la economía, que se me antoja muy reveladora, aunque comprendo que es sesgada. Se trata de la venta en publicidad de los periódicos. Normalmente este índice sigue la tónica de la economía de la siguiente forma. A medida que crece la demanda la publicidad se incrementa, cuando cesa el ritmo de la demanda se da un primer periodo en que la publicidad, sin embargo, se mantiene, intentando tomar posiciones en un mercado más estrecho, y luego se retrae. En lo que va de año, la publicidad se contrae mes a mes, con descensos muy significativos. Hay quien se lo achaca a la guerra, por la incertidumbre que genera, y conclusa que sea aquélla, las aguas volverán a su cauce. Lo malo es que el cauce anterior no era precisamente boyante, posiblemente porque el crecimiento continuado sigue dependiendo de las reformas estructurales siempre pendientes.
En cualquier caso el fin de la guerra traerá un tiempo de crecimiento debido al tirón internacional como consecuencia de la reconstrucción, o construcción, del país vencido y a su costa, con la consiguiente estabilización a la baja de los precios del crudo. Cuando concluya el trueno de Marte, habrá que repasar las asignaturas pendientes, pero ahora interesa atisbar en la preocupante situación de reestructuración de las relaciones internacionales.
Si los países vencedores del conflicto siguen prescindiendo de Naciones Unidas en el futuro Gobierno del territorio conquistado se presentará un caso de neocolonialismo. Resulta paradójico y revelador que quieran excluir de la reconstrucción a los países que no apoyaron la tan particular interpretación de las resoluciones del Consejo de Seguridad, y, por otra parte, se reclame la intervención de la OTAN como fuerza pacificadora. Es tanto como decir que aquí manda uno, sólo uno y nada más que uno.
Si eso es así, se va a producir la existencia de un bloque de fuerza con acólitos y el resto del mundo, que desde la perspectiva del comercio internacional se traducirá en la imposición, como es lógico en beneficio propio, de reglas comerciales. ¿Podrá consentirlo ese concepto denominado Europa? Seriamente nos puede llevar al resquebrajamiento de la Alianza Atlántica -ya era hora- y, no hay mal que por bien no venga, a la definitiva construcción de los estados unidos del Viejo Continente.
El fin de la guerra va a traer la necesidad de realineamiento internacional. A ver qué pasa entonces. Será una buena ocasión para retomar las posiciones. Mientras tanto, resulta preocupante el proceso de algarada callejera que tanto preocupa al presidente norteamericano y que va a influir, decisivamente, en su voluntad belicista. Puede que el Gobierno español se haya equivocado en olvidar a sus aliados naturales y necesarios, pero la oposición denota una inmadurez sin cuento por revelarse como pacifista a cualquier precio y no ofrecer ninguna alternativa, salvo la nihilista.
Hace unos años, bastantes, defendía jocosamente que lo mejor que le podía pasar a España es que se convirtiera en el quincuagésimo primero estado de la Unión, puesto que si no podía valerse por sí misma lo mejor era rendirse. Pero una vez que España se ha demostrado, también a sí misma, que es un Estado histórico, sólido, democrático, irremediable e irreversiblemente ligado a la UE -entre otras cosas porque no podemos permitirnos el lujo de devolver todo el dinero que han invertido en nuestro desarrollo-, habrá que apostar por el carro europeo, provocando y procurando la unidad de acción exterior.
Estamos a las puertas de unas elecciones loco-generales (empleo a propósito los dos términos. Loco como local, porque pueden convertirse en algo que no tiene que ver nada con un sufragio de esa índole. Y generales porque afectan a todo el territorio y pueden ser, sin serlo, unas elecciones generales), ante las que hay que tener templanza, que estoy convencido que la habrá. Se dará a cada cual lo suyo el 25 de mayo y por sus méritos, con adecuada disección de lo que es cada cosa, y no por apoyar una lista se apoya una guerra (si bien, también estoy convencido, que habrá quien quiera hacerlo, tergiversando los términos de las urnas). De todas maneras, una vez cerradas las listas de candidatos, y ya en trance definitivo electoral, el buen sentido común acudirá al programa, programa, programa autonómico y local.