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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El problema es la inflación

El Gobierno y la economía española tienen un problema: la inflación. Lo arrastran desde hace casi 50 meses y no se atisba solución. En enero, el índice de precios al consumo (IPC) dio un notable respiro, con un descenso en su tasa interanual de tres décimas, y todos se apuntaron a la tesis de que se había iniciado la pendiente descendente de los precios, para disponer de tasas cercanas al 3% esta misma primavera; se eliminaría así, de un plumazo, la mitad del diferencial con los competidores europeos. Pero el respiro se ha quebrado en febrero y la inflación generada en los últimos 12 meses ha vuelto a subir, aunque sólo sea una décima. El culpable ahora es precisamente el componente más dañino en los últimos años y cuyo control no está precisamente al alcance del Gobierno ni de ninguno de los agentes económicos domésticos: el petróleo.

Lógicamente, cuando se produce una subida de los precios de la energía, lo hace en todo el mundo y expande por igual sus efectos perniciosos, lo que de alguna manera no supone tanto un problema inflacionista como de pérdida de renta para los consumidores y las empresas. æpermil;stas porque llega un momento que no pueden repercutir sobre los precios todas las subidas de costes, lo que les obliga a reducir márgenes, y aquéllos porque el gasto de transportes merma sustancialmente su capacidad de consumo y reduce su renta real disponible.

Por ello esta subida, aunque debe preocupar, no es la más peligrosa. Los problemas más perversos del IPC anidan en el seno del índice desde hace años y el Gobierno no encuentra soluciones para llevarlos hasta las tasas que son comunes en la Unión Europea. Se trata de tensiones de precios que genera una estructura oligopolística de la producción y distribución de bienes y servicios, y que muchas veces se disculpan tras la simple excusa de la fortaleza de la demanda. Buena prueba de que esta argumentación no resiste la prueba del nueve es que ahora, con la demanda interna más aplanada, los precios de la mayoría de los servicios siguen por encima de la media, y sin síntomas de ceder.

En los últimos años las subidas salariales han sido moderadas, y ahí están los resultados en excedentes empresariales, reinversión y empleo. Pero varios sectores empresariales han aprovechado la fortaleza del crecimiento económico sin reparar en que se estaba poniendo a prueba la resistencia del sistema, con crecimientos de precios no sustentados por la productividad.

Parece ingenuo recordar de nuevo al Gobierno y a los agentes económicos con más implicación en la formación de precios que el problema ya no se puede solventar como antes. Pero no está de más citar que, si la inflación no baja, serán otras variables socialmente más sensibles las que lo hagan cuando la competitividad se haya deteriorado. La política monetaria no ayuda, con un dinero barato y expectativas de mayor abaratamiento en el medio plazo. No queda otra: liberalizar y enfriar la demanda.

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