Una privatización con muchas dosis de polémica
Si algo no le faltó al proceso de privatización de Iberia fue la polémica. Las valoraciones que se realizaron de la compañía para facilitar y propiciar la entrada de un núcleo estable de accionistas sufrió rebajas sucesivas hasta que finalmente se fijo en 454.350 millones de pesetas.
En febrero de 1999 la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) pactó la entrada de British Airways y American Airlines, a los que vendió un 10% de la sociedad, a un precio de 580.000 millones de pesetas.
Pero justo en diciembre de ese año la SEPI firmó la venta del 40% de la aerolínea a los socios españoles del núcleo duro partiendo de una valoración de 454.000 millones de pesetas. Es decir, la SEPI recibió por el 40% de Iberia que vendió al núcleo estable un total de 181.740 millones de pesetas.
Esta rebaja se basó entonces en la revisión a la baja que había sufrido la valoración de La Muñoza, instalaciones en los que Iberia tiene su negocio de mantenimiento de aeronaves. El precio de este activo fue rebajado desde los 50.000 millones de pesetas establecidos inicialmente a 18.300 millones de pesetas.
También se ajustó el precio del 25% del capital de Amadeus, sistema informático de reservas, que controlaba la aerolínea, y se dejo establecido en 106.000 millones de pesetas, a pesar de que en el momento en que se llevó a cabo la privatización ésta participación valía en Bolsa el cuádruple de lo que lo que se pagó por ella.
Posteriormente, en el momento de llevar a cabo la OPV que colocó en Bolsa alrededor de un 55% de la compañía, el precio final al que se vendió provocó una dura respuesta por parte del núcleo estable.
Vieron que sus acciones valían mucho menos de lo que habían pagado por ellas y reclamaron a la SEPI un acuerdo indemnizatorio. La SEPI se negó y después de muchos tiras y aflojas se acudió a un sistema de arbitraje, pero ambas partes fueron incapaces de llegar a un acuerdo. Finalmente se pasó página al conflicto y cayó en el olvido.