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Lealtad, 1

Cuando el PER pasa a mejor vida

La amenaza de guerra lo acapara todo, hasta anular las noticias económicas y empresariales que tanto influyen en el proceso de formación de los precios en Bolsa. En los últimos días se han conocido cifras económicas en Estados Unidos muy interesantes y algunos resultados empresariales esperanzadores, pero los participantes en el mercado no les han prestado atención.

Cuentan los analistas más fríos que las referencias económicas que se conocen en febrero son inquietantes desde el lado de la inversión empresarial, que no existe, y también desde la acumulación de mayores stocks, lo que denota que el consumo privado tira menos de lo previsto y, por supuesto, de lo que sería deseable.

La guerra absorbe todo. No hay analista que no haya enviado a sus clientes simulaciones sobre la guerra que viene. No hay analista que se precie que no haya lanzado la apuesta de que, cuando el primer misil estalle en Irak, las Bolsas subirán con fuerza. No hay analista, en fin, que no haya divulgado en las últimas semanas estudios y comparaciones sobre la guerra en ciernes y la del Golfo.

Ahí está el error. Las comparaciones entre ambas contiendas son inútiles, por mucho que sea el empeño de los grandes bancos de inversión anglosajones.

Entre un estadio y otro hay diferencias de bulto, tanto políticas como económicas o sociales. También, desde el lado de los mercados financieros, ahora más globalizados y, por supuesto, más caros que entonces.

El PER, el que mide el pulso relativo de los precios en Bolsa, ha caído en el olvido, porque interesa a los agitadores que nadie repare en el asunto. El S&P 500 arroja multiplicadores superiores a las 30 veces (no a las 22 como resaltan algunos) en la actualidad, cuando la media de los últimos 30 años ha estado en las 16 veces. En la Guerra del Golfo era de 12 veces.

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