La ausencia de inversores finales deja las Bolsas en manos de la especulación
La desconcertante y muy criticada política económica que acaba de poner en marcha la Administración Bush, con un déficit presupuestario histórico y difícil de evaluar en estos momentos; el nivel máximo de endeudamiento de las familias estadounidenses; los flacos beneficios empresariales; las burbujas inmobiliarias y de renta fija, y los altos multiplicadores bursátiles no amilanan a la Reserva.
Alan Greenspan fue tan complaciente como ambiguo en su comparecencias la semana pasada ante el Senado y Congreso. Pasó con la velocidad del rayo por encima de las medidas económicas de Bush y dejó todo en manos del indicador que más le gusta. Para Greenspan, la productividad de Estados Unidos es la pócima milagrosa, a pesar del último dato deteriorado. Y claro está, siempre que la guerra sea corta y sin efectos colaterales. La geopolítica encrespada es, en fin, el cáncer de las economías en la coyuntura actual.
Los mercados oyeron lo que querían oír en un primer momento, pero nadie metió ni un euro ni un dólar en la compra de acciones. Los mercados estadounidenses y europeos padecen la misma enfermedad. La ausencia de inversores finales es letal en la mayor parte de las ocasiones, porque deja las cosas en manos de los especuladores y de los profesionales de los futuros y derivados. Sin la entrada continuada de dinero es muy difícil que las Bolsas recompongan su estructura previa al estallido de la burbuja especulativa y, por supuesto, que mejoren las condiciones de fondo.
A la Bolsa española, además, las cosas se le pueden complicar tarde o temprano de la mano, otra vez, del deterioro de la situación y de las expectativas en Latinoamérica. Brasil aumenta la contestación social hacia las medidas de Lula y del Fondo Monetario Internacional y son muchos los que consideran que hay que seguir los pasos de Argentina, es decir, suspender pagos. En Argentina, la situación política y judicial vuelve a poner los pelos de punta a muchos gestores.