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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Greenspan frente a Bush

El presidente de la Reserva Federal de EE UU, Alan Greenspan, emitió ayer un crítico mensaje sobre la política presupuestaria del presidente George W. Bush. La intervención de Greenspan ante el Congreso tiene lugar en el altamente sensible marco prebélico creado por el conflicto que enfrenta EE UU con Irak. Y, por otra parte, se produce un día después de que una decena de premios Nobel de Economía estadounidenses anunciaran públicamente en Washington su total desacuerdo con la orientación económica del Gobierno de su país.

A juicio del principal referente de Wall Street y de los mercados internacionales, los estímulos fiscales que Bush ha propuesto al Congreso para incentivar la economía no han sido decididos sobre sólidas bases analíticas. Primero, porque no existen datos fidedignos que aseguren que la desaceleración de la economía se debe más a problemas de fondo que a los temores lógicos que ha desatado la posibilidad de una guerra con Irak y sus consecuencias. Y, además, porque Greenspan ha manifestado su creencia de que no hay actualmente un deterioro subyacente de la economía estadounidense.

Por el contrario, el titular de la Reserva Federal se ha ubicado a sí mismo entre las 'pocas personas' que no están convencidas de la necesidad de los voluminosos recortes fiscales promovidos por la Administración republicana, y parece confiar en una recuperación relativamente rápida de la economía si se despejan las incertidumbres que plantea la guerra. Al referirse a la paralización de las decisiones de inversión de las empresas, al igual que al comentar la situación del mercado del petróleo, Greenspan ha puesto el acento en la 'barrera formidable' que representa la amenaza bélica.

La claridad de las palabras y de los conceptos elegidos en esta ocasión por el habitualmente críptico presidente de la Reserva Federal norteamericana mueven a reflexión. Greenspan no ha dejado lugar a dudas sobre su oposición a la política fiscal de Bush y se ha mostrado llamativamente optimista sobre el presente y el futuro de la economía -prevé un crecimiento del 3,25% al 3,50% en 2003, frente al 2,9% estimado por la Casa Blanca-. Sólo la inversión a largo plazo, ha venido a decir, asegurará el crecimiento económico. Una verdad que a muchos parecerá de Perogrullo, pero que cobra mucho sentido cuando se tiene en cuenta que Greenspan relacionó de forma directa la mejora de la inversión con la superación de las incertidumbres que soportan los mercados por el peligro de guerra.

En medio de los embates políticos y económicos del Gobierno de Bush, Greenspan ha aparecido en escena como el ortodoxo que siempre ha sido. La diferencia, en esta ocasión, es que su discurso parece estar conectando con el crítico ambiente que ha suscitado el pobre resultado económico del presidente Bush desde el inicio de su mandato. Por primera vez en más de una década, la política propiciada por la Casa Blanca está chocando seriamente con las directrices de la Reserva Federal. Y las diferencias podrían ahondarse.

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