Un comienzo vacilante
El año que se esperaba de la recuperación no ha arrancado con datos buenos. Carlos Sebastián no confía en una recuperación si se agudiza la debilidad de la economía de EE UU y se mantiene la alemana
Los datos económicos aparecidos durante este primer mes de 2003, el año que esperábamos fuera el de la recuperación (y aún esperamos que lo sea), no han sido muy buenos. Los acontecimientos políticos, tampoco.
En Estados Unidos han dominado los datos negativos. El escaso crecimiento del PIB en el último trimestre es una prueba. El debilitamiento del consumo, que es el que había sostenido a la economía durante la fase recesiva de 2001, está siendo muy marcado. El empleo, que había dejado de caer a principios del año pasado, ha vuelto a aumentar y la inversión empresarial sigue cayendo. Pero el análisis de los datos (la propia composición del PIB en el cuarto trimestre) no apunta una nueva recesión, aunque sí un crecimiento moderado a lo largo de 2003. Si la probable aventura bélica en Irak es limitada en el tiempo, no debe producir más efectos negativos que los que ya se están dejando sentir. Si la crisis se complica, las consecuencias económicas podrían ser graves.
La economía alemana ha lanzado últimamente unos ligeros guiños positivos (mínima mejoría de la confianza empresarial y atisbos de recuperación de la producción industrial), pero continúa en un estado recesivo y siguen existiendo muchas dudas sobre una inmediata recuperación. Tanto el consumo privado como la inversión siguen cayendo. Las perspectivas de una pronta recuperación del primero son muy pobres. Un endeudamiento muy elevado, una tasa de paro alta, la amenaza de elevaciones de impuestos y de recortes de transferencias presupuestarias no configuran un contexto en el que las familias alemanas vayan a reducir su tasa de ahorro. La evolución de la inversión empresarial va a depender crucialmente de que la industria alemana confirme su recuperación y de que la confianza internacional no se siga deteriorando. Ambos dependen, en esta coyuntura, de factores externos. La inversión en construcción tampoco da señales positivas y la situación financiera de las familias y las restricciones presupuestarias no auguran un cambio a corto plazo. Todo va a depender, pues, de la demanda exterior.
Si se agudizara la debilidad de la economía estadounidense y se mantuviera la de la alemana (además de la ya crónica en Japón), no puede esperarse una recuperación de las vacilantes economías europeas.
El año 2002 ha sido, y 2003 lo va seguir siendo, el de la vuelta al déficit fiscal y al crecimiento del endeudamiento público. Tanto en Estados Unidos como en los principales países europeos. Son por ahora niveles de déficit pequeños y han conducido a elevaciones reducidas de la cuota de endeudamiento. Lo que en un periodo recesivo no resultaría nada grave. Pero no se debe trivializar. En Alemania el déficit primario ha sido un modesto 0,6% del PIB, pero el déficit total, del 3,8%. Lo que indica, y ese es el problema, que el nivel de endeudamiento (como ocurre en la mayoría de los países europeos) es excesivo.
Y esa enorme diferencia entre las dos medidas del déficit se ha producido pese al bajo nivel de los tipos de interés. El problema adicional es que el crecimiento del endeudamiento público puede acabar elevando los tipos de interés, con efectos negativos sobre la propia dinámica del endeudamiento y sobre la economía real.