Ted Turner cierra su carrera con el fiasco de AOL Time Warner
"Soy como un emperador del Japón¢, dice Ted Turner en la entrevista al programa de televisión 60 minutos, que se transmitirá la semana que viene. El hasta ahora vicepresidente de AOL Time Warner, creador y revolucionario de la televisión con su concepto de noticias 24 horas hecha realidad con la CNN, deja el ¢ministerio sin cartera¢ que decía tener en una empresa sumida en una profunda crisis y en la que asegura no tener poder.
Turner, un hombre que dice que no querría ser presidente porque la Casa Blanca sólo ocupa cinco acres de tierra, poco podía hacer desde una vicepresidencia nominal apoyada en el 3,4% de AOL Time Warner. El visionario de la televisión se va de los medios de comunicación dolido con una empresa que no le ha ofrecido la presidencia, ni siquiera honoraria, tras la salida del titular de ese puesto, Stephen Case, a quien él tanto ha contribuido a echar.
Y es que la frustración de Turner, de 64 años (según los datos biográficos aportados por su empresa), casado cuatro veces y padre de cinco hi-jos, crecía a medida que iba erosionándose la fortuna que había invertido en la empresa tras la compra de Time Warner por AOL en enero de 2001. Cuando se anunció la fusión un año antes, Turner dijo que su entusiasmo era similar al de la primera noche ¢en la que hice el amor¢. Estaba en el capital de la Warner porque le había vendido previamente Turner Broadcasting y su hijo más mimado, la CNN, al que llaman coloquialmente ¢el bocazas del sur¢.
Tres años más tarde la empresa no ha hecho realidad ninguna de las promesas financieras de los arquitectos de la fusión, los dimitidos Gerald Levin, de Time Warner, y Case, de AOL. Turner calcula que ha perdido en este tiempo entre 7.000 y 8.000 millones de dólares, invertidos en una empresa que desde enero de 2001 ha perdido el 65% de su capitalización bursátil y que ayer se desplomó otro 14%. Y no es lo único que ha perdido. En 2002 el déficit neto del grupo ha sido de 90.689 millones de dólares, frente a los 472 millones de beneficio pro forma de 2001 o las pérdidas de 4.934 millones auditadas. Son las mayores pérdidas anuales de una empresa. Ni la magia de Harry Potter, una de las películas que más beneficios reporta, ha impedido la profusión de números rojos y la rebaja del valor de sus activos, que se han visto depreciados en 99.000 millones de dólares. Durante el pasado ejercicio, además, bajaron por primera vez las suscripciones al proveedor de Internet AOL.
Mientras Turner retiraba desde hace semanas sus efectos personales de las oficinas que ocupaba en la sede de la CNN en Atlanta, el que desde mayo tendrá el puesto que él soñaba y actual consejero delegado, Richard Parsons, cerraba cuentas y una lista de propósitos. Uno de ellos es rebajar los más de 26.000 millones de deuda de la empresa. De momento ha vendido su participación en Hughes por 800 millones de dólares y piensa poner precio a la editorial de la casa, mientras afronta gastos como el de la construcción de la sede de AOL Time Warner en Nueva York.
Futuro
Muchos analistas creen que el futuro de la empresa pasa por la segregación de AOL, el proveedor de Internet, que se ha convertido en una commodity. La operación apenas tendría detractores, ya que en los últimos 12 meses los ejecutivos de Time Warner se han hecho con el timón de la empresa orillando a los que quedan de AOL. Por lo que respecta a CNN se puede reabrir la ya frustrada fusión con CBS o con la ABC de Disney.
Pero Turner no estará allí para decidirlo. Parsons quiere que se quede en el -consejo y Turner dice que se lo pensa-rá, aunque ya ha dicho que quiere dedicarse a su fundación, su cadena de restauran-tes especializados en carne de visón y las obras de filantropía desde un retiro que planea en la cálida Florida.
Turner creó tras la compra de un canal de UHF el imperio CNN que ahora tanto critica por la programación de espacios, que describe como ¢sensacionalistas y sensibleros¢, la profusión de noticias ¢del corazón¢ y la disidencia editorial con la cuestión de Oriente Próximo.
El magnate de los medios fue expulsado de la Universidad de Brown y a los 24 años se hizo con el endeudado negocio de publicidad de su padre tras el suicidio de éste. Turner dijo en 2000 que no quería que se le mezclara con gente como Sumner Redstone, de Viacom, y Rupert Murdoch, de News Corp. Ya está fuera.
Nuevos ejecutivos para nuevos tiempos
La marea de la aguda crisis de las empresas tecnológicas y la ola de reflexión sobre el gobierno corporativo de las empresas, sobre todo después de los escándalos de Enron y Worldcom, ha dejado en los dos últimos años abundantes ejemplos de ejecutivos estrella que vieron cómo de la noche a la mañana perdían la aureola de admiración y casi veneración que despertaban.En el ámbito de las empresas tecnológicas los casos son muy abundantes. Baste citar los nombres de Jean-Marie Messier en Vivendi Universal, Thomas Midelhoff en la alemana Bertelsmann, Steve Case en la propia AOL Time Warner, Thomas Mottola de Sony, Ron Sommer en Deutsche Telekom, Michel Bon en France Télécom o Joergen Centermann en Asea Brown Boveri (ABB). En paralelo a la caída dramática de estos defensores a ultranza de las teorías de la generación de valor bursátil -ahogados por pérdidas y deudas inmanejables-, en la última mitad del pasado siglo se dieron varios casos de salidas de ejecutivos estrella decididos a cambiar de vida de forma voluntaria. Quizás el caso más sorprendente lo protagonizó Chris Gent, el hombre que logró convertir a la británica Vodafone en el primer grupo mundial de telefonía móvil. Gent abandonará la multinacional este mes de julio y cederá el testigo a Aurun Sarim, ex consejero de operaciones de Airtouch. Gent, de 54 años, no ha desvelado aún cuál será su ocupación laboral. También Henning Schulte-Noelle justificó su dimisión como consejero delegado de la aseguradora alemana Allianz -la mayor de Europa-, como un intento de modificar la planificación de su vida privada. El mismo camino de mayor tranquilidad eligió el mítico Jack Welch a finales de 2000. Cedió el testigo de la dirección de la mayor empresa del mundo, General Electric, que controló durante los últimos 20 años a Jeffrey Immelt, su consejero delegado. Sin embargo, su partida, brillante primero, se vio oscurecida después, cuando comenzaron a aparecer las estratosféricas cifras en las que cerró con la compañía su acuerdo económico de jubilación.