El desafío francés
Los países de la Unión Europea amonestaron ayer a Alemania por superar el límite de déficit autorizado por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (3% del PIB) y, además, lanzaron una 'alerta temprana' contra Francia por aproximarse peligrosamente a ese límite. Alemania acepta la reprimenda de sus socios y se compromete a cumplir las condiciones impuestas para atajar el déficit, pero reconoce que le será difícil conseguir los objetivos previstos. Francia fue mucho más allá y plantó cara al Consejo de Ministros de Economía y Finanzas con un discurso en el que se niega a poner en peligro el crecimiento económico en aras de cumplir el compromiso de equilibrio fiscal.
Con el 75% de la economía europea (Alemania, Francia e Italia) rozando los números rojos en materia de crecimiento, el Gobierno francés considera poco coherente apretar más las tuercas presupuestarias en aras de alcanzar el loado déficit cero. Sobre todo, cuando la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) sigue aferrada a un objetivo de inflación del 2%, que amenaza con llevar a algunas economías de la zona a la estanflación. El ministro galo, Francis Mer, asegura que Francia mantiene en líneas generales su compromiso con el Pacto de Estabilidad. Pero dejó meridianamente claro que su Gobierno no piensa cambiar la política presupuestaria (ni renunciar a la bajada de impuestos prometida durante la última campaña electoral) como resultado del preaviso lanzado por el Ecofin.
El gesto francés tiene bastante alcance, ya que lo que realmente se jugaban ayer los ministros de Economía y Finanzas era la credibilidad de la unión monetaria como estructura capaz de permitir la convivencia de 12 políticas económicas divergentes con una sola autoridad monetaria. El tiempo dirá cuál es el juicio de los mercados. De momento, a nadie escapa que ayer asistimos a un episodio más del progresivo resquebrajamiento del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Y las grietas proceden justamente del poderoso eje franco-alemán, que está protagonizando una clara ofensiva diplomática para coordinar sus políticas y ejercer un liderazgo decisivo en la Unión.
Los fastos del 40 aniversario del Tratado del Elíseo, firmado por Charles de Gaulle y Konrad Adenauer para poner fin a décadas de declarada y violenta enemistad, servirán hoy para lanzar un mensaje reforzado de cooperación franco-germana. Los efectos de esta alianza ya son más que palpables en la convención para el futuro de Europa, donde han provocado enorme revuelo con su plan de presidencia bicéfala.
Si Francia y Alemania decidieran ir también mano a mano en la réplica al Pacto de Estabilidad y Crecimiento, otros países con dificultades presupuestarias, como Italia y Grecia, pueden verse seriamente tentados a sumarse al barco. Y los defensores a ultranza de la ortodoxia fiscal, con España a la cabeza, tendrían que tirar la toalla, después de haber exigido a sus ciudadanos enormes esfuerzos en materia fiscal.