El mejillón hizo Galicia
El bivalvo ya estaba en el menú de los primeros pobladores gallegos
Los mejillones han estado en la mesa (o al menos en la dieta) de todos los pobladores que iniciaron la colonización de Galicia desde sus orígenes. Era lógico, bajaba la marea y el menú estaba servido. Un menú, además, sabroso, abundante, nutricional y de elaboración tan rudimentaria que, incluso crudo, satisfacía con creces los todavía montaraces paladares primitivos. No es extraño, por tanto, que este bivalvo fuera rápidamente el centro de la dieta de las poblaciones costeras de la época, crudo, asado o cocido en cualquier recipiente. Y de la mesa pasó rápidamente a la sociedad sin demora, como lo confirman los numerosos topónimos de concheiros que se extienden por toda Galicia.
Tanto se prodigó este alimento y tanta era la facilidad para capturarlo que, en cuanto las sociedades pudieron elegir, lo relegaron sin piedad. En la Edad Media, por ejemplo, el mejillón ya era considerado comida de pobres, mientras los más pudientes lo utilizaban como abono y enmienda en los campos donde se habría de hacer la labor. Siempre en directa competencia con la ostra (cuenta el erudito Lorenzo Millo que los romanos ya los consumían, pero que las gentes de buen sentido dedicaban más atención a la ostra), se valieron de ella, sin embargo, para recuperar su prestigio en las ya más exigentes mesas del siglo XVIII. Cuando los escabechados de las ostreidaes se hicieron tan famosos en la corte madrileña, los mejillones aprovechan el tirón y comienzan también a ser degustados con fruición y conocimiento. Tanto que se instalaron en el segundo puesto del ranking de los frutos marinos, como testimonia un regidor de Santiago en la época llamado José Cornide Saavedra, quien sostiene que 'su carne, después de la ostra, es la mejor'.
Su cultivo en las rías gallegas es reciente: las primeras bateas (conocidas en otras zonas mejilloneras internacionales como el spanish system) se fundaron en los primeros años de la década de los cuarenta, concretamente en la ría de Arousa. Después fueron instaladas también estas factorías de origen familiar en las Rías Bajas, y ya al final de la mencionada década aparecen en la ría de Vigo y en el norte de Galicia (Sada, Laxe, Muros, etcétera). Desde entonces el número ha crecido hasta acercarse a las 3.500 y constituir una economía familiar que en algunas poblaciones costeras emplea al 30% de los habitantes. En todo este tiempo, el cultivo del mejillón ha trascendido a su incuestionable valor económico hasta penetrar con fuerza en la tradición gallega. Por toda la geografía galaica se festejan fiestas con mejillonadas, se celebran más de 30 romerías cada año dedicadas a este valioso bivalvo. La gastronomía regional ha creado un universo en torno a él y lo presenta al vapor, en empanada, a la vinagreta, con pisto, en paté, con salsa verde, en tortilla, etcétera. Los lugareños concluyen que incluso el preciado molusco es culpable del término mejilla.