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Europa

Microsoft, reforzada por la justicia americana

Bill Gates ha salido victorioso en EE UU ante el último intento de reducir su dominio en el mundo del software, ahora le quedan por resolver sus problemas en Bruselas

El jueves, el presidente de Microsoft, Bill Gates, se presentó ante la prensa en Nueva York para hablar de la libreta digital Tablet PC, el nuevo lanzamiento de su empresa. Se le veía a gusto en el escenario de un teatro de Broadway, rodeado por la presidenta de Hewlett-Packard (HP), Carly Fiorina, y otros empresarios del sector, además de la escritora Amy Tan o el actor Rob Lowe. Parte de esa relajación provenía de que por fin, y tras años de trabajo, se presentaba este nuevo ingenio. 'Es un sueño convertido en realidad' dijo.

Y Gates tiene motivos para soñar, pues una de sus mayores pesadillas acabó cuando el acuerdo que su empresa y el Gobierno de George Bush habían alcanzado para acabar con las acusaciones de abuso de posición dominante era bendecido judicialmente.

Para alegría de los artífices, el veredicto de la jueza Colleen Collar-Kotelly, hecho público el 1 de noviembre, decía textualmente que éste era 'loable'. En concreto, alabó su 'claridad, consistencia y la coherencia con la que cumple con su objetivo'. æpermil;ste era poner fin al dominio de la empresa de Gates, motivo por el cual el Gobierno y una veintena de fiscales la demandaron en 1998. Aquella iniciativa se sustanció ante el juez Thomas Penfield Jackson, quien dio la razón al Estado y determinó que Microsoft había protegido ilegalmente su sistema operativo y había intentado monopolizar, también ilegalmente, el mercado de los navegadores. La sentencia era demoledora, la compañía debía dividirse en dos.

La Comisión Europea cree que, tras la resolución del caso en EE UU, firmas de aquel país pedirán auxilio al departamento europeo de Competencia

Microsoft apeló esta decisión y un año más tarde otro tribunal dio por buenos los hechos probados ante el juez Penfield y sus conclusiones; pero no la sentencia, que quedó revocada. Para entonces, el Gobierno y la empresa ya habían avanzado mucho en un acuerdo secreto que ponía limitaciones a sus actividades. Pero éste no fue del agrado de nueve Estados, que tildaron el pacto de suave y se colocaron en la disidencia al llevar el texto ante la jueza Collar-Kotelly con la esperanza de endurecerlo y proteger la competencia.

Pero la jueza ha argumentado su veredicto de una forma tan puntillosa en las 334 páginas que ocupa su apoyo al pacto, que los fiscales disidentes apenas tienen resquicio al que agarrarse para apelar. A pesar de ello no lamentan su derrota, puesto que creen que han conseguido arañar algunas cosas, que la jueza vigile personalmente a la compañía y, sobre todo, que Microsoft pague sus costas procesales. Pero las peticiones de que la compañía de Seattle venda su sistema operativo Windows (instalado en más del 90% de los ordenadores de todo el mundo) sin sus aplicaciones, para que otros competidores puedan integrar las suyos, y que comparta el código fuente de su navegador Explorer han sido denegadas. Durante el juicio, los testigos de Microsoft dijeron que era imposible técnicamente hacer lo que pedían los demandantes y que comprometería la viabilidad de la empresa.

En su lugar, la jueza consideró suficiente la provisión del acuerdo que permite que usuarios y fabricantes de ordenadores puedan 'esconder' algunos de los programas de Microsoft e incluir otros pero sin quitar los que vienen con el Windows. La empresa deberá compartir cierta información técnica para que la competencia desarrolle estos programas que se incluirán en el sistema operativo Windows. A pesar de la redacción de los pactos, algunos analistas y los fiscales de los Estados disidentes creen que esto no facilitará que los clientes opten por alternativas a Microsoft.

El acuerdo del año pasado, en vigor durante los próximos cinco, impide que Microsoft cierre acuerdos exclusivos con fabricantes que puedan perjudicar a la competencia. Se acabaron aquellos contratos en los que se castigaba a los fabricantes que instalaran otro software en los nuevos ordenadores personales con licencias más caras. La decisión de qué software tienen que preinstalar Dell, HP u otras compañías dependerá de lo que los clientes demanden y los contratos con los fabricantes deben ser uniformes.

Los Estados han clamado victoria con la boca pequeña. El departamento de Justicia de John Aschroft ha dicho que la sentencia es una victoria para los consumidores a pesar de que la analista Laura Didio, de Yankee Group, afirmara al Washington Post que no hay ninguna razón para creer que los productos de Microsoft van a bajar de precio a corto plazo. En la sede de la empresa, los comentarios fueron comedidos cuando el experto Christopher Galvin, de JP Morgan, aseguraba que 'es un claro resultado positivo para Microsoft'. La Bolsa se lo reconoció con una subida del 5,85% el día siguiente. Steve Ballmer, consejero delegado, dijo que era 'una justa resolución para un caso largo'. 'Hemos aprendido a ser un nuevo tipo de líder en la industria', dijo.

Y líderes son. Ni todo este proceso ni la explosión de la burbuja tecnológica ha debilitado a Microsoft, que continua teniendo la mejor posición como única empresa en el mercado

de los sistemas operativos, el Office controla su mercado, y el Explorer es el navegador de Internet usado por el 95% de los consumidores. La empresa sigue innovando, sacando productos al mercado (en las últimas cuatro semanas, el portal de acceso a Internet MSN 8.0 y el Tablet PC) y entrando en nuevos mercados con paso firme.

La empresa de Gates ha perdido un 16% desde comienzos de año, muy lejos de la debacle de otras compañías del sector. Microsoft es una de las empresas favoritas para los inversores más conservadores. Además, Gates y Ballmer se sientan sobre una pila de cash flow de más de 40.000 millones de euros. Galvin recuerda que el mercado especula con que haya una operación de compra de acciones propias. Pero lo más probable es que Microsoft se dedique a entrar en otros mercados. Ejecutivos de Sun Microsystems han asegurado que el acuerdo con el Gobierno y el veredicto llegan a Silicon Valley cuando el daño ya está hecho, y por estas tierras se recuerda que el navegador de AOL, Netscape, ya solo tiente un 5% del mercado. Desde esta empresa se advierte a compañías de medios de comunicación, venta al por menor y entidades financieras que vigilen los pasos de Microsoft.

'Elección, innovación y competencia son los fundamentos de la industria tecnológica. El veredicto hace muy poco porque avancen estos principios o para proteger a los innovadores y empresas que quieran un mercado abierto', decía el comunicado de Sun, que junto con AOL ha lamentado este fin. Jennifer Glass, portavoz de Oracle, respondía con un lacónico 'no comentamos'.

Los agraviados tienen su mirada puesta en las demandas individuales. En este sentido, al menos la semana pasada tuvieron una buena noticia, al negar el juez que entiende su caso, Frederick Motz, la pretensión de Microsoft de reconsiderar 395 de los 412 hechos probados por el juez Penfield. Un buen punto de partida para fundamentar el caso aunque las esperanzas de la competencia están ya al otro lado del Atlántico.

La Comisión Europea mantiene abierta una investigación contra Microsoft desde el año 2000 y se resiste a dejarse impresionar por el carpetazo en EE UU. 'El caso europeo es diferente', repite incansable Amelia Torres, portavoz oficial del departamento europeo de Competencia. 'Y tenemos la obligación de hacer cumplir la ley en Europa', zanja ante cualquier sugerencia sobre la posibilidad de que Bruselas replique el acuerdo entre Microsoft y el departamento de Aschroft.

La Comisión se encuentra ahora ante la difícil tesitura de tener que castigar al gigante, siquiera levemente, cuando en su país ha escapado de un largo proceso. Una claudicación puede minar parte del prestigio del departamento europeo de Competencia, dirigido desde 1999 por Mario Monti. Su antecesor en el cargo, Karel Van Miert, venció en 1994 las presiones americanas para que aceptase la fusión de sus empresas del sector de la aviación, Boeing y McDouglas. Los telefonazos del entonces presidente, Bill Clinton, a primeros ministros europeos no evitaron que Boeing pagase la fusión renunciando a importantes contratos exclusivos de suministro con líneas aéreas de todo el mundo.

En esta ocasión, Bruselas cuenta con la ventaja de que no se la puede acusar, como ocurrió en aviación, de intentar proteger a alguna compañía europea. La mayor parte de las quejas que llegan a la Comisión sobre la conducta de Microsoft proceden de EE UU. De hecho, la compañía renunció al careo que le ofreció Bruselas el pasado diciembre, en el que se hubiera tenido que enfrentar a más de una docena de competidores, muchos de ellos estadounidenses. Y el organismo europeo sospecha que, tras la resolución del caso en EE UU, más compañías de aquel país pedirán auxilio al departamento europeo de Competencia. La empresa de Gates ha vuelto ya la mirada hacia los despachos de Bruselas.

Microsoft ya está llamando a la puerta, se asegura en los círculos especializados en competencia, pidiendo sentarse cuanto antes a negociar. Bruselas no parece tener prisa y prefiere estudiar con detalle la resolución del caso estadounidense, para extraer las conclusiones oportunas. La primera apunta a que algunas de las acusaciones de la Comisión sobre la conducta de Microsoft pueden disiparse gracias a los compromisos de la empresa con el Departamento de Justicia estadounidense. La segunda es que al comisario Monti le cuesta resignarse a suscribir ese acuerdo sin pronunciarse.

El equipo de Monti, sin embargo, ha recibido tres varapalos judiciales en los últimos cuatro meses al ver anuladas en el Tribunal de Primera Instancia de la UE otras tantas decisiones prohibiendo fusiones. Y aunque el expediente de Microsoft se gestiona desde la unidad antitrust y no en la de fusiones, el comisario exigirá unos cargos muy sólidos antes de dar el respaldo político a cualquier acción contra Microsoft. La Comisión impuso en octubre, a instancias de la unidad antitrust, una multa de 168 millones de euros al fabricante japonés de videojuegos Nintendo por frenar la importación paralela de sus productos dentro de la UE. Una acusación nimia comparada con las lanzadas contra Microsoft.

Microsoft, se asegura en Bruselas, desea que la Comisión no adopte ninguna decisión final, aunque sea favorable. En EE UU ha obtenido un reconocimiento que no quiere empañar con ninguna declaración comunitaria sobre su condición de monopolio, incluso si no hay sanción.

La Comisión acusa a Microsoft de haber abusado de su posición dominante en la comercialización de los sistemas operativos para PC (donde alcanza una cuota de mercado del 95%) con la intención de acaparar también el mercado de los sistemas operativos para servidores de gama baja. æpermil;stos proporcionan el puente de entrada a Internet, pero sobre todo permiten que los PC trabajen en red entre sí y se comuniquen con otros elementos como las impresoras o el escáner.

La Comisión ha constatado que Windows trabaja muy bien consigo mismo pero, curiosamente, resulta casi imposible compatibilizarlo con cualquier otro programa rival. 'La Comisión cree que Microsoft no ha revelado a los vendedores de programas informáticos alternativos para servidores la información imprescindible para que sus productos puedan hablar con los de Microsoft', afirma el organismo comunitario.

Bruselas también cuestiona la incorporación al omnipresente Windows del Media Player, un programa que facilita en extremo la descarga de ficheros de sonido y vídeo, amenazando la supervivencia del producto similar Real Network, de la firma rival Real Networks. La desventaja competitiva, asegura la Comisión, no tiene nada que ver con la calidad o el precio del producto, sino con que el fabricantes de PC se encuentra ya con el Media Player instalado y muchas veces ni siquiera puede ofrecer al usuario la posibilidad de desinstalarlo. En Netscape conocen la historia.

Bruselas teme los nuevos tentáculos

 

La libreta electrónica, presentada esta semana, probablemente ha enamorado ya a muchos de los que han podido probarla. Pero el último lanzamiento de Microsoft, que combina el sistema operativo Windows, la agilidad de un ordenador portátil y el lujo de poder escribir a mano, quizás animará también a la Dirección General de Competencia de la Comisión Europea a engordar más su voluminoso expediente sobre las actividades comerciales de la multinacional.

 

 

 

 

 

 

 

Bruselas viene observando con inquietud la tendencia de Microsoft a intentar enseñorearse de los mercados incipientes gracias a su dominio casi absoluto en los tradicionales.

 

 

 

La firma de Gates ya se topó con la Comisión Europea en una de sus aventuras en la televisión por cable, y las objeciones del organismo comunitario llevaron a la empresa a retirar el 7 de julio de 2000 el proyecto de colaboración con la compañía británica Telewest y la estadounidense Liberty Media. Entre otros recelos, la Comisión temía el impacto de la operación en el mercado de programas informáticos para los codificadores digitales de televisión.

 

 

 

Ahora, Bruselas se pone en alerta cada vez que Microsoft merodea en torno a una nueva actividad, sean los ordenadores de mano o los programas para recibir imágenes y sonidos a través del teléfono móvil. El software de Microsoft ya ha llegado a la telefonía celular con el nombre de Smartphone.

 

 

 

La Comisión Europea teme que la multinacional acote otros mercados gracias a su control casi absoluto de los sistemas operativos.

 

 

 

Bruselas no parece compartir la teoría de que los monopolios en nuevas tecnologías son temporales. El pensamiento de la Comisión parte, más bien, de que, en la sociedad de la información, las compañías que logran el éxito en uno de los mercados tienen mucha probabilidad de extender su supremacía a los nuevos. Las voces críticas acusan a Bruselas de prestar demasiada atención a los competidores que no pueden sobrevivir ante el empuje de otras firmas más eficientes.

 

 

 

La CE insiste en que no pretende impedir a Microsoft la comercialización de sus productos, sino que facilite la información necesaria a los competidores para garantizar la interoperabilidad entre las diferentes ofertas.

 

 

 

En este sentido, la UE está apostando abiertamente por los sistemas operativos abiertos, de los que Linux es el ejemplo más prominente. La propia Comisión Europea y varios Estados de la UE fomentan su uso, en un intento de romper la dependencia de las Administraciones públicas respecto a los códigos secretos de Microsoft.

 

 

 

Los sistemas abiertos ofrecen al cliente la posibilidad de adaptar el producto a sus necesidades concretas, pues tiene acceso a los códigos del programa.

 

 

 

Los defensores de este tipo de programación aseguran que el producto final tiene muchas menos imperfecciones porque los usuarios de todo el mundo han dispuesto de la posibilidad de introducir mejoras. El movimiento 'libre' amenaza Microsoft tanto o más que la CE.

 

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