La cuna del cristianismo
El avance de los partidos islamistas y el inminente examen de Turquía ante la UE, el próximo diciembre, son parámetros de urgencia para volver la mirada a uno de los paisajes mágicos donde se fraguó la religión cristiana
Un país en la encrucijada. Las elecciones de la semana pasada dieron clara victoria a los islamistas, que podrán gobernar en mayoría. Y dentro de un mes, en diciembre, Turquía tendrá que pasar en Copenhague su examen ante la UE; entonces se verá si se pone fecha a la negociación para la adhesión de Turquía - eterna aspirante, dolida sin duda por la postergación con respecto a los diez candidatos del Este ya admitidos como tales-. Turquía es ahora mismo un país confuso. Con 67 millones de habitantes, en los últimos cinco años ha duplicado su PIB per cápita (ahora es de 6.420 dólares) y ha reducido su inflación del 80% a sólo el 54,4%. Sigue estando lejos de Europa, a pesar de ser Europa.
Esa contradicción esencial engloba un nudo apretado de contradicciones. Turquía es un país rotundamente laico (desde la reforma radical, o mejor, la refundación del Estado impuesta en 1923 por Mustafá Kemal, Atatürk o padre de los turcos. Y sin embargo, el 99% de la población se declara musulmana. Para el visitante ocasional, el país (o mejor, las grandes ciudades) no ofrecen ya aparentemente muchas diferencias con el modo de vida de Occidente. Es, en cierto modo, el modelo que Occidente desearía para todos los países islámicos. El 40% del alumnado universitario son mujeres. Los hombres no tienen legalmente prerrogativas sobre las mujeres. El divorcio y el aborto están permitidos. Pero muchas jóvenes se empecinan en cubrirse la cabeza con un pañuelo, cosa que tienen prohibido en las clases, por ejemplo. El ejército sigue siendo vigilante y garante del laicismo del Estado.
Puede que las explicaciones tengan que ser complejas. Y que parte de la explicación haya que buscarla en la complicada situación económica, que sólo se ve mitigada por ese sentimiento tan islámico de solidaridad y ayuda dentro de la propia familia. Es normal que sientan recelo hacia Europa, porque Europa no les tiende la mano cuando más lo necesitan. Son miembros de la OTAN y aliados militares, eso sí, pero tal vez Europa debiera refrescar su memoria para despabilar su generosidad. Y no olvidar que la historia está escrita, y no se puede cambiar: en ese país tópicamente presentado como puente entre Europa y Asia crecieron las dos patas en que se sustenta básicamente la civilización occidental, la filosofía griega y el pensamiento cristiano.
Dejemos de lado la primera. En cuanto a lo segundo, no exageran quienes afirman que el cristianismo -como sistema- se inventó en Turquía. Primero, en la costa del Egeo, adonde se retiró la madre de Jesús con el apóstol-teólogo Juan, donde se fundaron las primeras y más prósperas comunidades cristianas, donde el ciudadano Pablo de Tarso (población turca, claro) unció la nueva doctrina religiosa con el sistema griego de pensamiento. Para afirmar y confirmar estos inicios, se vino encima la autoridad de la Patrística: los Santos Padres o pensadores que armaron el cuerpo doctrinal (y moral, en sentido amplio) de la nueva religión. Esto ocurría no sólo en la costa, sino también en el interior, en Capadocia, una región de geografía mágica que fue horadada por cuevas, túneles e iglesias rupestres desde el siglo IV hasta el XIII.
Capadocia es un mito viajero desde que la descubriera Paul Lucas en 1705, a lomos de mula. Dos volcanes habían rellenado con vómito mineral una extensa cubeta que luego la erosión fue transformando en paisaje de hadas, con chimeneas y asombrosas formaciones. En la toba friable, los primeros cristianos cavaron iglesias rupestres diminutas, suntuosamente cubiertas de frescos. La mayoría se concentra en torno al Valle de Göreme y Zelve, que son en la actualidad dos recintos o museos al aire libre. Por debajo de ese inmenso queso troglodita corren ciudades subterráneas, donde los cristianos se ocultaron cuando llegaron las primeras razias árabes. Se han contado más de cuarenta ciudades sumergidas, algunas con 10 pisos (unos cien metros) que acogían a cinco o seis mil moradores. Todo está ahora saturado por turistas bastante ajenos a razones y pleitos político-europeístas. Y con toda su buena fe, los curiosos no hacen más que acelerar un proceso ineluctable de erosión: dentro de siglo y medio exactamente, Capadocia, esa mágica y frágil belleza, habrá desaparecido, sencillamente.
Localización
Cómo ir. Turkish Airlines (91 5 487 230) vuela desde Madrid a Estambul los lunes, miércoles y viernes, y allí se enlaza con el vuelo a Kaiseri, el aeropuerto más cercano para la zona; el precio del billete Madrid-Kaiseri, ida y vuelta, es de 525 euros (tasas no incluidas). También se puede ir en autocar desde Estambul o Ankara, las carreteras son buenas, lo mismo que la infraestructura turística, a pesar de lo cual hay que contar con tiempo por las distancias.
Alojamiento. Perissia Hotel Cappadocia (Kaiseri Cad., 68, 90 384 3412930), un cómodo cuatro estrellas en la localidad de æoelig;rgüp-Nevsehir. Les Maisons de Cappadoce (Belediye Meydani, nº 24, 90 384 2192813), hotel de categoría especial en Uçisar-Nevsehir. Kaapadokya Lodge Country Club (90 384 2139945), un cuatro estrellas rural en Uçhisar Kavsagi, junto a Nevsehir. Peri Tower (90 384 2128816), en Nar Nevsehir.
Comer. Restaurante Ataman (90 384 2712310), en Göreme/Nevsehir, especialmente recomendable para turistas, es también hotel. Hanedan Kervansaray Kapadokya (90 384 5115006), un precioso lugar dispuesto como un antiguo caravasar, muy turístico, con tiendas de regalos, alfombras, música, etc., en la localidad de Avanos, donde además existe uno de los establecimientos de baños turcos más antiguos de la región.