_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Más allá de la complacencia

Dentro de unos días es más que probable que los medios rememoren los 20 años de la victoria del PSOE en 1982. Aunque es menos probable que se traiga a colación el desparpajo con que Felipe González actualizó y resumió las propuestas de un cambio de sociedad, que propugnaban los programas de su partido, en algo tan simple como '¡Que España funcione!'.

Tal simplificación representaba entonces todo un programa de modernización y homologación con lo que se daba por hecho en las sociedades avanzadas. Y que suponía que los trenes llegaban a su hora, los servicios sanitarios y de protección social alcanzaban a toda la población y los poderes públicos se preocupaban por dotar presupuestariamente los sistemas de ciencia y tecnología, entre otras cosas.

Aunque en lo de la puntualidad en los aeropuertos o la eliminación de las listas de espera hospitalarias ya se maliciaba cualquiera que seguirían siendo cosa del ámbito sobrenatural. Y tampoco parecía evidente que con la funcionalidad esmerada de los asuntos se fuese a incitar también que mejorase la eficiencia de algunos políticos.

Después de aquella visionaria ocurrencia se han vivido años de modernización social y se han cumplido los anhelos de integración europea, a la par que los tejidos productivos se adecuaban a las exigencias de mercados más globales y competidos.

Lo cual ha dado pie para que la sociedad española se asemeje cada vez más a la de los países punteros, al tiempo que disfruta de servicios y recursos que dan cuenta de unos niveles de calidad de vida que no desmerecen de los que se dan en esas sociedades.

Eso no quiere decir que todo funcione, o que no queden todavía muchas cosas por mejorar. Pero ya no hay las distancias que había, ni son justificables los complejos que se tenían en una sociedad que estaba más cerca del Guadalix de la Sierra del recordado Bienvenido, Mr. Marshall que de la que ha presidido la UE cuando ésta ha estrenado su moneda única.

Lo preocupante es que ahora, cuando ya no es tan evidente que España vaya bien, ni que el milagro español pueda ser apropiado personalmente por un mandatario y sus corifeos, parece estar viviéndose una carencia de proyectos de futuro que pudieran dar al traste con más de una funcionalidad alcanzada. Quizá porque la complacencia con que algunos se recrean en los equilibrios presupuestarios no evita el desasosiego que cabe sentirse cuando se confirman fracasos como el del Info XXI. Que ya nació con mal pie, pues cuando iba a ser presentado por el ministro Piqué, Garzón, siempre tan oportuno, le hurtó los titulares cerrando ese día un periódico vasco. Luego fue presentado dos veces por su sucesora y su jefe, respectivamente, sin que se pueda decir que con éxito de crítica y público. Y ahora es casi obligado que haya que sustituirlo -en un juego malabar que es factible porque todavía sigue sin exigirse la aludida eficiencia en la gestión de los programas públicos- por otra iniciativa que trate de recuperar el paso en el caminar hacia las nuevas sociedades del conocimiento.

Tal fracaso, con ser preocupante, no lo es tanto si se piensa que los tejidos productivos españoles y la propia ciudadanía se van incorporando a la economía interactiva al margen de si el Gobierno y las Administraciones hacen o no sus deberes y cumplen lo que prometían pomposamente en planes para la galería.

Pero sí es grave, por contra, por lo que representa de falta de pasión política por la innovación. O porque resalta, una vez más, cómo esa complacencia aludida impide plantear nuevos horizontes en los que los nuevos retos ya no están en afianzar la calidad de lo logrado, sino en cómo aprovechar los avances científico-técnicos para no quedar de nuevo rezagados en la marcha que imponen los países más avanzados.

Yes que más allá de la anécdota del fiasco del Info XXI, el riesgo que se vive, y que de concretarse impediría que la transición hacia las nuevas economías se hiciese a la par que nuestros competidores más avanzados, es creer que ya todo está hecho y que las venturas científico-técnicas, que resultan decisivas para la competitividad del mañana, se darán por añadidura. Que es tanto como saltar al campo con ese talante de suficiencia con que a veces sale el Real Madrid, tanto si saca a Ronaldo como si no, para acabar desmadejado ante equipos más modestos.

Para luego acabar reconociendo que ya no basta con tener recursos y técnica suficientes para ganar, sino que es preciso tener la ilusión por seguir siendo líderes en unas nuevas circunstancias en las que lo de la funcionalidad y la calidad no son una salvaguarda perdurable.

Y aunque no se esté, como al comienzo del siglo pasado, en aquella triste condición del '¡que inventen ellos!', no queda mas remedio que intentar generar nuevas ideas y compromisos y dejar de mirarse el ombligo si es que se quiere estar decorosamente en la era de la innovación en la que algunos, además, nos llevan lustros de ventaja.

Archivado En

_
_