La deuda, el mayor lastre
La deuda de Brasil equivale al 62% del PIB. La depreciación del real frente al dólar y el incremento del riesgo-país dificultarán la labor del nuevo Gobierno para refinanciar las emisiones y amenazan con provocar la suspensión de pagos, según los expertos
La amenaza de una suspensión de pagos, junto con la posibilidad cada vez más factible de que el candidato del Partido de los Trabajadores, Luiz Inácio Lula da Silva, se convierta en el nuevo presidente de Brasil han llevado al real a depreciarse un 42,32% frente al dólar en lo que va de año y al riesgo soberano del país a incrementar su diferencia respecto al bono estadounidense hasta los 1.982 puntos básicos.
En el ánimo de los inversores apenas ha contado el que Brasil superase la crisis energética que lastró su crecimiento a lo largo del pasado ejercicio. Tampoco ha influido para suavizar el ataque contra la divisa brasileña el hecho de que la economía brasileña no se haya visto empujada al abismo por la penosa situación económica de su principal socio comercial, Argentina, que suspendió pagos y dejó flotar libremente su moneda frente al dólar con la consiguiente depreciación. Ni que el FMI haya concedido el mayor préstamo de su historia al país latinoamericano (30.000 millones de dólares, el 80% a desembolsar en 2003). Ni tan siquiera se ha considerado que todos los candidatos a la Presidencia se hayan comprometido a cumplir con las condiciones exigidas por el FMI y que algunos de los principales bancos del mundo proclamasen asegurar las líneas de crédito a las empresas brasileñas.
Crisis de confianza
Los economistas explican esta situación con una coletilla que ya se ha hecho famosa: crisis de confianza. El endeudamiento de Brasil es cada vez más grande y los inversores temen que el nuevo Gobierno no pueda hacer frente a los vencimientos futuros. La imposibilidad de refinanciar los préstamos llevaría a Brasil a suspender pagos. El temido default. La deuda neta de Brasil asciende a 335.000 millones de dólares. Esto es más de dos veces los 130.000 millones de dólares que Argentina adeudaba en 2001 al declararse en mora en medio de una profunda recesión.
A principios de año el endeudamiento de Brasil equivalía al 53% de su PIB y ahora es del 62%. Cerca del 45% de esta deuda está vinculada al dólar, por lo tanto, según se debilita el real, aumenta la carga de la deuda. Además, las nuevas emisiones de títulos del Tesoro brasileño se hacen cada vez más onerosas por la escalada de la prima de riesgo-país, la diferencia de tipo de interés que ha de pagar frente a emisiones consideradas sin riesgo (como las de EE UU) y que sirve como indicador que mide la confianza de los acreedores en la capacidad de pago de un Estado.
Lula da Silva, ex líder sindical, tiene fama entre la comunidad inversora de ser partidario de políticas económicas poco ortodoxas. El mercado cree que con él de presidente la quiebra de Brasil está más próxima que con otros candidatos. Según una encuesta realizada esta semana por JP Morgan Chase entre los tenedores de bonos brasileños, existe un 45% de probabilidades de que se dé una suspensión de pagos en el país latinoamericano en un año si gana Lula, frente al 33% que se otorgaba a esta hipótesis en agosto.
Hasta diciembre de este año el Ejecutivo saliente tiene que hacer frente a vencimientos de deuda que ascienden a 16.700 millones de dólares. Los analistas no creen que Brasil tenga problemas hasta entonces porque dispone de reservas suficientes y cuenta con la primera parte del pago del préstamo del FMI. 'Las mayores dificultades llegarán en el primer trimestre de 2003. Si el vencedor de las elecciones no consigue el apoyo de los inversores internacionales tendrá serias dificultades para conseguir refinanciar los vencimientos de deuda, que durante este periodo ascienden a más de 30.000 millones de dólares', explica Jordi Flores, de Caja Madrid Bolsa.
José Luis Martínez, de Citigroup en España, también cree que las prioridades de las autoridades brasileñas pasan por recuperar la confianza: 'æpermil;sta será la principal tarea del presidente que salga de las urnas. Aunque ahora es una obligación para el Gobierno actual. Hace unos días un miembro de la Reserva Federal al mismo tiempo que consideraba positivos los fundamentos de Brasil, advertía del carácter destructivo para el país de la crisis de confianza. Su reflejo más importante a corto plazo es la dificultad que tienen las autoridades para refinanciar los vencimientos de la deuda'. Los mercados llevan meses especulando sobre las medidas de política económica que puede aprobar un hipotético Gobierno de Lula. Y el mayor temor es hacia una reestructuración de la deuda pública. Esta sospecha se ha traducido en una escasa renovación de los vencimientos de deuda en los últimos meses: del 30% en julio, 50% en agosto, 26% en septiembre. Con todo, en las últimas jornadas los ánimos parecen haberse calmado. Algunas casas de análisis han comenzado a barajar la posibilidad de que tras las elecciones de mañana se eliminen parte de las incertidumbres que atenazan al país. Ante esto, Merrill Lynch elevó ayer la recomendación de los bonos brasileños desde un comportamiento peor que el mercado a ponderación de mercado.
El préstamo del FMI está condicionado a que Brasil obtenga un superávit fiscal del 3,75% del PIB en 2003. El organismo revisará el cumplimiento de este objetivo trimestralmente y el nuevo presidente, sea Lula u otro candidato, tendrá dificultades para alcanzar las metas pactadas, con una economía que no crece al ritmo que sería necesario. El PIB brasileño aumentó un 4,4% en 2000 y un 1,5% en 2001. Para este año el FMI maneja una previsión de crecimiento del 1,5% (en abril preveía un retroceso del 1%), y del 3% para 2003, mientras que algunos estiman que la economía debería superar una tasa del 5% para poder cumplir con los objetivos fijados en el paquete de ayuda. 'Son crecimientos escasos para las necesidades de Brasil. Los problemas de financiación externa y el mantenimiento de una política monetaria restrictiva han contribuido a restringir la expansión económica, ya que ha afectado a la inversión empresarial', según explicaban los expertos de la Comisión Económica para América Latina y Caribe (Cepal) en su último informe. El consuelo de Brasil es que la caída del real ha hecho que el superávit comercial en septiembre alcanzase una cifra récord al reducir la demanda de bienes importados y disparar las exportaciones. El país registró un superávit de 2.480 millones de dólares, frente a los 594 millones logrados durante el mismo mes de 2001.
Riesgo de contagio al resto de emergentes
El FMI alertó en su último informe trimestral, publicado el pasado 12 de septiembre, sobre el peligro que supondría para todos los países emergentes en su búsqueda de financiación que Brasil incumpliera sus obligaciones de pago con los acreedores.
El informe del organismo multilateral pone de manifiesto que la caída del real y la escalada de la prima de riesgo país en Brasil podrían extenderse a otros países pobres, como Colombia o Filipinas, que recurren a los mercados de capital para financiarse, de la misma forma que el impago de Rusia en 1998 convirtió a Brasil en víctima del contagio.
'La situación por la que atraviesa Brasil, que representa un quinto del índice de bonos de mercados emergentes, es muy importante para los prestatarios de países pobres. Si la economía más grande de Latinoamérica sigue a Argentina e incumple sus obligaciones de pago, esto afectaría incluso a los países emergentes más resistentes y con mejores calificaciones', según el Fondo.
Renta 4 cree que la visión del FMI es bastante acertada porque señala precisamente la causa de la crisis de Brasil: menos importancia de las elecciones y más atención en las necesidades financieras. 'Entre las maneras de medir si los bancos extranjeros están disminuyendo la exposición a Brasil está el controlar el volumen de las líneas de crédito. En Brasil, la caída de los créditos a la exportación es un hecho. La duda está en si México será la siguiente víctima. Ahí discrepamos con el Fondo. Si la situación de Argentina era distinta a la de Brasil, la de México no tiene nada que ver con el caso brasileño', explican desde Renta 4.