Factores internos en Chile reducen las expectativas de crecimiento
La bajada en las expectativas de crecimiento chilenas para este año y el próximo es generalizada, como muestra la última encuesta realizada por el banco central de Chile y el informe del propio banco. La proyección oficial de crecimiento del PIB para 2002 cayó al 2% y al 3,5%-4,5% para 2003, con posibilidades de nuevas revisiones a la baja.
A pesar de la reducción en las expectativas de crecimiento, se podría decir que la economía chilena avanza sólidamente en comparación con sus países vecinos. Sin embargo, sería más apropiado hacer la comparación con países que tienen calificación de riesgo similar, como Hungría, y ahí Chile se queda atrás. No sólo como consecuencia de la crisis regional y la desaceleración mundial sino de factores internos.
Es indudable que la aversión al riesgo causada por la crisis primero en Argentina, Uruguay, y que posiblemente se extienda a Brasil, ha causado efectos negativos en la economía chilena por la sequía de capitales que anteriormente iban dirigidos hacia la región. Pero Chile es, dentro de América Latina, un país relativamente aislado, ya que su comercio con la región es pequeño, un 18%, comparado con el 31% destinado a Asia, el 25% a Europa y el 23% a países NAFTA, por lo que el contagio de la crisis regional debería ser escaso.
La desaceleración mundial ha resultado en una menor demanda de exportaciones chilenas, pero además existe una actitud de cautela por parte de consumidores e inversionistas locales en espera de que la situación doméstica mejore. La caída del consumo y la inversión privada dejan al gasto público y al sector exportador como los únicos motores del crecimiento del PIB en 2002.
Muchos de los problemas de Chile hoy en día tienen su razón de ser en el propio país. El Gobierno de Lagos impulsó en medio de una etapa de desaceleración y alto desempleo una reforma laboral que desalentaba la contratación. El desempleo ha sido el principal escollo que ha debido enfrentar el Gobierno, que no ha sido capaz de reactivar la demanda interna por medio de los estímulos monetarios. Ante esta escasa eficacia de la política monetaria, la excepcional disciplina fiscal chilena comienza a ponerse en duda. En efecto, el presupuesto de 2003 podría mostrar un déficit por tercer año consecutivo, por lo que la regla del superávit estructural del 1% comienza a ponerse en duda. La pérdida de credibilidad fiscal en este contexto externo podría redundar en un aumento de las bajas primas de riesgo que se exigen a la emisiones soberanas y privadas chilenas.
Además, Chile sigue sufriendo las consecuencias de tener una base exportadora relativamente concentrada en materias primas y de productos de bajo valor añadido. El precio del cobre ha caído drásticamente y pocas son las expectativas de una vuelta a niveles vistos en años anteriores, por lo que el Gobierno tiene que reforzar las políticas comerciales de otros productos con sus principales socios.
Chile ha adoptado cambios en muchas políticas para amortiguar choques externos y ha conseguido un compromiso de largo plazo con políticas económicas orientadas al mercado, un historial de sólida Administración pública y monetaria y un desarrollo único de sus mercados financieros dentro de la región. Pero se requieren mayores avances en materias estructurales que el Gobierno no ha sabido implementar, como una segunda reforma del mercado de capitales y la resolución de los problemas de eficiencia en la Administración pública para lograr mantener la tasas de crecimiento alcanzadas en los noventa.