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Derivados

Cómo gestionar la cartera

Los instrumentos derivados son herramientas líquidas, con bajos costes de transacción y que disminuyen el riesgo del mercado a través de la cobertura, por lo que se convierten en un activo imprescindible para cualquier inversor

Como estrategia de esta semana le presentamos algunas de las operaciones más frecuentes que los gestores de los fondos de inversión efectúan con productos derivados y que probablemente los inversores encuentren muy prácticas para gestionar sus propias carteras de valores. Algunas de ellas son:

Cómo mantener o ganar exposición a renta variable. Gracias a los dividendos o a nuevas entradas que se consiguen en los fondos de inversión las carteras pueden ir consiguiendo liquidez. Conforme se acumula liquidez el fondo de inversión o cartera se comporta peor que su índice de referencia, pongamos como ejemplo el Ibex 35. Con los futuros sobre el Ibex 35 conseguimos participar en el mercado de la renta variable, pero ¿cómo hacemos los cálculos del número de futuros que debemos comprar? La operación es muy sencilla: consiste en dividir nuestra liquidez entre el valor de un contrato de futuro 5.555 euros, para el caso de contratos mini-Ibex. El resultado que conseguimos es tener nuestra cartera totalmente invertida, a la vez que mantenemos la liquidez (recuerde que en futuros depositamos sólo una garantía que es de unos 700 euros por contrato). Un cálculo más exacto del número de futuros exige ajustar por la beta de la cartera, esto es, un coeficiente que indica cuál es la variación de mi cartera respecto al mercado o índice de referencia.

Asignación de activos. Muchos fondos de inversión o carteras considerados mixtos invierten en las tres mayores clases de activos: acciones, bonos e instrumentos del mercado monetario como repos. Una de las maneras más eficientes de reasignar los activos es con futuros. Comprar o vender futuros sobre índices, bonos o tipos de interés es más rápido y barato que comprar o vender los propios bonos y acciones subyacentes. El hecho de poder asignar el dinero en varias clases de activos permite combinaciones muy atractivas, como la de estar en posición larga en acciones y posición corta en bonos cuando creamos que la renta variable se va a revalorizar. El hacerlo vía derivados simplifica muchos cálculos. Además, no necesariamente se debe utilizar entre diversas clases de activos, podemos jugar también sobre el comportamiento entre sectores. Un gestor de inversiones puede prever que ciertos sectores van a comportarse mejor en los próximos días que otros. En vez de liquidar las acciones del sector que crea que lo va a hacer peor, actuará más rápidamente vendiendo futuros sobre estas acciones.

Cobertura, probablemente la más práctica. Cuando el gestor cree que el mercado va a corregir puede vender futuros para proteger el valor de su cartera. Otra manera de hacerlo es comprar opciones put o de venta, donde sólo pagamos la prima y en caso de equivocarnos, no perdemos toda la revalorización que pueda tener el mercado. La manera de proteger toda la cartera es dividir el valor total en euros por el valor de un contrato para así obtener el número de futuros que hay que vender (ajustar por el valor beta de nuestra cartera en el caso de conocerla). Además, no sólo podemos cubrir la renta variable, los derivados sobre divisas y sobre activos de renta fija también se utilizan ampliamente por todos los gestores. Por ejemplo, para aquellos que compren valores en otras divisas, como dólares, pueden comprar futuros sobre el eurodólar para cubrirse de una depreciación del dólar.

En conclusión, los instrumentos derivados, aparte de los beneficios potenciales que podamos conseguir con ellos, son herramientas líquidas, con bajos costes de transacción y que disminuyen el riesgo del mercado a través de la cobertura, convirtiéndose en un activo imprescindible no sólo para gestores de fondos de inversión, sino para cualquier inversor que posea una cartera.

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