Un caso más de falsas expectativas
Uno de los gurús más famosos de Wall Street sabía muy bien lo que decía el lunes al recalcar que la recuperación de los mercados desde la última semana de julio tenía un componente claramente psicológico derivado de la creencia de que las cosas de la Bolsa ya no podían empeorar más. O, como apuntó, en la subida reciente de los mercados no han existido mejoras ni en el entorno económico ni en los resultados de las empresas cotizadas.
La última hora de la Bolsa es todavía más grave, porque los fundamentos económicos y empresariales han empeorado. Los datos que se han publicado en Estados Unidos son, en el mejor de los casos, ambiguos, con caída en picado de la confianza de los consumidores, que son los que han tirado del carro de la economía.
Respecto a los resultados empresariales, las próximas semanas serán pródigas en advertencias sobre resultados del tercer trimestre y expectativas para el cierre del año. Intel ya ha aportado su visión particular, con un escenario débil, peor de lo esperado, para el cierre del año.
Las Bolsas han vuelto a confundir, por tanto, los sentimientos con la realidad. Desde que en enero del año pasado la Reserva Federal de Estados Unidos comenzó a bajar los tipos de interés, hasta hacerlo en 11 ocasiones, muchos expertos, analistas e inversores han claudicado porque se han forjado expectativas falsas. Se han jugado todo a la carta de los índices adelantados sin considerar que las estadísticas de Estados Unidos son muy erráticas, por aquello de las revisiones constantes de datos publicados con anterioridad y que, sin embargo, tanto influyen en los mercados.
Las referencias económicas de esta semana tanto en Estados Unidos como en Europa, ayer con el índice alemán IFO, confirman que el deterioro continúa y que las expectativas de mejora son, por ahora, inconsistentes.