El debate
Jordi de Juan i Casadevall repasa el debate sobre el estado de la nación y asegura que la alternativa al Gobierno del PP brilla por su ausencia. El autor asegura que proyecto, discurso y liderazgo forman las bases de una opción sólida
De todos es conocido que un acto parlamentario es, por su propia naturaleza, un acto formal. Pero no es menos cierto que dentro de la liturgia parlamentaria algunas sesiones revisten una especial solemnidad. Es el caso del debate presupuestario que permite examinar la política económica del Gobierno para el correspondiente ejercicio presupuestario. O es el caso también del debate sobre el estado de la nación.
Este debate, cuya celebración ha adquirido ya el rango de costumbre parlamentaria, es una ocasión propicia para que Gobierno y oposición reflexionen sobre la situación política del momento. Y es también una ocasión propicia para examinar las iniciativas políticas del Gobierno y el programa alternativo de la oposición. La semana pasada pudimos comprobar lo primero y lamentar nuevamente la ausencia de lo segundo.
La alternativa de gobierno brilla por su ausencia. Me refiero, obviamente, al principal partido de la oposición porque una cosa es criticar al Gobierno y otra bien distinta es ofrecer una alternativa. Con esta afirmación no quiero restarle al Partido Socialista su capacidad crítica, que legítimamente le corresponde, sino tan sólo denunciar que no tiene un programa alternativo de gobierno sólidamente estudiado y mínimamente cohesionado.
Nuestro socialismo libertario critica al Gobierno con el fin de erosionarle electoralmente, pero es incapaz de proponer una medicina alternativa
Todo buen médico sabe que no basta con hacer un diagnóstico, hay que saber administrar la medicina.
Y si no gusta la que se suministra al paciente, cambiar el fármaco y el tratamiento. Y eso es precisamente lo que no hace nuestro socialismo libertario, critica al Gobierno con la finalidad de erosionarle electoralmente, pero es incapaz de proponer una medicina alternativa. Como dice uno de sus principales referentes políticos, todavía no han demostrado que tienen proyectos e ideas.
Creo que una alternativa sólida y creíble la conforman tres elementos: un proyecto, un discurso y un liderazgo. Quizá lo más importante es lo primero, tener un programa de gobierno. Tener un proyecto político es esencial para gobernar porque es tanto como decir que uno tiene una idea clara de lo que hará si, por mandato electoral, asume la responsabilidad de gobernar. Como decía Maura, 'gobernar no es transigir, gobernar es dirigir: saber de dónde se viene, adónde se va y qué es lo que se pretende'. Tengo la impresión de que el Partido Socialista no sabe realmente dónde va ni mucho menos qué es lo que pretende. Pongo algún ejemplo. El señor Zapatero se quejó durante el cónclave parlamentario del diferencial de inflación en relación a la zona euro. Naturalmente omitió el diferencial de crecimiento de nuestra economía que probablemente lo explica. Pero lo cierto y verdad es que no ofreció su fórmula magistral para aplacar la supuesta pérdida de poder adquisitivo de los salarios. Probablemente no existe y tuvo que ser el presidente Aznar, en turno de réplica y en un ejercicio de realismo, el que le recordara que para combatir la inflación caben tres posibilidades: intervención en la economía, política monetaria -hoy cedida al Banco Central Europeo- o disciplina presupuestaria combinada con procesos de liberalización.
Sabemos que el equilibrio presupuestario no gusta al PSOE y que las liberalizaciones han sido objeto de su más acerba crítica. Por tanto, sólo nos queda un neointervencionismo económico. Quizá sea ésa la receta de la oposición, intervenir los precios, nada que ver con un supuesto socialismo liberal de tercera vía.
En cualquier caso, nos quedamos sin conocer la fórmula magistral antiinflacionaria. Otro ejemplo, calidad de la enseñanza. España tiene una tasa elevadísima de fracaso escolar. Más del 25% de los estudiantes españoles no obtienen el título de Graduado en Educación Secundaria Obligatoria. Se ha perdido, en nuestro sistema educativo, la cultura del esfuerzo porque la cultura del esfuerzo y la calidad del aprendizaje están vinculadas a los procesos objetivos de selección. No puede ser que un alumno, suspendiendo, pase curso. Pues bien, aquí tampoco se vio la alternativa, sino tan sólo el no a una Ley de Calidad que todavía no ha entrado en la Cámara. La alternativa consiste en el inmovilismo más rancio en una materia en que nos jugamos nuestro futuro.
Ylo mismo podríamos decir en política fiscal, seguridad ciudadana, inmigración o empleo. Cuando un responsable político prefiere encabezar una manifestación a presentar una iniciativa es que no tiene proyecto. La segunda carencia es el discurso. No hay un discurso homogéneo. Un día se dice una cosa y al siguiente la contraria. Se dice no a la financiación autonómica y las comunidades autónomas gobernadas por el PSOE dicen sí en el Consejo de Política Fiscal y Financiera. La falta de discurso es reflejo de la falta de proyecto.
La tercera carencia es que no hay un liderazgo claro que pueda liderar un proyecto atractivo para la sociedad.
A las pruebas me remito. Una encuesta publicada por un medio de comunicación daba al presidente Aznar como vencedor claro del debate con una diferencia de 15 puntos sobre Zapatero. En definitiva, el balance del debate es el ya conocido: el Partido Socialista no representa hoy una alternativa sólida y creíble.