Paralelismos con la crisis japonesa
Ahora que el pesimismo domina los mercados se oyen voces que comparan la burbuja japonesa que estalló a principios de los noventa con la del Nasdaq, que lo hizo una década después. Hay una que resuena más que el resto. La de la Reserva Federal de Estados Unidos.
Previniendo la deflación. Lecciones de la experiencia de Japón en los noventa, así se titula un papel de trabajo de la Fed redactado el mes pasado. Internet puede, perfectamente, ser el mercado inmobiliario de Tokio o los famosos tulipanes. Eso no es ningún descubrimiento. Pero hay que tener en cuenta que no sólo se hundió el mercado inmobiliario, sino toda la economía, durante 12 años. El Nikkei aún cae el 70% desde 1989.
El mecanismo que convierte una burbuja en un estancamiento de años empieza por el estallido. Posteriormente, la caída de expectativas provoca una crisis por el lado de la inversión, mientras el consumo aguanta. Los bancos han prestado demasiado dinero aun con tipos de interés bajos, vinculándose en demasía a la clase empresarial, y deben recortar el crédito. Las empresas, afectadas por la crisis de financiación, empiezan a recortar plantilla, lo que, a medio plazo, tumba el consumo. El crédito se seca todavía más y el dinero no se invierte en activos, sino que permanece en liquidez.
La crisis de expectativas y de confianza borra el efecto expansivo monetario y fiscal. Los tipos de interés nominales se acercan al cero. Las empresas, en galopante sobreproducción, bajan precios, lo que desincentiva aún más el consumo. En Japón se cargó, también, contra los conglomerados de bancos, políticos y empresarios, que ayudaron a ocultar los vicios del sistema.
Suena familiar. Quizá demasiado. El espíritu estadounidense, o al menos lo que vemos en las películas, suele ser de solucionar los problemas cuando se detectan. Esperemos que así sea y que haya final feliz.