Beneficios con salvedades
Una de cada cuatro empresas del mercado continuo español no tiene las cuentas de 2001 limpias y la proporción es aún peor (una de cada tres) entre las estrellas de la Bolsa, las compañías del Ibex 35, en las que los inversores tienen concentrados sus ahorros. Las salvedades en los informes de auditoría están a la orden del día, a pesar de los múltiples llamamientos a la transparencia y al buen gobierno de las empresas realizados desde todo tipo de instituciones al calor de los escándalos de las compañías estadounidenses.
La evidencia de que nadie escarmienta en cabeza ajena parece clara, como también lo es el hecho de que los llamamientos generales no tienen efecto alguno, a no ser que vayan acompañados de una legislación que los haga cumplir. Parece un brindis al sol que la Comisión Nacional del Mercado de Valores recomiende a los inversores 'la lectura íntegra de los informes de auditoría' -unos 600 a una media de unas 60 páginas por cada uno-. Tampoco contribuyen demasiado a instaurar unas prácticas óptimas declaraciones altisonantes como las realizadas hace unos meses por el presidente de la CNMV, Blas Calzada, amenazando con suspender la cotización de las empresas con salvedades contables. Para cumplir tal órdago, tendría que dejar sin liquidez a casi una cuarta parte de los valores del mercado continuo o, al menos, a la buena parte de aquellos que no ha dado explicación alguna por sus salvedades. La apariencia de dureza, cuando se queda sólo en palabras que se lleva el viento, resta credibilidad al supervisor para futuras intervenciones.
Más útil parece la labor callada de los técnicos de la Comisión que remitieron el pasado año 219 requerimientos para exigir aclaraciones sobre las salvedades, ampliaciones de información respecto a la memoria, aclaraciones de discrepancias entre ésta y la información periódica o solventar retrasos en la presentación de las cuentas y los informes de auditoría. En general, y según la propia CNMV, las empresas respondieron a estos requerimientos de manera adecuada.
La CNMV ha señalado en diversas ocasiones que considera esencial que las sociedades emisoras presenten informes de auditoría con opinión favorable, puesto que en caso contrario se dificulta la comprensión de las cuentas por los inversores. Tiene razón, pero la limpieza e integridad de las cuentas se ha convertido ya no sólo en una cuestión de comprensión, sino también de credibilidad y confianza, tras los escándalos contables protagonizados por firmas como Enron y Worldcom.
Mención aparte merece la propia credibilidad de los auditores, cuyos procedimientos se han mostrado ineficaces para desenmascarar gigantescos fraudes cometidos ante sus ojos, acaso por inoperancia o quizá también por la complacencia derivada de la connivencia de intereses en la relación con sus clientes. La confianza es un bien que se construye muy poco a poco, pero que se pierde de un plumazo. Recuperarla, tanto para empresas como auditores, será largo y costoso.