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Internacional

América Latina, al borde de la quiebra

La evidencia del contagio. La situación económica, política y social de toda América Latina se torna cada día más difícil. Por eso, los presidentes de Argentina, Brasil y México han decidido unirse para solicitar al Fondo Monetario Internacional (FMI) y a EE UU que eviten que la propagación de la crisis argentina hunda la economía de toda la región. 'O nos salvamos todos, o nos hundimos todos', será el mensaje que lleve Vicente Fox a Washington. La evidencia del contagio. La situación económica, política y social de toda América Latina se torna cada día más difícil. Por eso, los presidentes de Argentina, Brasil y México han decidido unirse para solicitar al Fondo Monetario Internacional (FMI) y a EE UU que eviten que la propagación de la crisis argentina hunda la economía de toda la región. 'O nos salvamos todos, o nos hundimos todos', será el mensaje que lleve Vicente Fox a Washington.

Apesar de los repetidos mensajes desde el Fondo Monetario Internacional (FMI) de que los problemas de Argentina no habían traspasado el umbral de sus fronteras, cada vez más organismos internacionales reconocen que la crisis se está trasladando a toda la región. Primero fue el Banco Mundial, que vinculó el inicio de las turbulencias financieras en Uruguay como contagio de Argentina y advirtió de la posibilidad de nuevos episodios en sus países vecinos.

La Comisión Económica de Naciones Unidas para América Latina (Cepal) reconoció la semana pasada que cada día que pasa sin que se resuelva la crisis argentina, la situación de Latinoamérica 'se pone peor'. Las previsiones de la institución para el área han pasado del 1,1% a entre el 0% y el 0,5%.

En su último informe, la Cepal advierte que la inestabilidad de la región será un factor negativo que alejará a los inversores extranjeros. El secretario ejecutivo, José Antonio Ocampo, habló del 'contagio de la crisis argentina' como el principal factor que desincentiva la inversión en América Latina.

A esto se añade la caída de las privatizaciones, fusiones y adquisiciones. La entrada neta de capitales en América Latina pasó de 105.000 millones de dólares (110.300 millones de euros) en 1999 a unos 80.000 millones de dólares (84.000 millones de euros) en 2001. Las perspectivas para este año son aún peores, la inversión extranjera directa caerá a 56.000 millones de dólares (58.300 millones de euros).

El cuadro se completa con una inestabilidad política y social, consecuencia o desencadenante, según los casos, de turbulencias cambiarias y financieras que provocan la desconfianza de los inversores y la retirada del capital extranjero de los mercado bursátiles y de deuda.

Ante el progresivo deterioro de la situación argentina en los últimos meses de 2001, el FMI optó por una política de aislamiento que el tiempo ha evidenciado inútil.

El organismo había blindado previamente al gigante brasileño, con la concesión de un crédito por 17.050 millones de euros en septiembre al que recurrir en caso de turbulencias financieras. Corría entonces el temor a que los vientos del 11-S se cebaran con los países emergentes y el Fondo y Estados Unidos se cuidaron de proteger al sistema financiero internacional de una crisis similar a la asiática de 1997.

Inmediatamente después de la devaluación argentina de enero, Brasil recibió un primer desembolso del blindaje que contribuyó a controlar temporalmente el valor del real.

En marzo era Uruguay quien empezaba a mostrar serios problemas presupuestarios, ante la drástica caída de sus exportaciones a Argentina y la falta de pagos de sus socios de aquel país. El FMI firmó un acuerdo de asistencia financiera por 817 millones de euros para contribuir al cumplimiento del plan económico del Gobierno de Jorge Batlle. Pero la crisis ya había afectado al sistema financiero, al que el Gobierno comenzó a apuntalar con cargo a sus propias divisas. La gran mayoría de los depósitos que se fugaron del sistema uruguayo eran de ciudadanos argentinos, que retiraron desde enero ahorros por importe de 2.022 millones de euros.

Dos meses más tarde, el Fondo tuvo que ampliar en otros 1.650 millones su plan de ayuda para evitar un nuevo colapso financiero en la región. Pese a la asistencia financiera, el Gobierno uruguayo no tuvo otro remedio que abandonar la semana pasada la defensa del peso y aprobó la libre flotación de su moneda ante el riesgo de dilapidar las reservas de divisas en el intento.

Para entonces ya había sucedido el golpe de Estado frustrado en Venezuela, que evidenció a ojos de los inversores la inestabilidad de los sistemas democráticos en la región y la desconfianza hacia las movilizaciones políticas y sociales descontroladas. De ahí que las agencias de calificación hayan magnificado los posibles efectos de una victoria electoral de la izquierda en Brasil y, ante esto, el blindaje de septiembre se ha mostrado claramente insuficiente.

La deuda pública del país se estima en 285.415 millones de euros. El sentimiento negativo de los inversores sobre la capacidad del Ejecutivo para manejar tan ingente carga fue recogido la semana pasada por las agencias de calificación Moody's y Fitch, que rebajaron a negativa sus perspectivas sobre Brasil. El riesgo-país, y con ello el coste de la financiación, se ha disparado hasta situarse sólo por debajo de Argentina. La depreciación del real conlleva un alto riesgo de inflación que impide al Banco Central bajar los tipos de interés desde el 18,5%. La autoridad monetaria se ha visto en la obligación de canjear deuda a largo plazo por títulos con vencimientos en 2003 y 2004, que agravan la carga para el Gobierno que salga elegido en octubre. Pese al riesgo para la economía mundial, Estados Unidos descarta facilitar nuevos préstamos para Brasil.

La región, prácticamente en bloque, se encuentra a las puertas del organismo para solicitar ayuda financiera. Paraguay, Ecuador y Venezuela han solicitado ayuda al Fondo. Perú obtuvo un crédito en febrero por 347 millones de euros, condicionado a un plan de privatizaciones que la semana pasada amenazó con hacer caer al Gobierno ante las protestas sociales desatadas. Hasta Chile ha visto cómo su moneda caía a su nivel más bajo en ocho meses, que dificulta el desarrollo fiscal del país.

Ante el evidente contagio, Argentina, México y Brasil han decidido unirse para solicitar al Fondo y a EE UU que eviten que se hunda la economía de todo el continente, acuerdo que sellarán con la visita del mexicano Vicente Fox a la cumbre de Mercosur del 3 de julio.

La democracia se resiente de la crisis

 

La democracia es una de las víctimas de la crisis económica. Así lo asegura la Cepal, cuyos expertos afirman que la democracia pierde brillo en la región. 'El famoso bono democrático está perdiendo su brillo después de algunos años en que se pensó que con la democracia se iba a lograr el crecimiento sostenido y acelerado y esto no se ha logrado', dijo en México la semana pasada Juan Carlos Moreno, asesor del organismo. Un ejemplo del problema, apuntó, es la situación de Venezuela y Perú, dos países que aún corren el riesgo de una desestabilización política debido a la frecuencia de las revueltas populares.

 

 

 

 

 

 

 

Según Moreno, sólo cuatro países de la región (Chile, El Salvador, Perú y Argentina) superaron en los noventa los indicadores de crecimiento de la década de los setenta, cuando la estrategia de desarrollo estaba basada en el proteccionismo y la sustitución de importaciones.

 

 

 

El resto no ha repuntado, y al bajo crecimiento se suman problemas de altos déficit públicos y la caída de la inversión extranjera directa. Las perspectivas que maneja la Cepal no son muy halagüeñas, y afirma que cada día que pasa sin resolverse la crisis argentina, la situación en Latinoamérica 'se pone peor'. 'Algo está ocurriendo que ni siquiera logramos crecer. El modelo de desarrollo que estamos siguiendo no da ni crecimiento ni estabilidad', dijo Moreno.

 

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