Golf en Nueva York
Una clase práctica de jugadores hispanos a escolares hispanohablantes, aperitivo del Abierto de EE UU que comienza en la ciudad de los rascacielos
El circuito profesional de golf de Estados Unidos, este gran circo que de enero a diciembre recorre todos los rincones del país en busca del desarrollo económico del sector a través del espectáculo, ha recalado esta semana en Nueva York, donde se celebran dos torneos, el Buick Classic y el Open de los Estados Unidos, que empezará el próximo jueves.
Los mejores golfistas del mundo, los mismo que el año pasado decidieron suspender la Ryder Cup a raíz de los atentados del 11 de septiembre, regresan a la ciudad de los rascacielos y lo han hecho de un modo particular. La PGA Tour encargó a José María Olazábal, Sergio García y Miguel Ángel Jiménez, junto al argentino José Cóceres y al paraguayo Carlos Franco, la planificación técnica de un clinic dirigido a escolares hispanos. Más de 300 niños de colegios públicos de Nueva York fueron trasladados hasta el campo de Westchester para vivir una primera aproximación práctica al mundo del golf. El castellano fue el único idioma que se utilizó durante la lección que impartieron los cinco golfistas profesionales que, dicho sea de paso, no percibieron ni un solo dólar por tomar parte en la iniciativa.
La PGA ha descubierto la importancia que para el crecimiento del golf tiene la integración de los nuevos practicantes hispanos. Por ello no dudó en pedir la colaboración de algunos de sus miembros más carismáticos para que mostraran a los jóvenes qué era el golf. El número de hispanohablantes que hay en Estados Unidos se sitúa alrededor de los 30 millones. Las estadísticas anuncian que dentro de 10 años superarán a la comunidad de color. El número de afroamericanos que juegan al golf desde la aparición de Tiger Woods hacia el año 1996 ha aumentado un 30%. En Estados Unidos hay 27,7 millones de golfistas.
La última vez que el Abierto de EE UU se jugó en Nueva York fue en 1995. El ganador se llevó 350.000 dólares. Al campeón de este año le espera un millón
José María Olazábal fue uno de los más didácticos en su faceta educativa explicando a los jóvenes que 'sólo con el trabajo saldrán adelante en todos los órdenes de la vida. No hay otro camino. Se puede disfrutar mucho jugando al golf y a cualquier otro deporte, no hay más secreto que trabajar incansablemente porque en este mundo nadie regala nada', concluyó el de Hondarribia.
Nadie esperaba que un bombero hispano, que participó en las tareas de rescate a las víctimas instantes después de que los dos aviones fueran lanzados contra las Torres Gemelas, sería el animador de la jornada. El se encargó de presentar a cada uno de los jugadores que participaron en el clinic. Los escolares, boquiabiertos, estuvieron atentos a todas las indicaciones de su héroe. Todo un personaje. De su propio bolsillo este bombero compró 150 fundas de las que protegen los drivers en el interior de las bolsas, unas fundas que regaló a todos los jugadores que el pasado jueves iniciaron el Buick Classic. Unos protectores que, como no podía ser de otro modo, tienen grabadas las barras y estrellas de la bandera estadounidense.
Las grandes muestras de patriotismo se multiplicarán la próxima semana con motivo de la celebración del Abierto de Estados Unidos, el segundo grande de la temporada, que tendrá por escenario el recorrido negro del Bethpage State Park, uno de los 27 campos públicos que tutela el Gobierno de Nueva York y donde cualquiera puede jugar sus 18 hoyos por 20 dólares (21,4 euros). El precio de las entradas para presenciar a los mejores en acción es bastante superior.
Los abonos para toda la semana, jornadas de entrenamiento incluidas, se sitúan en 750 dólares (802,5 euros). A los que les guste tomarse algún respiro durante la larga jornada de golf, esto es, descansar en alguna de las carpas denominadas Trophy Club, con aire acondicionado, sillones, monitores de televisión para seguir el desarrollo del torneo, acceder a la compra de bocadillos y refrescos, abonarán 1.000 dólares (1.070 euros).
Y es que todo se ha disparado. La última vez que el Abierto de Estados Unidos se jugó en Nueva York fue en 1995, hace siete años. En aquella ocasión el ganador fue Corey Pavin, que se llevó un premio de 350.000 dólares que poco tienen que ver con el millón que le espera al campeón de este año, un título al que aspiran Sergio García y Olazábal.