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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La Bolsa, con todo en contra

La Bolsa española cerró ayer su peor semana desde la de los atentados terroristas del 11 de septiembre con una caída en el Ibex 35 del 5,9%, más de lo que llevaba perdido en los cinco primeros meses del año. Todo se conjuga para llevar los índices a sus niveles más bajos desde octubre pasado: la desconfianza en la solidez de la recuperación económica, la inestabilidad cambiaria, el contagio a Brasil de la crisis argentina, la fuerte caída de Wall Street -salpimentada por los recelos sobre la contabilidad de las empresas y sus normas de gobierno y por la corrupción en las propias firmas de inversión- y los últimos coletazos de la crisis de las empresas tecnológicas o de telecomunicaciones. Hace tiempo, además, que se ha agotado la gasolina de las rebajas de los tipos de interés.

Aunque causas y consecuencias se entrelazan, el papel más destacado lo juega el deterioro de confianza que eleva la prima de riesgo de la renta variable. Hay mucho miedo y no la suficiente codicia ha dicho algún gurú de Wall Street, tras subrayar que nunca las Bolsas habían estado tan apagadas en una fase como la actual dentro de la clásica recuperación económica.

A las causas que atenazan a los inversores en todo el mundo se une en el caso español la particular exposición a Latinoamérica. La factura bruta de la crisis argentina sobre resultados y recursos propios de las empresas españolas suma más de 14.000 millones de euros. Cuando las empresas terminaban de absorber los efectos de la devaluación del peso, la crisis cambiaria se traslada a Brasil, donde las empresas -particularmente Telefónica y el SCH- tienen inversiones aún mayores. El real ha perdido más de un 21% de su valor frente al euro en sólo dos meses al tiempo que la prima de riesgo del país se disparaba. La esperada recuperación del euro se convierte en ese contexto, desde la perspectiva de las empresas españolas, en una vuelta de tuerca cambiaria adicional que dificulta enormemente el cumplimiento de las previsiones de resultados.

Da la impresión de que Estados Unidos está dejando de lado la política de dólar fuerte, pero no está claro que los beneficios a corto plazo -sobre todo el repunte de resultados empresariales de multinacionales y exportadoras- compensen el impacto a medio plazo sobre demanda interna, inversiones, inflación y tipos, más aún si se tiene en cuenta el daño sufrido por los mercados de capitales al darles la espalda los inversores extranjeros. Hay un claro riesgo de que el círculo virtuoso de la década de los noventa dé paso a un círculo vicioso. El escenario de hundimiento del dólar es el más temido por sus perjudiciales efectos para el crecimiento mundial en general y europeo -con riesgos de deflación- en particular. Un aterrizaje suave del billete verde no sería tan mal visto por Europa y Japón porque vendría a corregir un desequilibrio latente, pero la paradoja es que un apoyo tácito a una depreciación gradual puede acabar acelerando su caída. Así parecen haberlo visto las Bolsas.

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