El trabajo de los inmigrantes en España
Gran parte del debate del próximo Consejo Europeo de Sevilla se va a centrar en la política de inmigración. Vicente Castelló Roselló analiza el fenómeno en España desde el punto de vista de la inserción laboral
España ha pasado de ser un país de emigrantes a convertirse en un destino deseado por miles de inmigrantes. En 1975 se registraban 165.000 extranjeros residentes, frente a un millón de 2001, que representan el 2,5% de la población total. Esta cifra se encuentra muy alejada del 9% de inmigrantes que viven en Alemania, del 8% de Francia y Bélgica o el 37% de Luxemburgo.
Por todo ello, hay parte de la opinión pública que intenta justificar el paro existente por el fenómeno de la inmigración y con frecuencia suele preguntarse cómo es posible la coexistencia de una elevada tasa de desempleo con una importante población de trabajadores inmigrantes.
Esta conclusión es muy poco rigurosa. Diversos estudios econométricos elaborados en la UE, entre los que destaca el realizado en Francia por Hubert Jayet por encargo del Ministerio de Empleo galo, han puesto en evidencia la falta de efectos negativos de la emigración sobre el empleo.
En el caso particular de España, dicha convivencia es posible por las siguientes razones:
Por el déficit demográfico, y consiguiente envejecimiento de la población. España, al igual que el resto de países miembros de la UE, destaca por el envejecimiento particularmente rápido de su población. Hasta mediados de 1975, la tasa de natalidad en España era alta (2,86), pero a partir de entonces ha ido decreciendo hasta alcanzar actualmente la menor del mundo (1,07).
El incremento del nivel educativo en la estructura de la población activa -el 83% de los activos tiene estudios secundarios o superiores frente al 43% de 1987- es uno de los factores que explica que, cada vez más, aumente el nivel de exigencia de los demandantes de empleo y se produzca cierto rechazo de aquellos puestos de trabajo que no reúnen las condiciones de cualificación y estabilidad esperados. En este sentido, la tendencia de la población asalariada española se dirige progresivamente a ocupar empleos con mayor valor añadido.
Los puestos de trabajo rechazados por los trabajadores autóctonos debido a su precariedad y falta de cualificación provocan, en cambio, que sean atractivos para nuevos inmigrantes.
Según el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, del aproximadamente medio millón de inmigrantes dado de alta en la Seguridad Social, más del 64% se concentra en cinco ramas de actividad caracterizadas por la temporalidad y la inestabilidad: hostelería (15,3%), agricultura (13%), comercio (12,5%), construcción (12,5%) y servicio doméstico (10,8%).
Es posible reflexionar sobre el riesgo de que la inmigración laboral desplace a los autóctonos. Sin embargo, ello no es así. El conjunto de la población asalariada inmigrante representa sólo el 3% de los ocupados totales en España, aunque su presencia en cada una de las citadas ramas de actividad es mayor: el 12,6% en el servicio doméstico y entre el 2% y el 7% en comercio, construcción, agricultura y hostelería.
Por lo tanto, en aquella actividad donde están mayoritariamente representados los trabajadores inmigrantes, como es el caso del servicio doméstico, los españoles cuentan con una participación de más del 87% de los empleos. No creemos que con dichas cifras exista riesgo de sustitución de los autóctonos por trabajadores inmigrantes.
Es evidente que la inserción laboral es un elemento importante de integración social. Pero las ocupaciones laborales en las que con frecuencia se insertan los trabajadores inmigrantes son categorías profesionales no cualificadas que, en la mayoría de ocasiones, destacan por su temporalidad y precariedad, lo que no excluye al colectivo de trabajadores españoles. De hecho, por la estructura de los puestos de trabajo ocupados, en ocasiones son colectivos con riesgo de exclusión.
En dichos segmentos de actividad las condiciones salariales son inferiores al resto de actividades laborales, lo que supone que el nivel salarial de la población inmigrante sea bajo. Además, por su déficit de cualificación, el riesgo de paro es mayor para los inmigrantes. Esta vulnerabilidad nos lleva a deducir que la integración de los extranjeros por el empleo es una cuestión muy compleja debido a que el empleo, por sí solo, no constituye un factor suficiente de integración.
En efecto, según el Foro para la Integración Social de los Inmigrantes: 'No es posible identificar totalmente inserción laboral con integración social. Las situaciones de pobreza económica que se derivan del empleo de los emigrantes implican otra serie de carencias de formación, sanidad y vivienda fundamentalmente'.
Por lo tanto, parece conveniente impulsar y desarrollar medidas que faciliten la plena integración económica, laboral y social de las personas inmigrantes con el fin de favorecer el ejercicio de sus derechos fundamentales en condiciones de igualdad.