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Joseph Stiglitz

'La UE debe ser el catalizador de una nueva globalización'

Ex asesor económico de Bill Clinton y ex vicepresidente del Banco Mundial, este brillante economista y profesor de la Universidad de Columbia decidió abrazar la causa de los que exigen 'otra globalización' tras constatar sobre el terreno el efecto devastador de las políticas del FMI y el Banco Mundial sobre los países en desarrollo

El perfil del último Nobel de Economía es cualquier cosa menos convencional. A sus 59 años, este estadounidense ha conseguido poco menos que la cuadratura del círculo: convertirse en un abanderado de la nueva globalización con la credibilidad que le proporciona su larga trayectoria académica y política. Con este bagaje a sus espaldas, Joseph Stiglitz acaba de presentar las ediciones en castellano y catalán de su última obra, El malestar en la globalización. Según afirma, con el libro quiere abrir un debate y demostrar que existe otra globalización, opuesta a la que imponen los organismos internacionales y que tan ineficaz se ha mostrado en las crisis asiática y argentina.

Pregunta. El Fondo Monetario Internacional (FMI) es, según expone en su obra, el principal responsable de la mala gestión de la globalización que usted denuncia. ¿En qué se basa?

Respuesta. Hay una enorme desigualdad en el sistema, por ejemplo, en el comercio entre el Norte y el Sur. Mientras el Sur abre sus mercados de productos al Norte, éste continúa subsidiando su agricultura. Esto les hace imposible competir. En general, las reglas que gobiernan la globalización, que regulan el comercio mundial, son impuestas por los países del Norte. Las políticas del FMI o los acuerdos impulsados por la Organización Mundial del Comercio (OMC) son un claro ejemplo de que comparten la responsabilidad de lo que sucede... Con los Gobiernos de los países industrializados, que son los que dictan sus decisiones y, en especial, el Tesoro estadounidense. Hasta cierto punto los países desarrollados tienen parte de culpa en el sentido de no haber luchado más, aunque con frecuencia no tenían otra opción. Antes del estallido de la crisis asiática, en 1997, por ejemplo, las exigencias impuestas por el FMI no reflejaban ni los intereses ni los puntos de vista de los países afectados. Y no evitaron la crisis.

P. ¿Y cuál es la solución? Porque el mundo industrializado sigue sin cuestionar las recetas del FMI e incluso aplica sus directrices.

R. Para conseguir un cambio del sistema lo más importante es ser consciente de que éste existe. Cinco años atrás no existía esta conciencia. Desde entonces, han aumentado las tensiones. En 1994, por ejemplo, la Ronda Uruguay tuvo el efecto de deprimir aún más los países más pobres del mundo. Y no se fue consciente. En 2001, en Doha, se produjo un punto de inflexión y se corrigieron algunos desequilibrios en este sentido.

P. La concesión del Premio Nobel de Economía 2001, junto a los también economistas George A. Akerlof y Michael Spence, ¿es una muestra más de que este nuevo enfoque de la globalización va calando poco a poco?

R. Yo creo que sí. A esto me refiero cuando hablo de la importancia de reconocer la existencia de esos efectos adversos de la globalización.

P. ¿Y después? ¿Cómo se gesta el cambio?.

R. Uno de los objetivos de El malestar en la globalización es intentar que la gente se dé cuenta de que existe el problema. Luego hay que analizar cómo se toman las decisiones, quién las toma, para clarificar dónde se encuentra el origen del conflicto. Una vez diagnosticada la fuente del problema tenemos que pensar qué podemos hacer y qué estrategias adoptar a corto y largo plazo. No se puede mantener un sistema global en el cual un solo país posee un poder vital. Pero esto es muy difícil porque llevará mucho tiempo antes de que exista un consenso real al respecto. Por eso, tenemos que concentrarnos en cosas que se puedan llevar a cabo a corto plazo.

P. ¿Cuáles son estas reformas viables?

R. Hay ahora un consenso general sobre la necesidad de que haya más transparencia de la que ha habido en el pasado, se avanza en esta dirección. Tiene que haber cambios en la forma en que el Fondo Monetario Internacional y las demás instituciones tratan a los países en desarrollo, las docenas de condiciones que imponen y que minan la democracia en estos países. La perspectiva de que no hay una sola manera correcta de aplicar la política económica debe cambiar. Tenemos democracias y desacuerdos sobre si debemos o no privatizar la Seguridad Social. Se dice a los países en desarrollo que sólo hay una manera de actuar y esto tiene que cambiar. Algo se está moviendo ya, el Banco Mundial ha experimentado una transformación enorme en este sentido. Y creo que la presión de la opinión pública hará que el FMI siga el mismo camino.

P. Pero será necesario que alguien lidere este proceso de cambio. Estados Unidos, por supuesto, no lo va a hacer...

R. Es muy importante el protagonismo de Europa... Existe una sociedad civil global que ha conseguido articular un movimiento de resistencia al Fondo Monetario Internacional. Una combinación de esta sociedad, capaz de organizar manifestaciones como la que tuvo lugar en Barcelona, con líderes políticos europeos..., es algo en lo que mucha gente confía. Es lo mismo que sucedió hace 25 años con el medio ambiente. Es una cuestión de justicia social.

P. ¿Quiere decir que la Unión Europea puede convertirse en el motor de la nueva globalización?

R. Sí, Europa debe ser el catalizador del cambio. Algunos ministros de Finanzas europeos han demostrado ser sensibles en este sentido. Algunos de ellos son incluso críticos con la actuación del Tesoro norteamericano. Algo parecido pasa en Canadá, donde también existen líderes que proponen repensar estos temas.

P. Pero siguen aplicando sus recetas. En España, se acaba de aprobar una reforma del desempleo, y la estabilidad presupuestaria y el control de la inflación son paradigmas indiscutibles.

R. Una de las cosas más sorprendentes es que aunque Estados Unidos juega un papel clave a la hora de dictar la actuación del FMI, cuando este organismo formula recomendaciones a Estados Unidos, no se le hace caso. Por ejemplo, cuando yo asesoraba a Clinton la economía era expansiva, el desempleo caía y la inflación también. Pero el FMI advertía cada año que la inflación estaba a punto de remontar, que había que subir los tipos de interés y que el desempleo era demasiado bajo... pero lo ignorábamos. Porque sabíamos o creíamos que estaban equivocados y que valía la pena arriesgarse porque era muy importante que el desempleo bajase. Es una política social muy importante, tanto como la económica. Es el camino para reducir la violencia, el crimen, tiene un enorme efecto en nuestra sociedad y además favorece la asunción de riesgos por parte de las empresas. La gente sabe que tendrá trabajo y no le importa abrir nuevos negocios, estimula la economía. æpermil;sta es la ironía, pero muchos otros países se lo toman en serio.

P. No tienen el mismo poder que Estados Unidos.

R. Así es, en muchos casos no tienen más remedio. Si el FMI dice algo negativo sobre Estados Unidos, como por ejemplo que su déficit comercial es demasiado elevado, no tiene ningún efecto en la política económica norteamericana. Continúa aumentando el déficit comercial y ya está. Pero otros países temen que si el FMI dice algo negativo sobre ellos, tendrá consecuencias. Los países en desarrollo son, por supuesto, muy, muy dependientes. Entre otras cosas, podrían quedarse sin ayudas de los organismos internacionales si se considera que no son capaces de usar bien el dinero.

P. Una de las condiciones sobre las que el FMI no admite discusión es la política de contención de la inflación, que usted ha cuestionado en diversas ocasiones. ¿Es un mero tabú económico o hay algo más?

R. La ideología del FMI -la denomino así porque no se basa en la ciencia económica- enfatiza que una vez que la inflación empieza, va en aumento, crece como la adicción de un alcohólico y no puede parar. Se considera que incluso cuando la inflación es relativamente baja, el coste de reducirla es muy alto. Realizamos un estudio en este sentido y demostró que estas creencias son todas mentiras. En países como Estados Unidos, demostramos que cuando la inflación sube, hay fuerzas que la empujan a la baja. El riesgo de una inflación descontrolada existe pero es fácil mantenerla bajo control. No hay una evidencia de importantes efectos adversos de la inflación. Si la inflación sube, el coste de hacerla bajar no es tan alto.

P. Ha criticado en gran medida la política económica del presidente de Estados Unidos, George Bush. ¿Cuál es su alternativa?

R. Ante todo, es necesario buscar un balance entre un crecimiento económico fuerte y una mayor estabilidad social. Esta combinación tiene enormes beneficios. Sigues teniendo que vigilar cosas como la inflación, pero lo fundamental es alcanzar un equilibrio entre inflación, crecimiento y empleo.

P. ¿Se podría haber evitado la crisis argentina?

R. Hay muchos factores que han contribuido a las dificultades por las que atraviesa Argentina. El más importante ha sido el tipo fijo de cambio que hacía muy difícil exportar y cada vez más complicado competir con las importaciones. El FMI sugirió que Argentina estaba gastando demasiado, cuando su déficit estaba alrededor del 3%. En Estados Unidos, en 1992, en un momento de recesión mucho más tibia, era del 4,9%. Argentina habría cumplido los criterios sociales de convergencia de Maastricht. De hecho, redujo su gasto social un 10% en dos años. Estados Unidos, en cambio, que está muy orgulloso de su reducción del déficit, jamás redujo sus gastos, sólo su ritmo de crecimiento. En cualquier caso, el plan de convertibilidad se reveló enseguida como insostenible.

P. ¿Qué parte de responsabilidad es imputable al FMI?

R. El FMI les animó, además, para privatizar el sistema de seguridad social, las pensiones. Si no lo hubieran hecho, habrían tenido superávit, no déficit. Dicho de otra manera, si Estados Unidos en 1992 hubiera privatizado su sistema social, su déficit habría superado el 8%. En general, los problemas de Argentina se exacerbaron por la insistencia del FMI en aplicar sus políticas, que abocaron a una mayor recesión. Y si hubieran llevado a cabo todos los ajustes que el FMI les exigía, las cosas habrían ido aún peor. La tormenta política que se desató en diciembre de 2001 probablemente habría empezado antes. Lo que es destacable de Argentina es la paciencia de la gente. Han doblado el desempleo desde 1995 y el FMI sigue diciendo lo mismo.

P. Algo de culpa tendría también el Gobierno argentino...

R. Ciertamente, contribuyó en gran medida la forma de abordar los procesos de privatización de los servicios públicos, con precios muy altos, poco competitivos. Y otros asuntos como la corrupción, pero no fueron el origen de la crisis.

P. ¿Un papel más activo del Fondo empeoraría las cosas?

R. La discusión se orienta hacia el lugar equivocado, si el FMI les prestará el dinero o no. Si el FMI les deja dinero, la mayor parte del mismo se irá en devolverlo al FMI, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. Esto no reiniciará el motor de la economía, aunque sí mantendrá el buen aspecto de los libros del FMI.

P. ¿Qué propone usted?

R. Lo más importante es reconocer los recursos que posee

Crisis Argentina

'Si Argentina hubiera llevado a cabo todos los ajustes que le exigía el Fondo Monetario Internacional, las cosas habrían ido todavía peor'

Argentina: la tierra, la gente, los recursos naturales, siguen estando allí. Lo que hay que hacer es concentrarse en reiniciar la economía. Las exportaciones, por ejemplo, son ahora mucho más atractivas. Hablando con empresarios catalanes, comentaban que Argentina se empieza a convertir en un país atractivo en el que producir. O sea, el acceso a los mercados es fundamental para salir de la crisis. La agricultura es otro punto fuerte de Argentina, una de las áreas que se deben potenciar. Pero para ello, es imprescindible que el Norte abra sus mercados a los bienes argentinos.

P. ¿Cómo pueden ayudar los países occidentales y, en concreto, España?

R. Para recuperar las exportaciones, Argentina va a necesitar capital humano, gente que produzca lo que quieren exportar, no el capital financiero que se va en pagar los créditos del Fondo Monetario Internacional y que beneficia a las empresas. Es importante para Europa, para España, pensar en la forma de proporcionar ese capital humano.

Crisis del acero

''La hipocresía de EE UU es escandalosa e impide la existencia de un sistema universal basado en la equidad''

Pregunta. Cuando propone una nueva manera de entender la globalización insiste en el papel que deben jugar los países del Norte al abrir sus mercados. ¿Cómo interpreta la denominada crisis del acero que ha enfrentado a Estados Unidos y Europa?

Respuesta. Creo que la hipocresía de Estados Unidos en esta materia es escandalosa e impide un sistema global basado en la equidad. Si el país más rico del mundo, con un desempleo inferior al 6%, dice que necesita cláusulas de salvaguarda para proteger su industria del acero, entonces cualquier país del mundo, y por supuesto, cualquier país en desarrollo, con tasas de paro del 15% o el 20% puede decir que necesita cláusulas de salvaguarda para proteger cualquiera de sus industrias.

P. ¿Cuál es el verdadero origen de este conflicto?

R. Yo lo he estudiado con detalle, aunque cualquiera que conozca la historia de la industria del acero norteamericano sabe perfectamente cuáles son sus problemas. No se trata de un problema súbito ocasionado por las importaciones. Lo que pasa es que la industria del acero norteamericano es menos eficiente que la de Corea o la de Europa. No ha habido un cambio repentino, es una cuestión política. Todos los países tienen sus intereses y si todos hicieran lo mismo, minarían el sistema de comercio internacional.

P. No es un caso aislado, la agricultura sigue estando fuertemente subvencionada.

R. Sucede lo mismo. La permanencia de subsidios agrícolas son una de las mayores desigualdades que existen en el comercio internacional y hacen mucho daño a los demás países.

P. A México, por ejemplo...

R. Uno de los motivos por los que el Nafta fue muy criticado por mucha gente fue por los subsidios del maíz estadounidense. Esta política perjudica gravemente a los granjeros mexicanos más pobres, que no pueden competir con los del país vecino.

P. Pero el país en su conjunto sale beneficiado...

R. El crecimiento que ha experimentado México ha beneficiado, como siempre, a las personas más ricas del país. De nuevo, Estados Unidos hace exactamente lo contrario de lo que dice, poniendo en peligro la credibilidad de lo que preconiza desde los foros internacionales.

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