González invita a Zapatero a demostrar que tiene proyecto
Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero se dieron cita ayer, la primera vez que lo hacen en público, para presentar el libro El relevo, obra del periodista Gonzalo López Alba, en el que se narra lo sucedido en el interior del PSOE durante los 130 días que mediaron entre la dimisión de Joaquín Almunia como secretario general del partido y la elección de Zapatero, en julio de 2000.
Muy pocos de los asistentes al acto, en su mayoría dirigentes del PSOE, ex dirigentes y parlamentarios de la actual legislatura, esperaban que el ex presidente del Gobierno hiciera 'autocrítica', como él mismo la definió, sobre la coyuntura interna de su partido. González arrancó de un somero análisis sobre la debacle de la izquierda en las recientes elecciones francesas -'La V República está liquidada', afirmó-, para concluir que 'lo más importante en este momento es tener ideas con las que llenar los discursos', a pesar de la presión que ejercen los medios de comunicación y de su tendencia 'a la banalización de la política'. A su juicio, en el 35º Congreso se produjo el relevo al frente del PSOE, 'pero está aún por demostrar que haya un nuevo proyecto político con contenido de ideas'. Zapatero se limitó a esbozar una sonrisa.
González aclaró que, aunque el presidente castellano-manchego, José Bono, 'no se lo cree', en el 35º Congreso del PSOE celebrado en julio de 2000 apostó por él, aunque respetó su criterio de no apoyarle en público. 'Le dije que estaba de acuerdo en que fuera candidato, quería contar con mi conformidad pero que no le ayudara públicamente. Me pareció razonable, no hubo problema...'. Ello quiere decir, añadió el ex presidente del Gobierno con ironía, 'que he perdido todas las [elecciones] primarias que se han hecho en el partido'. En abril de 1998, José Borrell ganó a Joaquín Almunia las elecciones internas convocadas para decidir el cartel electoral de 2000, pese a que González apoyó a este último. Después Borrell dimitió.
Riesgo o continuidad
Zapatero interpretó ayer el papel desempeñado por Felipe González en vísperas del 35º Congreso como producto de las dudas que tenía entre la seguridad que hubiera significado un candidato de continuidad como Bono y el 'riesgo' que suponía él mismo, a quien había conocido sólo dos meses antes de la celebración del cónclave. La comunicación ahora entre ambos es tan fluida que González reconoció que le da a conocer por anticipado hasta sus colaboraciones periodísticas.
El ex líder socialista comentó que entre las razones que le llevaron a dejar la secretaría general del PSOE en 1997, pesó la de evitar la división de la sociedad. 'Este país es bastante fulanista, caudillista que dirían otros, se había construido una polarización no conveniente y yo era la causa. No quise contribuir a una mayor polarización social que a tantos desastres nos ha llevado', comentó González, quien previno del peligro de que se reabra la herida por culpa de los que defienden una Constitución 'excluyente' porque se creen sus 'propietarios'. 'Ahora parece que la parió él', comentó, en clara referencia al presidente José María Aznar. González recordó que al iniciar su mandato en 1982 sólo provocaba un rechazo social del 12% y que al dejar el liderazgo de su partido este porcentaje había subido hasta el 37%.
Zapatero se mostró ayer partidario de 'no esconderse detrás de Felipe González', ni tampoco 'de esconderle', porque 'es una parte importante de la historia de este país'. Se puso como objetivo 'estar a la altura de los que han dirigido el partido, empezando por Pablo Iglesias'.