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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El difícil año de Repsol

Repsol YPF se ha enfrentado en el último ejercicio al año más difícil de su historia, sobre el que su presidente, Alfonso Cortina, dio ayer cuenta a los accionistas. La evolución de la petrolera hispano-argentina experimentó en 2001 un giro respecto a sus 16 años de historia, con la presentación de un recorte de beneficios del 57,8% y la entrada en pérdidas en el último trimestre. Aunque en esta importante caída de resultados ha influido la cotización a la baja del precio del crudo, la crisis económica que atraviesa Argentina fue el factor clave, como quedó de manifiesto ayer en la junta de accionistas, en la que se llegó a votar sin éxito una petición de dimisión de todo el consejo formulada por una pequeña accionista.

A Repsol YPF la debacle del país suramericano le ha perjudicado directamente en varios aspectos. Entre otros, le ha obligado a realizar fuertes provisionamientos y un saneamiento de los activos afectados por la devaluación del peso, el aumento de los impagos y la reducción de ingresos a causa de la crisis social. Pero quizá lo más grave es que el grupo se ha visto dañado por el impuesto a las exportaciones y las aportaciones especiales que el Gobierno de Eduardo Duhalde ha decretado para las compañías petroleras.

La compra de YPF, que ha sido la decisión más importante tomada por el presidente de la empresa, se ha convertido ahora en la mayor incertidumbre para el porvenir del grupo. Aunque Alfonso Cortina dijo ayer a los accionistas que el impacto de la crisis argentina se ha atenuado en el primer trimestre, los factores negativos sobre los resultados del pasado ejercicio no se han resuelto, y además pueden afectar este año, en un grado al menos similar al de 2001, a la evolución de la compañía. Por un lado, el Gobierno de Duhalde no ha cerrado todavía su plan sobre las aportaciones que deberán seguir haciendo las petroleras; por otro, su plan económico sigue sin convencer a las autoridades del FMI. Si con la toma de control de YPF, Repsol entró en el selecto club de las 10 grandes petroleras privadas del mundo, la operación también le ha supuesto vincular su futuro al de Argentina.

Para el pasado año la dirección de la petrolera fijó entre los objetivos prioritarios la reducción de la elevada deuda financiera, un plan respecto al que sólo ha dado tímidos pasos y, básicamente, a costa de las plusvalías obtenidas por la venta de activos. Los analistas no han considerado muy positivos los logros alcanzados, mientras que adicionalmente las agencias de calificación han rebajado la valoración de su deuda a niveles cercanos a los asignados a los bonos basura.

Esta es la situación del pasado reciente y de las perspectivas a las que se enfrenta Alfonso Cortina, salpicado por el caso BBVA, de cuyo consejo acaba de dimitir. Algo que se vio reflejado en la junta de ayer, tal vez la más tensa en la historia de la compañía. Pero lo que resulta indiscutible es que Repsol está hoy entre los grandes del sector gracias a su unión a YPF.

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