Síntomas conocidos de mal de altura
Los rangos de fluctuación del Ibex no se han modificado desde mediados de diciembre. Se mantiene una proyección, como una foto fija, entre los 7.500 puntos y los 8.500. La onda es espléndida. Lo importante es acertar con el recorrido. Lo peor, ir con el pie cambiado.
Si se da por buena esta apreciación, es lógica la aparición ayer de síntomas claros de vértigo. El movimiento alcista de la última semana ha sido intenso y genera dudas entre muchos gestores. El mal de altura asoma, aunque los índices aguanten estoicos, como apostando que las realizaciones de beneficios que surgieron el lunes y durante gran parte de la jornada de ayer van a tener una vida breve y que de nuevo se van a imponer las alzas.
Los mejores profesionales del mercado han aprovechado este intervalo para lanzar dardos envenenados. Consideran, así, que los repuntes brillantes, como el de los últimos días, constituyen una inmejorable oportunidad para deshacer posiciones y limitar los riesgos. Es decir, no apuestan por la continuidad de la tendencia en ciernes.
En los viejos manuales se encuentran situaciones muy parecidas, que han sido definidas como el abrazo del oso. En mercados bajistas como el actual, los respingos alcistas se convierten en trampas para los más nerviosos. Acuden éstos, como siempre, al calor de las subidas y se quedan atrapados en ellas durante muchas semanas, meses, incluso años.
Hay coincidencia, es cierto, en la mejora de las estadísticas estadounidenses, asumido el caos que propician las revisiones de los datos. También, en que las valoraciones actuales de Wall Street son insostenibles, por muy elevado que sea el crecimiento futuro de la economía. Indicadores, mientras tanto, que en la zona euro no son tan bondadosos, al menos por ahora.