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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Bush abraza el proteccionismo

El presidente de EE UU, George Bush, se somete mañana a un examen crucial dentro de su mandato, el del verdadero compromiso de su Gobierno con el libre comercio. Bush hará pública su decisión sobre la aplicación de medidas proteccionistas a la industria del acero, entre las que destaca la posibilidad de un aumento del arancel a la importación hasta el 40%, como le han pedido tanto las empresas del sector como la propia Comisión de Comercio Internacional del Congreso. Y todo indica que Bush hará caso de las presiones y protegerá a su industria de lo que califican de competencia desleal por parte de productores más eficientes, como Corea del Sur o la Unión Europea.

El comisario europeo de Comercio, Pascal Lamy, ya ha anunciado que si EE UU adopta medidas en esta dirección llevará el conflicto ante la Organización Mundial del Comercio (OMC). Se abrirá así otra batalla comercial entre las dos potencias, cuando aún está pendiente de resolver el asunto de las subvenciones a la exportación, que la OMC falló a favor de los europeos y que según Bruselas implica sanciones por importe de más de 4.000 millones de euros.

No será la única prueba de la voluntad comercial de EE UU. El Senado votará previsiblemente este mes si otorga al presidente la capacidad para negociar acuerdos comerciales por la vía rápida, denominada Autoridad para la Promoción Comercial (TPA, por sus siglas en inglés, conocida antes como fast track). Bush logró en diciembre el apoyo, por un solo voto, de la Cámara de Representantes, pero los congresistas dejaron varios capítulos fuera de la autoridad, entre ellos el agrícola o las subvenciones a la exportación, lo que devalúa la capacidad negociadora de Bush.

Más allá del enfrentamiento comercial entre la UE y EE UU, la decisión de Bush y la votación del Senado condicionarán sin duda los procesos de liberalización comercial actualmente en marcha y, entre ellos especialmente la ronda mundial abierta en Doha. Una vuelta al proteccionismo por parte de la primera potencia mundial daría prácticamente al traste con el acuerdo alcanzado en noviembre para dar un nuevo impulso global al libre comercio. En este proceso, los países en desarrollo se ven sometidos a la exigencia de abrir sus mercados y mejorar a un alto precio su competitividad para constatar que EE UU recurre a la protección a su industria cuando son sus intereses los que están en juego o cuando su industria se queda a la zaga de la superioridad que exhibe en muchos otros ámbitos.

Ambiciosos procesos de liberalización comercial, como el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), sufrirán también un serio parón, sino mortal. Brasil ya advirtió en diciembre que si los capítulos textil y agrícola quedan fuera de la capacidad negociadora de Bush se retirará de las negociaciones del ALCA. Bush se enfrenta mañana a la primera demostración de cuánta separación hay de verdad entre los dichos y los hechos.

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