Mucho más que una moda
Ribera del Duero se ha ganado un puesto de relieve en el panorama vinícola nacional e internacional. Sus tintos alcanzan en ocasiones el prestigio de los grandes borgoñas
No hay carta de vinos que se precie que no reserve un importante espacio a los grandes tintos de Ribera del Duero. Construidos sobre su variedad reina, la tempranillo, que allí adopta el nombre de Tinta del País, y creados bajo las premisas de tres o cuatro bodegas visionarias (no hace falta recordar que en estas tierras nace Vega Sicilia y Pesquera), los vinos de Ribera del Duero demuestran una longevidad y una estructura que los hace inconfundibles.
La denominación de origen se sitúa en lo que conocemos como Alto Duero, una extensa franja de terreno que rodea los márgenes del río en el camino sinuoso hacia Portugal. En el recorrido atraviesa cuatro provincias: Burgos, Valladolid, Soria y Segovia con centros vinícolas en Aranda de Duero, Peñafiel y Roa. Los orígenes del viñedo datan del siglo XI, en plena Reconquista, cuando los monjes de Cluny introducen la vid en esta región y muestran modos y maneras de cultivo a los nuevos pobladores cristianos de la zona. Bodegas y castillos conviven a partir del siglo XIII, pero la coexistencia parece anclarse en ese pasado hasta que, en 1864, Eloy Lecanda encuentra en estos parajes cercanos al Duero el lugar apropiado para crear un vino al estilo francés con variedades nobles como Cabernet Sauvignon, Merlot o Malbec. Así nace la verdadera historia de Ribera del Duero, al cobijo de los tintos míticos de Vega Sicilia. En este elegante amparo surgen con fuerza otras grandes figuras del vino. La llegada del rompedor Pesquera, de Alejandro Fernández, la concienzuda introducción de Carlos Moro con Matarromera o los modos clásicos ribereños de Torremilanos, de Pablo Peñalba, son tres claros exponentes de lo que esta denominación ofrece.
Hoy la denominación, definida en 1979 y confirmada en 1982, comprende un viñedo de unas 9.000 hectáreas repartidas a ambos márgenes del río. Tierra poco abrupta, de cerros, lomas y oteros que acogen la vid en sus laderas, goza de un clima seco, de veranos cálidos e inviernos rigurosos, que teme a las heladas primaverales. Su suelo, muy heterogéneo, generoso en cal y bajo en contenido de materia orgánica, parece hecho a medida de la uva Tinto Fino o Tinta del País, que deja poco espacio para otras variedades autorizadas por el Consejo Regulador, como son Cabernet Sauvignon, Malbec y Merlot, aquellas que hicieron famosa a Vega Sicilia y que la denominación no podía sino acoger con respeto.
La transformación registrada en Ribera del Duero ha llegado al campo, con marcos de plantación nuevos que permiten la mecanización y con una exhaustiva búsqueda de la calidad en el fruto. Y también a cada bodega, con instalaciones punteras a nivel tecnológico y asesoramiento por los mejores expertos del mundo.
En Ribera los tintos son los reyes, con excepciones casi anecdóticas de vinos rosados. Su característica elaboración pasa por largas maceraciones con el hollejo, lo que dota al vino de esa tanicidad tan peculiar como propia. Como en cada denominación se han especificado unas normas de envejecimiento del vino para la clasificación adecuada, que lleva al vino de joven a gran reserva. Se consideran vinos de crianza aquellos que tienen una crianza en barrica mínima de 12 meses y en botella de otro año. Para adquirir la categoría de reserva el vino debe tener un mínimo de tres años de envejecimiento, de los cuales al menos uno será en roble. En el caso del gran reserva, el tiempo de crianza es superior a cinco años, permaneciendo al menos dos en barrica y el resto en botella.
Ribera del Duero es una zona vinícola consolidada, de alto prestigio y grandes posibilidades, cuyos vinos son pieza indispensable en una buena bodega personal.
Blancos, tintos, rosados pero ¿cómo se hacen?
Hacer vino puede considerarse algo sencillo, fruto de la fermentación de un fruto, que transforma en alcoholes los azúcares contenidos en la uva y extrae sus aromas. Pero hacer un buen vino es una tarea compleja. El viticultor recoge las variedades, los pagos, las cosechas y elabora sobre partidas de uvas siempre diferentes, con su propio desarrollo específico. Y busca un vino concreto, un resultado estudiado, no fruto de la casualidad. Cada paso puede significar el éxito o el fracaso, cada etapa puede ayudar a su buen desarrollo o romper definitivamente su destino. Por eso, en la nave de fermentación comienza un proceso complejo que debe conocerse para valorar en su totalidad lo que es el vino.
El objetivo de una buena vinificación es extraer todo el potencial aromático y gustativo del fruto, controlando el proceso gracias a los sistemas de temperatura controlada. Han pasado muchos años desde la pisa de uva en el lagar, pero ese bello ritual, hoy sustituido por moderna maquinaria, sigue teniendo una misma finalidad. Las uvas contienen azúcares naturales y los hollejos de los granos maduros fijan las levaduras naturales. Cuando éstas entran en contacto con el mosto comienza la fermentación.
Los vinos blancos. La principal distinción entre blancos y tintos se deriva de sus formas de vinificar la uva. En la elaboración de blancos el prensado se realiza antes de que el vino inicie su fermentación, extrayendo el zumo que se hará fermentar solo, en tanques de acero inoxidable, cubas o barricas. Habitualmente se opta por lo que se conoce como un desfangado tras la prensa, que consiste en separar por decantación los residuos sólidos.
Los vinos tintos. A diferencia de los blancos, estos vinos fermentan con los hollejos, que no sólo le transmiten el color, sino también los taninos y ciertos aromas. Para la mayoría de los tintos se procede al despalillado (eliminación total o parcial de la parte leñosa del racimo), seguido del estrujado, que rompe la uva antes de su entrada en el tanque de fermentación. Así, las uvas trituradas y sus mostos se vierten en tanques de acero inoxidable, tinos de madera o depósitos de cemento revestido adecuadamente para realizar su fermentación y lo que se conoce por maceración, cuya duración es variable. A través del sistema de remontados (extraer mosto o vino de la parte inferior del tanque para bombearlo a la parte superior donde se acumulan pieles, pepitas y residuos sólidos) se realiza dicha maceración, imprescindible para obtener vinos de calidad, que en algunos casos se prolonga más de cuatro semanas. Terminada la maceración se vacía el tanque y el vino resultante comienza su propio camino según se trate de vino joven o con crianza.
El rosado se elabora a partir del mosto de uvas tintas fermentado tras un corto contacto con el hollejo, lo que le aporta esa leve intensidad colorante.
Matarromera Prestigio Tinto Cosecha 1998
Carlos Moro es un verdadero estudioso del vino. Su bodega madre Matarromera ha demostrado en pocos años una continuidad en la calidad digna de admiración. Matarromera Prestigio luce un vino de color rojo cereza granate, de gran intensidad, vivo y brillante. En nariz se presenta complejo, con un delicado bouqué del que sobresalen rasgos especiados y de finas maderas. En boca se muestra sabroso y largo, muy bien armado, con cuerpo y gran esqueleto. Un vino que irá mejorando en botella a lo largo de los próximos cinco o 10 años. Por sus características organolépticas, es un vino ideal para acompañar platos de caza, como el solomillo de ciervo braseado, al igual que aves elaboradas como la becada o el capón.
Bodega: Matarromera. Crianza: Nueve meses en roble americano; nueve en francés. Variedad: Tinta del País. Cosecha: 1998 (muy buena) Temperatura de servicio: 16-17º C. Precio bodega: 34,86 euros.
Condado de Haza Tinto Cosecha 1999
Condado de Haza es una iniciativa más de Alejandro Fernández, creador del Tinto Pesquera. Un vino color rojo cereza picota madura con ribete granate. Al acercar la copa a la nariz captamos aromas que nos recuerdan a suero de queso fresco y yogur, junto a éstos destacan otros que evocan la confitura de ciruelas negras. Con el paso del tiempo encontramos toques especiados -vainilla y jenjibre- junto a notas aromáticas que nos hacen pensar en madera tostada. Cuando lo bebemos la sensación predominante es el carácter frutal (fruta muy madura), definiéndose como sabroso, carnoso y de gran equilibrio acidez-alcohol. Acompaña platos de caza menor de pluma estofados, carnes rojas asadas y cordero asado.
Bodega: Condado de Haza. Crianza: 460 días en barrica de roble americano. Variedad: Tinta del País. Cosecha: 1999 -excelente-. Temperatura de servicio: 14-15º C. Precio aprox. bodega: 7,8 euros.
Torremilanos Tinto Gran Reserva 1994
En el corazón de la Ribera se erige la finca de Torremilanos, propiedad de Bodegas Peñalba López. Con las mejores uvas, extrayendo lo mejor de cada tiempo y capturando la esencia de esta tierra nace este gran reserva de bonito color rojo picota madura con ribete teja. El vino presenta una capa media-alta y se expresa muy complejo en nariz, con aromas de frutas rojas maduras, casi en confitura, matizados con otros especiados como la pimienta y el clavo. Destacan notas de cuero y torrefacción. En boca resulta amplio y aterciopelado, con muy buena estructura. Buena persistencia final. Adecuado con carnes rojas, como el chuletón de buey a la brasa, y platos de aves como la perdiz estofada o el confit de pato.
Bodega: Peñalba López. Crianza: Un mínimo de dos años en barrica de roble francés. Variedad: Tinta del País. Cosecha: 1994 -muy buena-. Temperatura de servicio: 17º C. Precio en bodega: 21,04 euros.