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Tribuna
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Sobre el empleo pleno

El autor analiza el contenido de la ponencia sobre la sociedad del pleno empleo presentada en el reciente congreso del PP. Afirma que dicho texto provoca sonrojo por la autocomplacencia con la que ha sido redactado.

El título de la ponencia resultaba sugerente. Nada menos que Hacia la sociedad del pleno empleo y las oportunidades. Sin embargo, fue la que menos atención recibió de entre las cuatro presentadas a los compromisarios en el reciente congreso del PP, hecho que podría sorprender, dada la importancia que la ciudadanía concede al problema del desempleo. Una vez leído el texto original se comprende ese desinterés. A poca disposición crítica que se haya otorgado a dichos compromisarios es de suponer que ante el dilema de comprometerse con enmiendas a la totalidad o apuntarse a otras ponencias menos incómodas, optaran por esto último.

La ponencia, en verdad, produce sonrojo, sensación mezclada con la inquietud que provoca conocer algunas de las ideas que se apuntan para alcanzar esa Arcadia feliz del pleno empleo y las oportunidades. El sonrojo sobreviene al observar la desmesurada autocomplacencia que recorre el texto, amén de la ligereza con que aborda el asunto y sus antecedentes. Por ejemplo, entre los primeros párrafos hay uno donde se afirma que la 'victoria de la sociedad española frente al paro no ha sido fruto de la casualidad. Han tenido que darse una serie de circunstancias provocadas por otras tantas decisiones políticas' (el subrayado es mío). Como en ningún momento se hace mención al contexto internacional en el que se ha desenvuelto nuestra economía, la impresión es que nada tiene que ver con nuestra generación de empleo el crecimiento experimentado estos últimos años por el comercio y la economía mundiales, sino que lo conseguido lo ha sido por obra y gracia de las luminosas decisiones políticas del Gobierno. Y aunque no se trate aquí de restar méritos a éste, convendría que llamara la atención a su partido para que se exprese con algo más de pudor.

El que una y otra vez se exalten las bondades de una idílica y futura sociedad del pleno empleo y las oportunidades, con una descripción que nos recuerda Alicia en el país de las maravillas, acaba por dar a la ponencia un tono frívolo frente a un problema serio. También es una frivolidad la forma en que describe el antes y el después de la llegada del PP al Gobierno, resumido en que el PSOE había llevado a los españoles a la 'sociedad de la resignación' frente al paro, mientras que con la derecha vivimos 'una etapa de esperanza y de ilusión'.

En otros de sus apartados se nos anuncia que vamos a 'alcanzar la convergencia real con la UE en términos de renta, de empleo y de bienestar', tarea milagrosa donde las haya si tenemos en cuenta que uno de sus principales instrumentos va a ser la nueva rebaja de los impuestos y, por tanto, sin reparar que de Europa nos separan como media siete puntos en este capítulo, los mismos que nos separan de Europa en la proporción del PIB dedicada a protección social pública. Proporción que, por cierto, esta hoy más alejada de lo que lo estaba antes de la llegada de Aznar a La Moncloa.

La ponencia contiene perlas de matriz leninista, como la de que 'sin progreso económico la libertad es estéril'; manifiesta tesis fundamentalistas y probadamente falsas, como la de que 'la razón de la privatización, la sustitución de una provisión pública de bienes y servicios por una provisión privada, reside en la relación directa entre propiedad privada y eficiencia económica'; tesis que provocaría sonrisas a cualquiera que conozca cómo viven los ciudadanos del centro y norte de Europa, con su potente sector público, y cómo lo hacen, por ejemplo, los latinoamericanos, con fiscalidades que apenas sobrepasan el 10% del PIB y con casi toda la riqueza en manos privadas.

Aparte los citados indicadores del singular pensamiento de centro reformista que, al parecer, ha inspirado la ponencia, hay preocupantes anuncios de reformas, como la del sistema de protección al desempleo, que confirman el propósito de recortar las prestaciones para que la 'protección no sea un desincentivo o freno para el trabajo'. También se piensa reformar el modelo de negociación colectiva, entre cuyos objetivos estaría 'la moderación salarial general' y su adaptación a cada empresa. El PP vuelve a las andadas en su intención de centrifugar la ya bastante centrifugada negociación de los convenios colectivos con ideas que han sido las principales causantes del fracaso de las negociaciones tripartitas que se desarrollaron en otoño.

Otra propuesta aún más inquietante es la de pretender impulsar los contratos de trabajo estables mediante 'la reducción del diferencial de costes con los contratos temporales', idea sin duda brillante, pues está claro que el día que se consiguiera generalizar la facilidad para despedir de manera libre y prácticamente gratuita, que hoy se da para los trabajadores contratados temporalmente, es seguro que todos los contratos serían de duración indefinida.

Inútil decir que con tales mimbres no es probable que se construya la prometida sociedad del pleno empleo. Pero sí lo es que, de empeñarse en utilizarlos, el camino estaría minado por los conflictos.

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