Inflexión
Empiezan a asomar datos esperanzadores en la recuperación económica de EE UU. Carlos Solchaga explica las repercusiones del déficit de la balanza de pagos por cuenta corriente que todavía perdura
Según la perspectiva esbozada hace unos días por el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, la economía de aquel país estaría próxima al punto de inflexión en la curva de actividad, en el que se pasa de la fase de recesión a la recuperación. Las fuerzas que detenían la llegada de esta última están perdiendo vigor y empiezan a asomar algunos datos esperanzadores en la recuperación de la confianza de las empresas y de los consumidores.
No obstante, Greenspan ha hecho estas apreciaciones matizándolas con dos preocupaciones que siguen manteniéndose vigentes en este momento: el temor todavía presente de los empresarios a relanzar la inversión cuando aún no se ha despejado la incertidumbre y las consecuencias todavía no desarrolladas completamente del aumento del desempleo -ya acontecido y el que puede todavía producirse en los próximos meses- sobre la confianza del consumidor y sobre el propio consumo. Si estos dos aspectos no evolucionaran favorablemente, es posible que nos encontremos ante una situación de recuperación efímera de la actividad económica, condenada a extinguirse en un plazo muy corto. Si, por el contrario, estos dos aspectos no impidieran la consolidación de la recuperación económica, promovida casi exclusivamente por la reducción del tipo de interés -algo de aumento del gasto público, particularmente en defensa, habrá contribuido también a la misma-, es posible que las medidas fiscales que todavía se siguen discutiendo arduamente en el Senado de los Estados Unidos fueran innecesarias y me atrevo a decir que, por ello mismo, incluso contraproducentes.
Porque no puedo evitar mantener la reserva mental de que una recuperación que se produjera sobre la base del desequilibrio entre ahorro e inversión nacional que todavía perdura en la economía norteamericana tendría que ser poco consistente. A pesar de la crisis, el déficit de la balanza de pagos por cuenta corriente en EE UU -la otra cara del desequilibrio entre la inversión interna y el ahorro nacional- continúa rondando el 4% del PIB. Una reducción adicional del ahorro público a través de una política fiscal expansiva agravaría todavía más una situación que dura ya demasiados años para no levantar sospechas y alimentar inquietudes.
Una forma muy positiva de resolver esta ecuación sería la depreciación significativa del dólar que permitiría reequilibrar de manera significativa la balanza de pagos por cuenta corriente, aumentaría -a través del crecimiento de las exportaciones- la actividad económica, contribuyendo a consolidar la recuperación rápidamente y de paso aliviaría considerablemente la recesión económica internacional. Países muy conectados a la economía norteamericana y con monedas dentro del área de referencia del dólar, aun cuando mantengan regímenes de tipo de cambio flotante, se beneficiarían enormemente de un dólar más débil, particularmente en América Latina y el este de Asia (sin excluir el propio Japón) y el Banco Central Europeo podría continuar el descenso de los tipos de interés sin temor a los repuntes inflacionistas con un euro más apreciado.
La cuestión es si en estos momentos se dan las condiciones necesarias para que un acuerdo de colaboración entre las principales autoridades monetarias tuviera el éxito que en su día, 1985, tuvieron los famosos acuerdos del Hotel Plaza. Hoy por hoy, todavía parece que no.