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La moderación salarial genera más empleos, pero con sueldos bajos

Sindicatos y empresarios quieren garantizar la moderación salarial en 2002 a cambio del compromiso empresarial de moderar los avances de los precios. La experiencia de los últimos 10 años avala que sólo se generaron altas tasas de empleo cuando los salarios nominales fueron bajos y los reales cercanos a cero. Sin embargo, siete años de fuerte generación de empleo (tres millones más de asalariados) no han logrado que la remuneración salarial supere el 50% de la renta nacional.

La existencia de un pacto interconfederal garantiza la moderación salarial, como se ha demostrado en los últimos 20 años. Pero no es imprescindible, como también lo demuestran los últimos siete años, en los que, sin pacto, el crecimiento moderado de los sueldos ha sido un hecho.

La única diferencia radica en que para que existiese moderación sin pacto global ha sido preciso que mediase una conversión sindical: llegar a entender que el mejor camino para generar crecimiento económico, de inversión y de empleo es que los sueldos nominales suban poco y a ser posible que los incrementos salariales reales sean lo más cercanos posible a cero.

Tras la última crisis económica, que entre 1992 y 1993 destruyó casi todo del empleo generado durante los seis años anteriores, la estrategia sindical viró radicalmente (en parte empujada por los fracasos de las huelgas generales de enero de 1994) e incorporó, a sus análisis y modelos reivindicativos, planteamientos de política económica global y no sesgada hacia la demanda social de forma exclusiva. De ahí surgió un cambio en la escala de valores defendidos, que encabezaría desde entonces el empleo, en vez del salario a cualquier precio como había sido hasta entonces.

Un análisis de los 10 últimos años revela que el despegue en la generación de empleo estuvo precedida, o al menos acompañada, de una reducción de los costes del trabajo. Pero, fundamentalmente, de una moderación en las demandas salariales, que de estar cercanas al 8% se moderaron hasta cifrar avances en la remuneración individual del 4,7% en 1994 y 4,5% en 1995. Así, se pasó de avances de los salarios reales (subida nominal menos la inflación generada) cercanos al 2% a salarios reales nulos o muy limitados.

Incluso en los últimos años de este ciclo (1999, 2000 y 2001), los salarios reales han sido negativos, y se registraron los mayores avances en la generación de asalariados, aunque también es cierto que coincidieron con ejercicios de altos crecimientos económicos.

Lógicamente, tal movimiento ha contribuido a un mayor control de la inflación y a ofrecer mayor capacidad de maniobra para la negociación de los salarios en ejercicios sucesivos, ciñéndose a la marcha de las empresas y sin necesidad de grandes pactos. Así, se ha pasado de una destrucción de empleo superior al 4% en 1993 y más moderada en 1994 según la encuesta de población activa, a generaciones crecientes del número de asalariados. Sin embargo, no es correcto imputar tal hecho simplemente a la moderación salarial. Los costes laborales se redujeron también por abaratamiento del despido en 1994 y posteriormente en 1997, lo que permitió una masiva incorporación de trabajadores fijos, especialmente jóvenes, a las empresas.

Pero, además, España se ha beneficiado (previo control de la inflación y de los déficit de las cuentas públicas) de un shock de tipos de interés que redujo considerablemente el coste de financiación de la inversión y cuyos efectos se han extendido hasta ahora, máxime cuando los agentes económicos han entendido que la pertenencia de España a la zona euro garantiza la estabilidad macroeconómica.

La fuerte generación de nuevos asalariados, que pasaron de 8,3 millones en 1993 a 11,3 millones en 2001, no logra desequilibrar el reparto de la renta nacional. Mientras que en 1994 la remuneración de los asalariados absorbía el 50,7% del PIB, en 2001 (segundo trimestre) el porcentaje ha disminuido incluso al 48,2%.

Por su parte, el excedente bruto de explotación de las empresas, base para la renovación de la inversión, se ha mantenido en torno al 40% del PIB. æscaron;nicamente los impuestos ligados a la producción e importación han experimentado un crecimiento notable en el reparto de la renta, al pasar del 8,9% al 11,2%.

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