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LEALTAD, 1

Devaluar el peso no es tan sencillo

Tras un año de debate público, la comunidad financiera ha llegado a la conclusión de que Argentina deberá devaluar en algún momento. Los primeros argumentos sólo han ganado validez con el tiempo. Los argentinos pagan un precio excesivo por una estabilidad monetaria. Sacrifican el país en el altar de la paridad, como dirían otros.

Tanto ha calado la idea de la necesidad de la devaluación que los propios acreedores comienzan a dar cuenta de que, aunque la paridad se mantenga, el riesgo de devaluación persiste. Se trataría de una devaluación real, esto es, una deflación y una crisis económica que cortaría la capacidad de hacer frente al compromiso de pago. Una devaluación hace lo mismo pero por otra vía, al aumentar la cantidad de pesos que se deben.

Pero, si es lo que hay que hacer para sacar al país de la crisis y el mundo financiero no lo ve del todo mal, ¿por qué no se devalúa? La decisión política es extremadamente difícil. Tanto, que quien lo decida tendrá que estar entre la espada y la pared. Así se entienden las cada vez mayores dificultades que tiene Cavallo para hacerse oír.

Muchas familias y empresas argentinas están endeudadas en dólares. Ingresan pesos, pero pagan dólares. Algunos, incluso, ahorran en pesos, aunque las últimas medidas del Gobierno facilitan la dolarización de los depósitos.

En cualquier caso, una devaluación supone un durísimo varapalo a la riqueza de las familias. Nadie querría pasar a la historia como la persona que dejó a media Argentina al borde de la quiebra.

Este efecto no sólo complica la decisión de devaluar. También hace que la salida de la crisis no sea tan sencilla. El empobrecimiento derivado de la devaluación en un país endeudado en dólares castigará, con toda seguridad, el producto interior bruto. Ahora bien, pocas alternativas quedan.

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