Telefónica conserva casi el 90% de cuota a los tres años de la liberalización
Cuando se cumple el tercer aniversario de la liberalización de las telecomunicaciones, al antiguo monopolio le han restado por primera vez más del 10% del mercado. Este hito no puede ocultar que Telefónica conserva una posición de absoluto dominio del mercado español y entre todos los actores del sector crece la certeza de que la apertura ha sido un fracaso.
Hoy se cumple el tercer aniversario de la liberalización de las telecomunicaciones en España y la sensación de operadores, reguladores y hasta usuarios es de fracaso. Las cifras del desastre son tan conocidas como contundentes. Sólo en la telefonía móvil la competencia es un hecho (Telefónica Móviles tiene una cuota del 55,5%; Vodafone, del 27,4%, y Amena, del 17,1%), si bien es cierto que la apertura arrancó en 1995 y con dos compañías que inauguraban una nueva tecnología.
En telefonía fija, sin embargo, a pesar de que la transmisión de datos está liberalizada desde principios de la década de los noventa y de que Retevisión y Uni2 tuvieran un margen mayor, Telefónica ha perdido una cuota de mercado que apenas supera el 10% y, según datos suministrados recientemente por la CE, sólo se han abierto a la competencia siete líneas de un total de 17 millones de accesos.
En los próximos días, la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT) hará públicas las cifras del reparto del mercado y, según fuentes del sector, Telefónica caerá por primera vez por debajo del 90% de cuota. Los culpables son el tráfico de Internet y la liberalización de las llamadas locales, donde los nuevos operadores están ganando posiciones. Sin embargo, este trozo de la tarta es el menos rentable, lo que impacta directamente en las maltrechas cuentas de los rivales de Telefónica.
Regulación cambiante. Los responsables de las diferentes operadoras discuten apesadumbrados en estos días las razones del fracaso y todos, menos Telefónica, culpan a la regulación, al afirmar que se ha favorecido en todo momento al ex monopolio. No obstante, existen dos momentos claramente diferenciados en el proceso de liberalización tomando como referencia en principio de 1998 cuando el segundo operador, Retevisión, comenzó sus operaciones. Durante el periodo de dos años, hasta marzo de 2000, en que Rafael Arias-Salgado fue ministro de Fomento, la obsesión del Gobierno fue crear un marco favorable al nacimiento de todo tipo de operadoras, incluso sin exigirles ningún tipo de garantías de inversión o permanencia. Este periodo coincidió con un momento de bonanza en el sector de las telecomunicaciones e Internet, lo que motivó que en algún momento tuviera licencia activa más de un centenar de compañías.
El segundo gran periodo de la liberalización coincide con la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología y con el nombramiento como titular del departamento de la antigua primera ejecutiva de Retevisión. Anna Birulés y César Alierta, sustituto de Juan Villalonga al frente de Telefónica, han vivido en el último año y medio una etapa radicalmente distinta, en la que las buenas relaciones entre el operador dominante y la Administración han sido el aspecto fundamental. La mayor comprensión del Gobierno ante las peticiones de Telefónica, unida a la profunda crisis que se ha desatado en el sector y en la economía mundial, ha tenido como consecuencia la desaparición de muchas operadoras de segunda y tercera fila. Y las que pugnan en la primera tienen que luchar con márgenes escasos, una dura competencia y serias dificultades de financiación.
Telefónica sigue reinando. Contra todo lo que se pudo pronosticar hace menos de dos años, la filial de telefonía fija de Telefónica se ha convertido en una de las joyas de la corona del grupo. Y es que la compañía también ha vivido dos periodos radicalmente distintos. Con Villalonga, los éxitos estratégicos espectaculares convivieron con una pésima gestión del negocio. César Alierta inauguró una nueva etapa en la que las actividades tradicionales de la empresa han retomado el pulso y han vuelto a brillar con luz propia en el mercado español.
La gran incógnita en este momento es si el nuevo presidente de Telefónica será capaz de aprovechar las circunstancias del mercado para situar a la compañía en una posición internacional relevante, todo vez que el ex monopolio, cada día con más claridad, puede esperar a ser consolidadora y no consolidada durante la resolución de la tormenta.
Auna, la eterna esperanza. Retevisión, embrión de Auna, fue la gran opción frente a Telefónica durante sus dos primeros años de existencia. Posteriormente, se ha convertido en el símbolo del fracaso. Sólo el nacimiento de Auna en diciembre de 2000 ha dado un mínimo de coherencia a un grupo de operadores que aspiran a dar un servicio global. La estrategia coherente que apunta Auna se ha visto por dos veces truncada ante la posición destructiva de sus dos principales propietarios, Endesa y Telecom Italia.
Si el proyecto logra superar sus contradicciones, el equipo gestor tiene previsto atacar la hegemonía de Telefónica haciendo ofertas entre los clientes de las diferentes empresas de Auna. La compañía que preside Alierta será incapaz de replicar este esquema, ya que lo que Auna hace con un número limitado de clientes, se convertiría en un suicidio para una empresa con 17 millones de abonados.
Vodafone asume riesgos. Después de ser el gran animador de la competencia en telefonía móvil y el ejemplo a imitar en el fijo, el cambio de propiedad en Airtel ha introducido a la rebautizada Vodafone en una estrategia tan sugestiva como arriesgada. Pasa de ser una empresa nacional a convertirse en una filial del líder mundial del móvil, que además tiene su centro más directo de mando en Italia. Para dirigir este gran cambio ha llegado desde Holanda un directivo, John de Wit, de perfil más dialogante y menos ejecutivo que su predecesor.
Unión para sobrevivir. Jazztel y Uni2 pueden ser legítimos representantes de la larga lista de operadoras que, a pesar de sus esfuerzos, han conseguido una cuota mínima del pastel de las telecomunicaciones. Ambas han logrado sobrevivir, cuando muchas otras han desaparecido del panorama.
La dureza de la competición les ha hecho replantearse el negocio y en las últimas semanas han confirmado que mantienen unas difíciles negociaciones para alcanzar una fusión.
La guerra de precios marca la pugna
En telefonía fija y, sobre todo, en el segmento de particulares, la guerra de precios entre operadoras ha marcado la competencia. Retevisión centró sus primeros anuncios en las rebajas y todas las que le han seguido han hecho lo propio. Esta estrategia ha hecho mella en las cuentas de todas las compañías. En un primer momento, los elevados márgenes de la telefonía de larga distancia permitían el desgaste, pero Telefónica ha ido reduciendo sus precios y otros segmentos se han abierto a la competencia (las llamadas locales). ¿El resultado? A tres años de la apertura, no salen las cuentas.
Los operadores alternativos, sobre todo sus accionistas, consideran que ya es el momento de buscar rentabilidad a las cuantiosas inversiones realizadas y han descubierto que la telefonía indirecta no es la respuesta. El margen entre los precios de interconexión (el peaje que se paga a Telefónica por utilizar sus redes) y la tarifa final de ex monopolio es muy estrecho y más si se tienen en cuenta sus descuentos y ofertas especiales. Todos los operadores intentan que sus tarifas sean más bajas que Telefónica (es la premisa más básica de la competencia), pero no siempre se consigue, como se puede comprobar en el cuadro.
Los datos han sido proporcionados por la OCU, sobre la base de una cesta de 1.100 llamadas que refleja el consumo anual de un usuario, teniendo en cuenta tanto los gastos fijos como las conexiones realizadas a distintos destinos. Si un operador no ofrece todos los servicios, la OCU considera que el usuario tendrá que tenerlos contratados con Telefónica y así lo computa en el total. Lo más sorprendente del estudio es que el ex monopolio no es la compañía más cara y mucho menos si se tienen en cuenta sus variadas ofertas.
Los rivales de Telefónica culpan a la regulación de este esquema, que les obliga a centrarse en los usuarios empresariales y en el acceso directo, dos segmentos mucho más rentables. Pero lo datos no son halagüeños. Jazztel, por ejemplo, cuenta con 720.046 clientes y sólo 1.532 empresas conectadas con su propia red. Peor es el caso de Uni2, con más de un millón de usuarios de telefonía indirecta y no más de 300 empresas conectadas. Retevisión, como líder de los rivales de Telefónica, cuenta con cuatro millones y medio de usuarios, aunque su cifra de accesos directos, 420.000, también da muestra del estado de la liberalización.
Un sector marcado por los tribunales y la Comisión Europea
Si algo define al sector español de las telecomunicaciones es la judicialización. La gran mayoría de las normas aprobadas por el Gobierno o el regulador (la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones) desde la Ley General de Telecomunicaciones de 1998 han sido recurridas. En una primera fase, la más propicia para los nuevos operadores, fue Telefónica la que puso a sus servicios jurídicos a trabajar. Desde la llegada de Anna Birulés al Ministerio de Ciencia y Tecnología, los rivales del ex monopolio son mucho más combativos y se han unido a Telefónica en la cascada de reclamaciones.
La batalla judicial está en todos los frentes, telefonía fija, móvil y cable; en todas las instancias, CMT, tribunales y Audiencia Nacional, y en varios países, España y Bélgica. Porque a Birulés también se le han multiplicado los frentes en Bruselas. Nada más terminar las vacaciones, la ministra se encontró con la negativa a aceptar el reequilibrio tarifario consensuado la primavera pasada entre el Gobierno y Telefónica.
Ahora, la Comisión Europea puede volver a amargarle las Navidades si, como es previsible, España está el próximo día 20 entre la lista de los países expedientados por obstaculizar la liberalización del último monopolio de la telefonía, el bucle local.
Convencimiento
Birulés, sin embargo, se mostró ayer convencida de que España no figurará en esta lista. "Estoy segura de que no somos uno de los países sujetos a sanción", afirmó ayer en Bruselas, donde acudió para la clausura de unas jornadas sobre Administración pública e Internet.
Sentado junto a la ministra, el comisario de Sociedad de la Información, Erkki Liikanen, que lanzó la amenaza de las sanciones el pasado miércoles, prefería reservarse el nombre definitivo de los denunciados, pero advertía que "la CE será muy estricta en la aplicación de la legislación" y exigirá que la apertura del mercado "sea genuina" en todos los Estados.
Liikanen indicó el pasado miércoles que, de momento, sólo cuatro países (Suecia, Dinamarca, Finlandia y Bélgica) han completado la apertura. Birulés recordó que España fue uno de los países que más impulsó el acuerdo para abrir a la competencia total a partir del 1 de enero de 2001 y exculpó al Gobierno de cualquier responsabilidad sobre el retraso en la apertura efectiva del mercado.