<i>A propósito de un aniversario </i>
Julián Ariza expone la importancia del papel que jugó en la lucha contra la dictadura el movimiento obrero, en particular CC OO, que conmemora en estas fechas el XXV aniversario de su constitución como sindicato.
Comisiones Obreras ha conmemorado el XXV aniversario de dos fechas emblemáticas en su historia, como fueron la de la asamblea clandestina que realizó en Barcelona el 11 de julio de 1976, donde decidieron cerrar la etapa en la que se veían a sí mismas como un movimiento sociopolítico, abriendo el proceso de su transformación en sindicato. Fue en Madrid, el 27 de septiembre de aquel año, cuando acordaron denominarse Confederación Sindical de CC OO.
Hoy CC OO es el primer sindicato del país. ¡Quiénes lo hubiéramos pensado de entre aquellos que tuvimos el entonces insospechado honor de participar en las iniciales comisiones de trabajadores que de forma espontánea y sin propósito de continuidad comenzaron a aparecer en las empresas, allá por la década de los cincuenta!
Existen diversas razones por las que esta conmemoración debería merecer el interés de los españoles. La principal es que no puede disociarse nuestra democracia del papel protagonista que en la lucha contra la dictadura y por las libertades sindicales y políticas jugó el movimiento obrero, en el que ocupaban un lugar destacadísimo las comisiones obreras. Tampoco puede disociarse nuestra democracia del fracaso que cosecharon quienes tras la muerte de Franco intentaron, con Arias Navarro y Fraga Iribarne a la cabeza, la que se llamó operación continuista, que hubiera sido el equivalente a un aderezado franquismo. El intento quedó al final abortado entre otras causas por la fortísima ola huelguística que se desató desde enero de 1976 y que sumó a lo largo de aquel año nada menos que 106 millones de horas de trabajo y más de 40.000 conflictos colectivos. Ni que decir tiene que las principales impulsoras de todo aquello fueron una vez más las comisiones obreras.
Las conmemoraciones suelen a menudo concebirse para reivindicar la historia de quienes las promueven. Son algo así co-mo una afirmación de identidad. Algo de esto ha anima-do a CC OO para dar el mayor relieve posible a este XXV aniversario. Pero puedo asegurar que el motivo principal ha sido contrarrestar la mini-mización del papel de los trabajadores y de la clase obrera organizada en el periodo que comentamos. Porque es necesario corregir el efecto que sobre las nuevas generaciones puede estar teniendo que la historia de nuestro pasado próximo como país se haya venido escribiendo con un sesgo interesado, que con excesiva frecuencia desvía el protagonismo a fuerzas y personalidades que fueron poco operativas en la lucha contra la dictadura e incluso a parte significativa de los que colaboraron con ella.
Es comprensible que en aras a la reconciliación nacional, en el deseo de pasar página a un pasado secular de enfrentamientos y, sobre todo, en el propósito de mirar hacia delante para, entre todos, construir un futuro democrático y de mayor justicia social, se observara desde el inicio de la transición la existencia de un pacto no escrito para que no se pasara factura a los responsables del periodo franquista.
Ha quedado en manos de historiadores, novelistas y unos pocos cineastas referirse a tal periodo, que lo han hecho a veces de forma incluso caricaturesca. El resultado final es que hoy, para muchos españoles, la democracia aparezca como algo que sobrevino por simple agotamiento del viejo régimen dictatorial, y no por los que lucharon contra él. La transición y sus avatares, de los que, por cierto, ha habido abundantes debates y celebraciones, se han relatado de tal forma que más bien parecen fruto de las habilidades de los reformistas del anterior régimen y de las personalidades representativas de las fuerzas políticas democráticas.
Se ha minimizado, hay que repetirlo, el papel fundamental de las luchas de los trabajadores y el movimiento sindical, tanto en la erosión del franquismo como en la transición. ¿Por qué esa minimización?
Cabría atribuirla, entre otras causas, a que, a pesar de las luchas, su entidad no fue la suficiente para provocar la ansiada ruptura demo-crática y se impusiera la que conocemos como reforma pactada.
En otras palabras, la historia la han escrito otros.
Una segunda razón tendría que ver con el rampante anticomunismo que profesaban no sólo los franquistas y posfranquistas.
Aunque CC OO han sido siempre plurales en su composición, es cierto que la represión contribuyó mucho a cribar su militancia, lo que, unido al fuerte apoyo que recibieron del PCE, provocó al final que en su dirección se diera una clara preeminencia del componente comunista. Y era tan lógico como injusto que confluyeran variados intereses, tanto políticos como electorales, para evitar todo lo posible el otorgar a los comunistas la aureola de haber sido los paladines de la lucha por las libertades.
Un tercer factor, de naturaleza ideológica y cultural, tendría que ver con la resistencia mental que tienen muchos a la hora de admitir que la clase obrera organizada fuera capaz de marcar objetivos de gran calado democrático, formular políticas superadoras de la realidad circundante y, además, conseguir con sus aliados que se abrieran camino.
Sea como fuere, el XXV aniversario que acaban de celebrar podría inscribirse en lo que Milan Kundera apuntaba al decir que la lucha de la memoria contra el olvido es una parte importante de la lucha del hombre contra el poder. Porque el poder tiende a dominar, desmemoriando.