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TRIBUNA

<I>Conocimiento y sociedad</I>

Cómo saber que una sociedad se ha hecho acreedora al adjetivo de sociedad del conocimiento? ¿Lo determinará un comité de expertos? ¿Lo será la consecución de una serie de indicadores tecnológicos avanzados? ¿Es lo mismo progreso económico que calidad de vida? ¿Lo será, por el contrario, el grado de consecución de felicidad por sus ciudadanos? Y en este caso, ¿quiénes lo determinarán? ¿Serán los referentes de calidad de vida y felicidad igual para los ciudadanos andaluces que para los madrileños, por ejemplo?

La sociedad de la información está permitiendo una aceleración en la innovación tecnológica que posibilita grandes incrementos en la productividad y un abaratamiento-contención de precios en los productos/servicios que favorecen crecimientos económicos sostenidos. No cabe duda que desde el punto de vista del individuo como consumidor de productos económico-materiales su nivel de vida, su capacidad de acceso al bienestar está resultando mejorado.

Mientras las empresas están acreditando en general la capacidad de ir convirtiendo la información en conocimiento -mediante la satisfacción de los consumidores con sus productos económico-materiales-, la sociedad de la información no se hará acreedora, a nuestro juicio, al título de sociedad del conocimiento hasta que no sepa hacer frente a dos grandes limitaciones de la situación actual:

A la incorporación de los grupos sociales actualmente descolgados del progreso económico de la sociedad.

A la satisfacción de la dimensión sociocultural y de vida de los ciudadanos, a fin de lograr también incrementar su calidad de vida.

El modelo de conocimiento que se ha acreditado eficaz en el abordaje del progreso económico y tecnológico no está resultando válido para avanzar en la consecución de mayores cotas de calidad de vida y de felicidad en nuestra dimensión de individuos, ciudadanos... de una sociedad que, no olvidemos, queremos adjetivar como ¡del conocimiento!

La previsión de que en el plazo de 10 años, la depresión -estrés, inadaptación, soledad- será la segunda causa de mayor necesidad de atención médica en las sociedades occidentales, nos libera de mayores acreditaciones al respecto.

En investigaciones que hemos desarrollado, los ciudadanos manifiestan reiteradamente una serie de expectativas y deseos que no tienen cubiertos y que sólo pueden ser satisfechos por los que hemos denominado productos/servicios socioculturales y de vida, y de cuya satisfacción depende cada vez mayor medida la valoración ciudadana de la gestión pública.

La investigación y conformación de este nuevo tipo de productos/servicios socioculturales y de vida no puede ser abordada desde modelos lineales, analíticos, propios de las ciencias objetivas, dado que el referente de consecución no es propiamente el producto en sí, sino la satisfacción de la dimensión vital del ciudadano, la cual lógicamente, además de plural y cambiante, es compleja y en muchas ocasiones contradictoria.

Su investigación y determinación no es un reto fácil, pero sí factible científicamente en la actualidad. El marco de conocimiento desde el que abordar la determinación de este espacio sociocultural y de vida no puede ser una extrapolación o adaptación de los modelos científicos tradicionales. Requiere de la investigación-conformación, en cada ocasión, del propio marco científico para su abordaje desde la referencia de los propios valores y referentes de verificación de los ciudadanos que sean público objetivo. Sólo desde aquí se puede determinar el escenario -y claves- de máximo valor de intervención (Emvis) para los más altos responsables de gestión pública (ARGP), al disponer de indicadores cuyo logro conllevará simultáneamente su validación ciudadana.

Sucumbir a la tentación de que sean indicadores técnico-objetivos, determinados en clave experta, los que fijen los referentes de consecución (Rts/Cs) de esta nueva sociedad del conocimiento, conllevaría convertir al ciudadano en objeto, en efecto pasivo de las actuaciones desarrolladas "en su nombre" y supondría caer en el umbral de riesgo sistémico consistente en que "a mayor nivel de progreso tecnológico y económico menor nivel de calidad de vida y de felicidad".

Se le presenta a la Administración pública, por tanto, una oportunidad histórica de liderar la investigación de estos referentes de consecución, que los ciudadanos consideran como validadores de su espacio socio-cultural y de vida, como vía para superar la contradicción en que está inmersa nuestra sociedad actual, y así atemperar y completar el progreso tecnológico y económico con el avance en la calidad de vida del ciudadano desde una visión sistémica e integradora de la sociedad.

Sólo en ese momento los responsables de gestión de los intereses generales y los ciudadanos nos sentiremos partícipes de una sociedad que podremos calificar como ¡del conocimiento!

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