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TRIBUNA

<I>Argentina o el fracaso de un tipo de cambio</I>

Argentina está pasando por una mala racha que le dura más de dos años, otra más. El Gobierno y el Parlamento están convencidos de que la raíz del problema es de tipo fiscal y han decidido hacerle caso al ministro de Economía y aplicar soluciones presupuestarias. Parece que el programa de ajuste se divulga bajo un lema que más o menos dice que para cada peso gastado tiene que haber un peso ingresado. Al señor Cavallo le gustan los lemas simples.

Diez años atrás, cuando impuso el sistema de currency board para la divisa argentina, también se decía algo así como: para cada peso en circulación, un dólar de reserva en el banco central.

Estas recetas simples, de una supuesta economía doméstica atemporal, son muy queridas por los políticos y economistas más preocupados por aplicar o recomendar lo que está de moda, o lo que creen que se entiende con facilidad, que por analizar problemas y buscarles soluciones. Desgraciadamente para ellos, las modas no son paradigmas. Y si no, ¿quién se atreve a predicar el modelo japonés hoy en día en una escuela de negocios? o ¿alguien sabe qué ha sido de las 10 empresas mejores del mundo que sirvieron para construir el olvidado libro En busca de la excelencia, tan en boga entre economistas y ejecutivos de medio pelo hace años?

Pero en muchas ocasiones ni los problemas son simples, ni las soluciones son evidentes. En Argentina funciona un régimen de cambios conocido como currency board, o lo que es lo mismo -haciendo abstracción de ciertos tecnicismos-, el tipo de cambio es fijo, equivale a un peso por dólar y cada peso en circulación está respaldado por un dólar en el banco central. Con este sistema se supone que el valor de cambio del peso goza de la credibilidad de los mercados.

Argentina tiene una deuda pública que equivale aproximadamente al 45% de su PIB. Su déficit presupuestario es más o menos el 2% del PIB. Muchos países superan ampliamente estos parámetros, no tienen un currency board y no pagan las primas de riesgo que paga Argentina por su deuda externa. ¿Se puede afirmar sin titubear que el problema y la solución son de naturaleza presupuestaria?

Hay otros datos quizá más relevantes. Desde 1998 la economía argentina esta en recesión y cada año vende menos que el año anterior. La deuda externa privada es importante y está mayoritariamente expresada en dólares.

El tipo de cambio fijo no se puede adaptar a lo que sucede con el sector privado de la economía y actúa como un factor depresivo. Al carecer de política monetaria autónoma, el banco central no puede responder anticíclicamente a la situación económica. Al no poder devaluar el peso, Argentina ha perdido competitividad internacional y exporta menos. En definitiva, hay factores de economía real (recesión, pérdida de competitividad internacional), provocados por una causa monetaria (la existencia de currency board), de suficiente importancia como para no dar por sentado que el problema es presupuestario y que se resuelve rebajando las pensiones.

La postura de los mercados ha sido muy coherente con sus intereses. Animaron a que se adoptara el ajuste presupuestario, en la medida que eso mejora sus posibilidades de cobrar su deuda (siempre que no caiga la recaudación tributaria), pero mantuvieron la misma prima de riesgo sobre la deuda, en la medida que el peligro de devaluación sigue presente si no se corrige la tendencia contractiva de la economía.

De hecho, hay quien sostiene que la única razón por la que Argentina no devalúa -siguiendo el ejemplo exitoso de su vecino Brasil- es la importante deuda exterior privada denominada en dólares. Una devaluación sometería a empresas y entidades financiera a tensiones indeseadas.

Los más maledicientes sostienen, sin embargo, que resultaría imposible que quien ha sido convocado a salvar al país comience su andadura de héroe reconociendo que los males de hoy son producto de su política de antaño.

Por lo que se ha visto hasta ahora, Argentina ha contribuido a poner patas arriba unos cuantas creencias, tales como los que afirman que los currency boards:

No pueden ser objeto de ataques especulativos. Sin embargo, en un régimen de esta naturaleza la devaluación siempre es posible: los mercados detectan su riesgo y atacan. La subida de tipos de interés y las tensiones sobre empresas y entidades financieras que esto significa es lo peor que les puede pasar en un momento de recesión como el que vive Argentina.

Evitan los flujos internacionales de capital desestabilizadores. No obstante, la evidencia empírica es justo la contraria. La entrada de dinero cuando las cosas van bien y la salida cuando van mal, es la regla. Ello expande o contrae la base monetaria de forma brusca con efectos multiplicados sobre la liquidez del sistema amplificando las fases expansivas y contractivas, sin que exista una política monetaria que suavice esos movimientos.

Por otra parte, no hay que olvidar que los dólares de reserva (un peso, un dólar) amparan la base monetaria (los pesos en circulación más los depósitos de las entidades financieras en el banco central), pero no amparan el resto de los activos monetarios. Si las cosas van mal, parte de esos activos monetarios querrán emigrar y presionarán sobre las reservas de dólares. En definitiva, los números no casan de la manera simplista que los presentan los defensores de los currency boards.

Impiden la apreciación de la moneda y la pérdida de competitividad. De hecho, en Argentina los mercados financieros no se cansan de repetir que el peso está sobrevaluado y que existe un riesgo importante de devaluación. Lo dicen todos los días a través de la prima de riesgo y la razón fundamental es la pérdida de competitividad internacional.

Imponen disciplina presupuestaria. El plan de ajuste argentino parece ser la negación de este mito. Los currency board ayudan a la disciplina presupuestaria en la medida que impiden una burda monetización del déficit por el banco central, pero no impiden el endeudamiento del sector público. Los problemas tardarán algo más en aparecer, pero no se escapa de ellos.

Si se quisiera emular la simplicidad de los defensores de los currency boards, se podría decir que la mayor utilidad de estos sistemas es la de actuar como seguro de cambio para los tenedores más avispados de capital financiero, aquellos que están en condiciones de anticiparse a los mercados. La prima de este seguro la terminan pagando -como muestra la experiencia- los que pagan impuestos, los que perciben rentas del sector público (funcionarios y pensionistas) y los que obtienen sus ingresos de la exportación.

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