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Los aceiteros de orujo se adaptan a la normativa con más filtros

El aceite de orujo de oliva está ya en las estanterías de los comercios. La adaptación al límite máximo de benzopireno era tan sencilla como redoblar el proceso de filtrado.

El sector orujero, con su futuro en entredicho por la prohibición del aceite durante más de un mes, sostiene que la rapidez con la que se ha cumplido la nueva normativa de contenido máximo de benzopireno demuestra que la inmovilización fue un "terrible error" por parte del Ministerio de Sanidad. El aceite empezó a llegar a los estantes del comercio el viernes pasado, cuando se levantó la alerta sólo para los aceites de nueva producción. La comercialización quedará plenamente normalizada hoy.

Para que el aceite de orujo de oliva volviera a los comercios sólo ha hecho falta que las ocho refinerías que existen en España ralentizaran su proceso de producción, sometiendo el líquido a varios filtrados con carbón activo hasta dejar el nivel de benzopireno en el máximo permitido e incluso en cero.

Solución simple

"La solución no es lenta, ni costosa, ni tecnológicamente complicada. Esto mismo le estábamos explicando al Gobierno cuando, sorpresivamente, decretó la alerta sanitaria". Así explica el inicio de la crisis Álvaro Espuny, propietario de Coreysa, la segunda refinería española con una cuota de mercado del 8%. Sin que esa negociación se hubiese dado por rota, la alerta dejó sin habla al sector.

En aquel momento discutían el tiempo máximo que emplearían en retirar del mercado todo el orujo y sustituirlo por otro de bajo contenido en benzopireno. La alarma había saltado dentro del sector cuando se empezaron a rechazar partidas de orujo en el exterior.

Sin normas sanitarias de referencia claras, cada refinería vendía su orujo con un nivel distinto de benzopireno según las exigencias de cada cliente. En cualquier caso, como recalca el sector echando mano de la comparativa con otros productos, ningún lote de aceite de los inmovilizados contenía niveles de benzopireno peligrosos para la salud, según ha certificado la Unión Europea.

Coreysa, en concreto, llevaba meses investigando cómo se podía eliminar totalmente el benzopireno del orujo y ya había dado con la clave, someterlo a sucesivos filtrados con carbón activo procedente de cáscara de coco. Esta adaptación tecnológica -los dobles filtros de carbón activo- le ha supuesto a la firma con sede en Osuna (Sevilla) 50 millones de inversión, aunque en otras plantas refinadoras el desembolso puede ser incluso menor o hasta nulo.

La razón es que el agente contaminante y supuestamente cancerígeno se elimina también simplemente volviendo a pasar el orujo por los filtros existentes las veces que sean necesarias, ya que cada aceite crudo posee un nivel distinto de benzopireno.

Por el momento, ésta ha sido la fórmula elegida por el grueso del sector para cumplir con la nueva norma que fija desde finales de julio un tope máximo de benzopireno solamente para el aceite de orujo. La medida no afecta todavía a otros alimentos, hasta 300, con niveles de este contaminante mucho mayores que el orujo.

El sector orujero aspira a que esta normativa se dicte para toda la UE y para todos los productos alimentarios, aunque los extractores y refinadores más posibilistas admiten que haber exigido ahora estas condiciones hubiera supuesto la paralización del sector en España para un mínimo de dos años.

Con sólo un mes de bloqueo, el sector entiende que la recuperación del mercado no tardará menos de cinco años, si es que ésta llega a producirse. Por eso, en las negociaciones que mantienen con el Gobierno están reclamando un plan de viabilidad que abarque este plazo.

El primer objetivo en este diálogo es arrancar la garantía de un precio mínimo de 120 pesetas por kilo de orujo crudo.

El Gobierno trata ante todo de salvar la campaña de este invierno. Para ello, tendrá que convencer a los orujeros de que sigan con su actividad, ya que éstos han amenazado con dejar de operar si los precios caen por debajo del umbral de la rentabilidad. De confirmarse la inviabilidad, se avecina una dura crisis para el vital sector del aceite de oliva -que deberá pagar por eliminar los subproductos que aprovechaban las orujeras- y un problema medioambiental de primer orden.

Además, la puerta de la reclamación de indemnizaciones sigue abierta. Hasta 20 recursos contra la inmovilización decretada el 3 de julio, el paso previo al contencioso y a la petición de reclamaciones, se han presentado ya ante Sanidad.

El sector se encuentra así dividido ante la estrategia a seguir para paliar la crisis, pero es una piña a la hora de valorar que el daño de imagen que supuso la prohibición del orujo, que también afecta al aceite de oliva, es irreparable. El hundimiento de las ventas se da por hecho.

Hasta 30 países, la mayoría árabes, han cerrado sus fronteras al orujo y la devolución de contenedores de orujo y de aceite de oliva ha sido una noticia diaria para la industria. "El cliente no se complica y directamente prefiere comprar aceite italiano", se lamenta un exportador.

 

Los comercios se resisten a readmitir el aceite

Los productores y envasadores de aceite de orujo de oliva temen el rechazo del consumidor, pero de entrada ya se han encontrado con las reticencias de los comerciantes. Fuentes del sector admiten que algunas cadenas se han resistido a volver a vender orujo a pesar del levantamiento de la prohibición.

Para salvar esta imagen de producto peligroso para la salud, el sector reclama campañas públicas y se dispone a redoblar sus propios esfuerzos en marketing. Una de las ideas a explotar en esta fase de crisis es la que promovió hace varios meses la firma sevillana Coreysa, que convenció a Carrefour de que delimitara visualmente un apartado bajo el reclamo de Aceites para freír. En esta sección se concentran los llamados aceites de alto rendimiento, como el orujo de oliva y el aceite de semillas.

La intención es separar estos aceites de los de oliva virgen y refinados, y educar al consumidor respecto a la amplia gama de grasas vegetales que hay en el mercado. Estos espacios específicos existen ya en los centros Carrefour de Andalucía y se negocian ahora con el resto de los centros comerciales.

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