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El G-7 admite sus dudas sobre el inicio de la recuperación

Los ministros de Economía de los siete países más industrializados del mundo tuvieron que reconocer este fin de semana las dudas que persisten sobre la situación económica. Aunque se insiste en que los fundamentos de la economía son buenos y permiten un "moderado optimismo", el G-7 admite que es "difícil definir los plazos de la recuperación".

La ausencia de un comunicado final tras la reunión de los ministros de Economía más importantes del mundo evidencia, por un lado, las dudas sobre el estado de la economía mundial y, por otro, las divergencias que surgieron entre las dos principales potencias económicas: Estados Unidos y Europa.

El portavoz oficial de la reunión, el italiano Giulio Tremontini, apuntó al término de la misma que "la impresión generalizada es de que las economías de los países más industrializados deberían haber ya tocado el punto mínimo de la ralentización económica".

Pero ni Tremontini ni los demás pudieron asegurarlo con certeza y tuvieron que reconocer que "es difícil definir con certeza los plazos de la recuperación".

Para el G-7 existen elementos para ser "moderadamente optimistas"; unos elementos que el secretario del Tesoro estadounidense, Paul O'Neill, definió como "unas perspectivas a largo plazo de prosperidad global, mejores de lo que han sido nunca en la historia".

Pero las voces disonantes en Roma fueron muchas, empezando por el estado actual de la economía mundial. El británico Gordon Brown sostuvo que la desaceleración será peor de lo esperado porque "la ralentización en la economía mundial no ha tocado fondo", según aseguró a la BBC.

Lo cierto es que el nuevo Gobierno japonés se comprometió a poner en marcha una serie de reformas que, de momento, no ha puesto en práctica, mientras su economía está al borde de la recesión técnica (dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo). El ministro de Economía, Masajuro Shiokawa, trató de asegurar que "definitivamente no dejaremos que la economía entre en crecimiento negativo", sin concretar ningún detalle.

En EE UU los mercados reflejaron el pasado viernes las dudas que persisten sobre el alcance de la desaceleración. Después de algunas tímidas señales de reactivación en los indicadores, el aumento del empleo en junio hasta el 4,5% hizo temer un deterioro del consumo privado (que representa dos tercios del PIB) en los próximos meses.

En Europa las rebajas de las previsiones de crecimiento han sido constantes y pueden no haber llegado a su fin. El comisario europeo de Asuntos Económicos, Pedro Solbes, aseguró en Roma que un escenario "peor de lo previsto" significa que Europa "puede ahora crecer por debajo del 2,5%" previsto.

La reunión también puso de manifiesto las divergencias entre estadounidenses y europeos.

O'Neill llegó a Roma precedido por unas declaraciones en las que pedía que Europa y Japón asumieran su responsabilidad en el crecimiento mundial e hicieran su parte, como ya lo estaba haciendo EE UU con los recortes de tipos y la rebaja de impuestos.

La respuesta no se hizo esperar. El ministro francés, Laurent Fabius, culpó a Estados Unidos de la actual desaceleración mundial, así como a los altos precios de la energía. Fabius, además, criticó el alto endeudamiento de las familias estadounidenses y pidió a las autoridades de Washington mayor disciplina para reducir su alto déficit de la balanza de pagos.

El alemán, Hans Eichel, se defendió de las críticas estadounidenses asegurando que "lo que se registra en la zona euro es una ralentización, pero el crecimiento sigue existiendo" y recalcó que la UE ha asumido su responsabilidad, al crecer este año por encima de EE UU.

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