Bélgica asume la presidencia con planes para una Europa federal
Berlín intentará aprovechar este semestre para imprimir su marchamo federal a la construcción europea. El protagonista parece equivocado y el plazo quizá prematuro para una reforma institucional que no se rematará hasta dentro de tres años.
Pero el primer ministro belga, el liberal Guy Verhofstadt, constituye el instrumento idóneo para que Alemania encauce a partir de hoy mismo un debate sobre el futuro político de la Unión que debe concluir, precisamente, bajo presidencia alemana en 2004.
De momento es Bélgica el país que preside desde ayer y durante todo este semestre la Unión Europea, en una etapa crucial según el calendario de reformas que el canciller alemán, Gerhard Schröder, logró imponer en el Consejo Europeo de Niza el pasado mes de diciembre.
Verhofstadt (Gobierno tripartito obliga) se ha despachado oficialmente con una mezcolanza de 15 prioridades para un semestre presidencial de sólo cinco meses hábiles y uno estival.
Pero el objetivo de su mandato se centra en la cumbre final de su presidencia el próximo 15 de diciembre en Laeken. Ese barrio señorial de las afueras de Bruselas dará nombre a la declaración con la que el Consejo Europeo sellará, como exige Niza, el marco de discusión para "un debate amplio y profundo sobre el desarrollo futuro de la Unión".
"Es absolutamente necesario establecer lo que yo llamo, utilizando el término alemán, Kompetenzord-nung", adelantó Verhofstadt la semana pasada. Y traducía su casi coincidencia plena con las intenciones expresadas por el canciller alemán: "Es decir, un nuevo reparto de competencias (...) transfiriendo algunas hacia los Estados miembros y hacia las regiones".
Sin nombrar la política agrícola o de competencia, que los lander alemanes reclaman de vuelta, Bélgica sólo acierta a definir como comunitarias la política exterior y de defensa y las normas comunes sobre asilo e inmigración.
Más poderes a la Comisión
Bélgica ha trenzado sus ideas con las de Holanda y Luxemburgo, a cambio de dejar fuera de su plataforma común el controvertido "impuesto europeo" que defiende el ministro belga de Finanzas, Didier Reynders.
Como Berlín, el Benelux es partidario de una poderosa Comisión Europea y un Parlamento Europeo reforzado. Pero también de convertir el foro intergubernamental (el Consejo de Ministros) en una segunda Cámara donde resida la verdadera capacidad de decisión.
Los tres países, parte del núcleo fundador de la Unión en 1957, proponen también una Constitución europea. "El primer paso hacia una Federación". ¿Verhofstadt? No, Joschka Fischer, ministro alemán de Exteriores.
España corre el riesgo de perder el ritmo de la Unión
El impulso que Bélgica se propone dar al debate sobre el futuro político de la Unión ha sorprendido al Gobierno de José María Aznar sin una definición clara, al menos conocida, sobre la orientación institucional que desea tras la ampliación.
Los países fundadores (Francia, Alemania, Italia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo) no ocultan ya que se disponen a utilizar sin recato el mecanismo de integración selectiva que les proporcionará el Tratado de Niza cuando entre en vigor. Grupo de avanzadilla o Europa a la carta, lo cierto es que los seis han expresado su voluntad de avanzar en solitario en cuanto algún Estado miembro comience a titubear.
Bélgica ya ha mencionado como ejemplo la armonización fiscal de la energía que Madrid bloquea a despecho de la falta de liberalización del sector. ¿Primer tropiezo español?