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INTERNACIONAL

Bush afronta la crisis energética con mayor producción nacional

Durante la crisis petrolera de los años setenta, el demócrata Jimmy Carter dio un solemne discurso televisivo en el que pidió a los estadounidenses que redujeran al máximo el consumo de energía y les acusó de ser demasiado "consumistas y autoindulgentes". Carter perdió la ree-lección un año más tarde, y muchos analistas políticos creen que aquel discurso fue el que sentenció su derrota.

Treinta años más tarde, EE UU vuelve a tener problemas de suministro de energía, en un momento en el que la economía sufre una fuerte desaceleración. Y al frente del poder ejecutivo está George Bush, un republicano que hace años trabajó como empresario petrolero en Tejas y que no cree que las políticas de ahorro energético sean una solución a medio y largo plazo.

Políticos petroleros

Bush reconoce que Estados Unidos "puede hacer un mejor trabajo en conservación de recursos", pero está convencido de que lo que el país necesita es aumentar el suministro nacional.

Y ha encargado un ambicioso plan de reforma energética al vicepresidente, Dick Cheney. Un hombre que antes de llegar al Ejecutivo presidía la petrolera Haliburton y que dice que "ahorrar (energía) puede ser un signo de virtud personal, pero no una base sólida para la política energética" del país.

El plan, que será presentado la semana próxima, intenta impulsar la generación nacional de petróleo y gas para reducir la dependencia de las importaciones y aumentar la capacidad de refino. Al menos hasta ahora, el equipo republicano insiste en que es necesario explotar los recursos disponibles en zonas protegidas, como la Reserva de Vida Salvaje de Alaska.

Cheney propone, además, incentivos para acelerar la construcción de plantas de generación eléctrica. El vicepresidente calcula que Estados Unidos necesitará construir unas 1.300 plantas en las próximas dos décadas (una nueva por semana), y cree que algunas de ellas deben ser nucleares "para limitar las emisiones contaminantes".

El Gobierno de Bush pondría fin con ello a la moratoria nuclear implantada oficiosamente en el país hace más de 20 años, después de que el reactor de la Isla de las Tres Millas (en Pensilvania) sufriera el mayor accidente nuclear de la historia de este país.

Plantas nucleares

La mayoría de las nuevas plantas de generación eléctrica seguirán utilizando, sin embargo, combustibles fósiles. Y Bush ha dejado meridianamente claro que las emisiones contaminantes de este tipo de plantas son un problema menor comparado con la desaceleración económica. Según el Departamento de Energía, el repunte de los precios de la energía recortó un 0,7% el ritmo de crecimiento económico entre el primer trimestre de 1999 y el primero de 2000.

Los grupos ecologistas y antinucleares ya están preparándose para orquestar protestas contra el proyecto. Pero los últimos sondeos de opinión pública indican que más de la mitad de los ciudadanos están más preocupados por la posibilidad de una recesión económica que por la construcción de plantas nucleares.

Además, el plan seguramente incluirá medidas para promover el uso más eficiente de la energía, aunque sólo sea para acallar las críticas de los ecologistas.

Bush ya se anotó un importante tanto en el terreno de las relaciones públicas la semana pasada, cuando ordenó a las agencias federales que "tomen los pasos necesarios para ahorrar energía en sus instalaciones lo máximo posible".

El presidente dijo entonces que el Gobierno federal intenta así "contribuir a solucionar" la crisis de California.

Sin embargo, sigue negándose a apoyar la implantación de límites en los precios mayoristas de la electricidad, reclamada insistentemente por muchos congresistas californianos. Y tampoco parece demasiado interesado en investigar las acusaciones de manipulación artificial de precios hechas por los grupos de consumidores.

Según Cheney, la crisis de California se debe, precisamente, a que "no han construido una nueva planta de generación eléctrica en los últimos 10 años" y ahora tienen que afrontar "precios al alza y una larga lista de problemas causadas por centrarse en la conservación (de energía) y no hacer nada en la parte de la ecuación que tiene que ver con la oferta".

Muchos analistas de Wall Street le dan la razón en este punto. Pero la comunidad científica sí cree que pueden conseguirse importantes ahorros energéticos con la implantación de sistemas más eficientes.

Según informó hace unos días The New York Times, los estudios de varios laboratorios nacionales recién publicados indican que "si el Gobierno da pasos agresivos para promover el ahorro de energía", Estados Unidos puede reducir su demanda energética entre un 20% y un 47%. Es decir, el equivalente a la energía producida por entre 265 y 610 plantas con capacidad para generar 300 megavatios.

El portavoz del Departamento de Energía respondió a esta noticia diciendo que "lo que necesitamos son soluciones prácticas". Con lo cual quedó claro que éste no será el eje del plan que presente Cheney.

 

Sin solución clara para California y las gasolinas

El plan de reforma energética que prepara el Gobierno de Bush transformará la industria a largo plazo. Sin embargo no está claro cómo afrontará los dos problemas energéticos más acuciantes que afronta el país: la escasez de suministro de California (que amenaza con extenderse a otros Estados este verano) y el fuerte aumento de los precios de la gasolina.

El desastre californiano, originado por una liberalización mal diseñada, está provocando pérdidas billonarias tanto a la industria privada como al Gobierno estatal.

La Corporación de Desarrollo Económico de Los Ángeles calculó que los cortes de suministro sufridos por la zona norte de California los días 18 y 19 de enero provocaron pérdidas por valor de 2.300 millones de dólares (430.000 millones de pesetas). Y las autoridades del Estado están gastando unos 90 millones de dólares por día en garantizar el suministro eléctrico.

El gobernador Gray Davis calcula que la factura eléctrica del Estado alcanzará los 18.000 millones de dólares en los próximos 12 meses. Y sus asesores acaban de confirmar a los congresistas estatales que estos pagos han drenado ya 6.200 de los 6.600 millones de dólares de superávit fiscal previsto para este año.

En cuanto a los precios de la gasolina, la semana pasada alcanzaron otro máximo de 1,76 dólares (330 pesetas) por galón (4,5 litros). Además, el precio ha subido ya por encima de los dos dólares en California y Chicago, y los expertos creen que podría alcanzar los tres dólares este verano.

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