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CRâNICA DE MANHATTAN

<I> Desmantelar un Estado</I>

George Bush y la mayoría republicana del Congreso de Estados Unidos están dando una lección magistral sobre cómo desmantelar un Estado por la vía rápida. En apenas tres meses, ambos han adoptado una batería de decisiones que reducirán drásticamente la intervención del Gobierno federal en asuntos claves como la sanidad, el medio ambiente y los derechos laborales. Una política que se ajusta a la promesa de "reducir la intervención del Gobierno" en el mayor número de actividades posible. De paso, recortará el gasto público en miles de millones de dólares, ayudando a cumplir los objetivos de superávit incluso si la economía sigue renqueante durante unos meses y el Congreso aprueba, como está previsto, una billonaria bajada de impuestos.

Las decisiones que han tenido más eco fuera de las fronteras de EE UU son la de no regular las emisiones de dióxido de carbono de las fábricas como gases contaminantes y dar por "muerto" el Tratado de Kioto para frenar el recalentamiento de la Tierra. Además, Bush ha suspendido la implantación de límites al nivel de arsénico en el agua potable (hasta que haya "evidencias científicas" sobre el nivel adecuado) y la norma que obligaba a las explotaciones mineras a limpiar los vertidos contaminantes que generan. Para redondear la faena, pretende congelar el presupuesto de la Oficina de Medio Ambiente, departamento que, a todas luces, tendrá muchas menos funciones durante la era Bush.

En el terreno laboral, lo primero que hizo el nuevo presidente fue revocar la Ley de Normas Ergonómicas para prevenir accidentes laborales que había sido firmada por Bill Clinton y la que obligaba al Gobierno federal a contratar preferentemente a empresas de obras públicas con personal afiliado a sindicatos (la presión de las centrales le ha obligado, sin embargo, a mantener esta norma en proyectos que ya están en marcha). Además ha cerrado la Oficina de la Casa Blanca de Iniciativas para la Mujer y ha cancelado las asignaciones de dinero federal a organizaciones internacionales que "promuevan el aborto" (una etiqueta que, llevada al extremo, puede incluir a cualquier ONG que ofrezca servicios de planificación familiar en países en desarrollo).

El Proyecto de Presupuesto incluye también importantes recortes en programas para dar cobertura médica a ciudadanos que no tienen seguro y prevenir el abuso contra niños, y congela la partida de asistencia médica para afectados de Sida. Bush está resultando, pues, bastante más conservador que compasivo. Y algunas de sus decisiones han provocado tal nivel de protestas que ha tenido que cancelarlas de inmediato. Entre ellas, la de no revisar la carne de vacuno distribuida en los comedores escolares para ver si están contaminadas de salmonela o E. coli, porque los procesadores de carne se quejaban de que el proceso resultaba "demasiado caro". Terry McAuliffe, el amigo de Clinton que ahora preside el Comité Democrático Nacional, describe la política del nuevo equipo de gobierno diciendo que "está actuando como Robin Hood, pero al revés: quitando el dinero a los pobres para dárselo a los ricos". Y los republicanos replican, no sin razón, que sólo están aplicando su promesa electoral de "generar un entorno más favorable a la iniciativa empresarial".

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