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Sin pensamiento crítico nadie podrá supervisar la IA

Las universidades se reinventan para intentar enseñar más allá de las máquinas

Usar la inteligencia artificial (IA) como canal principal de información o aprendizaje es como jugar al frontón. La máquina contestará de forma complaciente a todo lo que se le pregunte, hasta el punto de hacerle la pelota al usuario. Por lo general, no tiene sentido crítico y responde en base al conocimiento que su creador haya acumulado en el sistema. En cambio, si aprendes a usarla con un fin decidido previamente y con un objetivo concreto, entonces se puede obtener un resultado algo más fiable. En lugar de jugar al frontón, hay que jugar al tenis, un deporte que implica –siguiendo la metáfora- contrastar con información producida por nuestros pares, los humanos.

Esta idea tan ilustrativa sintetiza el valor que quieren aportar a sus alumnos las universidades y escuelas de negocios. Los desafíos del futuro están plagados de una incertidumbre provocada por los cambios tecnológicos y la inestabilidad global. Esto ha provocado también profundos cambios en la educación superior, que ahora se ve obligada a una revisión constante de los contenidos que imparte a sus alumnos y de sus métodos pedagógicos.

Ante la pregunta que tanta gente se hace sobre si es útil y está o no actualizada la oferta de la formación superior ante el fantasma del desempleo, los máximos responsables de estas instituciones defienden que su papel es clave, ahora más que nunca. “Las universidades españolas constituyen un elemento esencial de estabilidad y de progreso en este contexto internacional caracterizado por la incertidumbre”, afirma Eva Alcón, presidenta de la Conferencia de Rectores y Rectoras de las Universidades Españolas (CRUE) y rectora de la Universidad Jaime I. La CRUE integra a 77 universidades, de las cuales 50 son públicas y 27 privadas.

“La formación que impartimos contribuye decisivamente al desarrollo económico y social a través de la preparación de profesionales capacitados, dotados de visión crítica y compromiso ético, lo que les hace capaces de afrontar escenarios complejos y cambiantes”, explica Alcón. ¿Cómo se materializa esto en los planes de estudio? “Con una formación transversal que incluya competencias como la creatividad, el emprendimiento y el trabajo en equipo. Estamos en constante adaptación de nuestros planes de estudio para adecuarnos a las necesidades reales de las empresas”.

De hecho, la CRUE ha creado la iniciativa Transferencia e Impacto Social, con la idea de acercar más las universidades al tejido productivo, de la que han surgido ya 174 proyectos, el 45% de los cuales se trata de “investigaciones protegidas”, resalta Alcón. Eso significa que su conocimiento está protegido y que aseguran que haya una transferencia responsable de los mismos.

Para esa actualización constante de los planes de estudios son cruciales dos factores: “El refuerzo de su colaboración con las empresas y otros agentes sociales, así como la entrada de profesionales a las aulas que expliquen a los alumnos los conocimientos que necesita el mercado en cada momento”, resalta la presidenta de los rectores. Para ello, es imprescindible que las universidades “cuenten, además, con una financiación suficiente, estable y predecible que permita modernizar infraestructuras, consolidar plantilla y fortalecer la capacidad docente e investigadora”, resalta.

“La experiencia que se vive en una universidad no la puede sustituir la tecnología. Su objetivo fundamental es formarte como ciudadano global, no enseñarte un oficio, que luego puede desaparecer o cambiar. Ayuda a los estudiantes a desarrollar unas habilidades, unas virtudes, que no se aprenden ni de la IA ni de un manual. Como aprender a socializar, a crear una red de contactos, a tener una mirada intercultural, a aprender a razonar, a tener espíritu crítico…”, explica el presidente de IE University, Santiago Íñiguez de Onzoño.

“Aparte de la experiencia con el resto de tus pares, cada vez más en boga, la clave va a estar en seleccionar una universidad en función de la pedagogía. Ya no tiene sentido una clase magistral, el reto es desarrollar pedagogías que permitan desarrollar habilidades interpersonales, como la empatía, la sociabilidad, el trabajo en equipo…, así como intrapersonales; qué pensar antes de hacer una pregunta a ChatGPT, saber estructurar y plantear una pregunta o las formas de ver un problema”, añade Íñiguez

Al final, añade, “estamos fortaleciendo el aprendizaje de las humanidades para complementar a la tecnología”. “Porque todavía hay muchas tareas en las que la actividad humana, integradora, es lo que aporta valor”, resume. “Cualidades del ser humano como la disciplina, la constancia, la resiliencia, la diligencia o el sentido ético y de fomento de la equidad son exclusivas del ser humano”, recuerda Íñiguez.

Llegados a este punto, la cuestión sería: ¿cómo se forma, hoy por hoy, a quien dirigirá a esos profesionales en un mundo tan cambiante? “Nuestra labor consiste en formar líderes humanistas capaces de tomar decisiones que contemplen eficiencia económica, sostenibilidad e impacto social”, responde Joan Rodón, director general adjunto de la escuela de negocios Esade, una de las cinco mejores instituciones del mundo –según Financial Times– en aprendizaje flexible y adaptado a la formación continua.

Rodón resalta además la apuesta que su universidad hace por la investigación, así como la relevancia del apoyo al talento a través de los programas de becas, a las que ellos dedican cinco millones de euros al año. Y añade: “El reto es formar líderes capaces de comprender sus implicaciones estratégicas, éticas y sociales”. Para ello, este centro integra la IA de forma transversal, pero también la utilizan “como herramienta de aprendizaje mediante metodologías y foros como IA for Teaching, que fomenta el intercambio de buenas prácticas”. En conclusión, “el liderazgo humanista será un activo estratégico en un mundo en el que la rentabilidad debe convivir con la responsabilidad”, concluye.

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