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Dar alas a la ectrificación favorece el desarrollo del país

Bruselas incentiva las renovables y apuesta por la inversión en redes

El año 2025 nos deja abiertas grandes crisis, especialmente en lo geopolítico, pero no podemos negar ciertos avances hacia su resolución. Además, la escalada arancelaria parece comenzar a moderarse y la paulatina contención de la inflación es una señal para la esperanza. Ante estos signos tempranos de estabilización, el foco de los actores públicos y privados debe ser generar nuevas palancas de crecimiento y prosperidad para el conjunto de la población.

El mejor camino es la inversión en sectores que mejoren nuestra competitividad y dinamicen la economía y el empleo. El eléctrico es, sin duda, uno de ellos: la demanda de electricidad, clave para las industrias con mayor potencial de desarrollo, muestra por primera vez en décadas una tendencia ascendente en todas las regiones del mundo, desde las emergentes a las más desarrolladas.

Y los factores se repiten en todas ellas: el uso creciente de la electricidad en los hogares, especialmente para calefacción y refrigeración; la expansión constante de la movilidad eléctrica, acrecentada en los últimos tiempos por la irrupción de nuevos fabricantes; la electrificación de procesos industriales, y por último, la digitalización y la adopción masiva de soluciones de inteligencia artificial.

Sumados todos ellos han dado lugar al inicio de lo que la Agencia Internacional de la Energía ha bautizado como la “era de la electricidad”.

Está ya en marcha una carrera global por las infraestructuras necesarias para dar respuesta a esta nueva realidad. En el caso de Europa, este escenario constituye una oportunidad única para acelerar su productividad: frente a la dependencia energética a la que se vería abocada de perpetuarse el dominio de los combustibles fósiles, nuestro continente dispone de recursos renovables propios, complementados por un parque nuclear seguro y eficiente e infraestructuras de redes y almacenamiento, así como empresas punteras en toda la cadena de valor eléctrica.

El reto de los países europeos es crear marcos para satisfacer consumos y nueva demanda

Sabedora de ello, la Comisión Europea lleva años diseñando una política energética incentivadora del uso de la electricidad. Primero a través del fomento de las renovables, ya plenamente competitivas, y después apostando por un incremento masivo en las inversiones en redes eléctricas, como hará con toda probabilidad el llamado “Paquete de Redes”.

Mientras algunos dudan del potencial de estas políticas, China se ha situado ya a la cabeza de la electrificación después de tres décadas de crecimiento exponencial.

En este contexto, el reto de España –como del resto de los países europeos– será el de crear marcos que incentiven la inversión, especialmente en redes eléctricas. Por supuesto, para seguir mejorando nuestra capacidad para responder a eventos extremos o inesperados, pero sobre todo para hacer realidad los nuevos consumos y satisfacer la demanda latente de cientos de industrias que están hoy a la espera de ser conectadas a la red.

Hace apenas unos días tuve el placer de visitar la ampliación de una fábrica de Faramax, una empresa nacida de la colaboración público-privada que apostó por la electrificación y está suministrando por todo el mundo transformadores –esenciales para el despliegue de las redes eléctricas– fabricados en Malpartida de Plasencia (Cáceres). Iberdrola estuvo involucrada en su génesis y es, desde el principio, su principal cliente. Demos pues alas a todo el potencial de la electrificación para hacer florecer nuevos ejemplos de desarrollo económico y social en nuestro país.

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