El mercado de divisas no apunta a un 2026 aburrido
Sería sorprendente que las relaciones entre las monedas no formaran parte del nuevo juego geopolítico


El segundo mandato de Donald Trump no tiene mucho que ver con el primero en muchos aspectos. Pero la evolución del dólar frente al euro se ajusta casi a la perfección. Un 14,1% bajó la divisa americana hace ocho años; un 13,8% este 2025. En ambos casos, con un arreón inicial seguido de una caída que alcanzó su punto álgido en septiembre. Si se sigue el patrón, el euro seguiría al alza contra el dólar en el primer trimestre. Y es precisamente este escenario el que contemplan los expertos. Las diferentes perspectivas de los tipos de interés en los dos lados del océano Atlántico explican la tendencia, anclada también en unas perspectivas económicas algo más benignas para el Viejo Continente. Los planes de expansión fiscal europeos (en particular de Alemania) y las dudas sobre la capacidad estadounidense de mantener la pujanza explican la discrepancia. Aunque es más demérito del dólar: la divisa americana se deja un 10% contra la principal cesta de divisas mundiales, algo menos que contra la europea.
Por más que el escenario sea mejor para Europa del esperado, todo tiene sus contrapartidas. Y la fortaleza del euro es un obstáculo más para la economía continental. Los productos europeos son un 14% más caros si el comprador usa dólares. Y, si además están sujetos a aranceles, todavía más: el contexto dibujado desde la Casa Blanca es complejo para una economía exportadora. En el lado positivo, eso sí, el euro fuerte exporta inflación, lo que puede dar más margen al BCE para bajar tipos. Y alivia la factura energética. Otra derivada afecta de lleno al inversor; los ahorradores españoles que apostaron por la Bolsa americana no solamente se han perdido un año histórico para el Ibex y bastante bueno para la Bolsa europea; también la subida del S&P 500 ha quedado anulada prácticamente por el impacto de la divisa.
Con todo, esto es solo una parte del escenario. Trump 2.0 ha cambiado los parámetros de las relaciones internacionales. En el año que arranca pasado mañana, las divisas seguirán siendo, como siempre, una variable clave dentro de la compleja ecuación económico-financiera global. Ahora que Estados Unidos aborda las relaciones con sus vecinos con dosis altas de competencia y bajas de compromiso, y aplica un mercantilismo agresivo (en particular en lo relativo al sector tecnológico), sería sorprendente que las relaciones entre las divisas no formaran parte del nuevo juego geopolítico. De momento, el gurú de Trump Stephen Miran, que ha propuesto una suerte de reestructuración de la deuda de EE UU, está en el consejo de la Fed.

