Los peces gordos saldrán ganando del giro militar hacia los drones
Las ‘start-ups’ de tecnología de defensa más aptas pueden verse superadas por el peso bruto de las empresas grandes

El sector de la tecnología de defensa está a punto de sufrir su Waterloo. Desde la invasión de Ucrania en 2022, han surgido más de 200 nuevas empresas tecnológicas centradas en el ámbito militar, animadas por las promesas de los Gobiernos europeos de destinar anualmente el 3,5% del PIB a sus ejércitos. En 2026, muchas de ellas podrían verse obligadas a recaudar nuevos fondos con valoraciones mucho más bajas, o ser adquiridas por rivales con mayor poderío financiero, como Anduril, valorada en 31.000 millones de dólares (26.000 millones de euros), y Helsing, valorada en 14.000 millones (12.000 millones).
La confianza en que los Estados aumentarán el gasto en defensa ha provocado un aumento del interés de los inversores. Antes de 2021, la inversión anual de capital riesgo en los sectores de tecnología de defensa de los 32 países de la OTAN apenas alcanzaba los 2.000 millones de dólares, según datos de la firma de análisis Dealroom, con solo un décimo de ese nivel en Europa. En 2025, se prevé que alcance los 13.700 millones y los 2.300 millones, respectivamente, lo que supone más del doble de la cantidad registrada en 2024.
Esto ha encarecido algunos actores emergentes. Las rondas de financiación de este año de Anduril y Helsing les permitieron duplicar con creces su valoración con respecto al año anterior. La mediana de las firmas emergentes de tecnología de defensa tiene un valor de 146 millones, según PitchBook, muy por encima de la media de 43 millones en 2024. Además de Helsing, Quantum Systems, con 3.500 millones, y Tekever, de Portugal, con 1.000 millones de dólares, han alcanzado el estatus de unicornio en Europa. Cambridge Aerospace, Stark y Auterion han sido valoradas recientemente en alrededor de 400 millones, 500 millones y más de 600 millones, respectivamente.
En cierto sentido, este entusiasmo es comprensible. No solo las valoraciones de la tecnología de defensa están avanzando a toda velocidad: el veterano gigante alemán Rheinmetall vio cómo su valoración se triplicaba con creces en los primeros nueve meses del año hasta alcanzar los 90.000 millones de euros, en medio de una avalancha de pedidos de Gobiernos europeos. Pero la aparición de drones, sistemas no tripulados y guerra electrónica significa que algunos de los nuevos unicornios y sunicornios (soounicorns, que lo serán pronto) podrían convertirse en los principales actores de un nuevo orden militar-comercial.
Sin embargo, los inversores de capital riesgo que intentan elegir a los ganadores tienen los mismos problemas con la defensa que con cualquier otro sector tecnológico. Corren el riesgo de respaldar una tecnología que no funciona cuando se usa en ejercicios reales o de entrenamiento. Los drones de Stark, por ejemplo, obtuvieron hace poco malos resultados en las pruebas realizadas por las fuerzas armadas alemanas y británicas. Pese a su privilegiado estatus y el respaldo inversor de grandes nombres como el fundador de Spotify, Daniel Ek, el hardware de Helsing no siempre fue tan eficaz como se deseaba cuando se desplegó en Ucrania, informó Bloomberg en abril.
Dado que la prueba y error es la base de toda innovación tecnológica, ninguno de estos problemas es necesariamente a largo plazo. Pero hay dos factores que hacen que la típica apuesta de capital riesgo –en la que solo una de cada diez start-ups tiene éxito para compensar las pérdidas del resto– sea aún más complicada en el ámbito de la defensa. Uno de ellos es que el grupo de compradores potenciales es, en gran medida, un pequeño grupo de departamentos gubernamentales. Ante la urgencia del rearme de Rusia, los responsables de compras de los ministerios de defensa tienden a querer tratar solo con un pequeño número de grandes empresas estables, y no con un gran número de start-ups que podrían quebrar. También es probable que favorezcan a los actores nacionales: Alemania recientemente dividió, un contrato de drones por valor de 1.000 millones de dólares entre Helsing, Stark y Rheinmetall, pese a que esta última es más conocida por su armamento tradicional, como los tanques.
La segunda cuestión clave es que la mayor parte de la financiación de la tecnología de defensa, y la mayoría de las nuevas empresas de este ámbito más importantes, se concentran en un sector: los drones. Aunque los políticos europeos han hablado recientemente en términos grandilocuentes de erigir un “muro de drones” a lo largo del flanco oriental de Polonia, es poco probable que los contratos para suministrar el hardware se repartan de manera uniforme entre los numerosos nuevos actores del sector. Y aunque firmas como Anduril, Helsing, Auterion y Quantum ofrecen sistemas de software con capacidad para coordinar las actividades de los drones, es posible que los ministerios de defensa prefieran comprar esas capacidades a una o dos de ellas en vez de a todas.
Esto prepara el escenario en 2026 para que incluso las empresas más valoradas estén atrapadas en el valle de la muerte, que se encuentra entre el capital inicial respaldado por el Estado o por capital riesgo y los negocios repetidos a largo plazo. En casos extremos, esto puede provocar insolvencias. Alternativamente, las empresas pueden encontrarse ante la temida ronda bajista, cuando una empresa recauda capital a una valoración inferior a la anterior.
Pero la dinámica más visible a corto y medio plazo podría ser que los ganadores de la tecnología de defensa comenzaran a absorber a los pequeños actores del sector de los drones que están en dificultades. El tamaño de Anduril y su enfoque en el mercado estadounidense –donde Washington gasta ahora un billón al año en su ejército– deberían colocarla como adquirente. Probablemente pase lo mismo con Helsing, que tiene relativamente mucho dinero y puede ser considerada por Berlín como un paladín nacional. Y firmas como Quantum y Tekever, que se centran en la vigilancia en vez de en los drones de ataque, y donde la competencia podría ser menos intensa, también pueden convertirse en cazadoras.
Eso deja una larga cola de grupos en el escalón justo por debajo del estatus de unicornio. Algunos pueden tener dificultades para obtener financiación si su propiedad intelectual no les diferencia suficientemente de la competencia. El co-CEO de Helsing Torsten Reil opinó hace poco que en torno al 80% de las actuales firmas emergentes de drones desaparecerán cuando los grandes Gobiernos tengan que elegir entre una serie de empresas de gran valor que, en gran medida, hacen lo mismo. En la adquisición de material de defensa, la supervivencia del más apto, al estilo darwinista, suele verse superada por el peso bruto de los más grandes.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

