Scott Bessent será el verdadero presidente de la Reserva Federal
El férreo control de secretario del Tesoro sobre el proceso de selección anticipa una nueva era en el banco central

La independencia del banco central, al igual que todas las demás formas de integridad institucional, no se estila en Washington. Sus principales defensores y promotores están abandonando la escena, sustituidos por partisanos comprometidos y heterodoxos monetarios. La próxima jubilación del presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, brinda al presidente Donald Trump la oportunidad de cambiar el rumbo de su muy lamentada decisión de 2018 de nombrar al banquero central. El férreo control de Scott Bessent sobre el proceso de selección significa que, independientemente de quién obtenga el puesto, el secretario del Tesoro de los Estados Unidos será quien efectivamente ocupe la presidencia.
Trump ha criticado repetida y abiertamente a Powell, a quien culpa de no bajar los tipos de interés con la suficiente rapidez, llamándole “imbécil” y Don Demasiado Tarde, y ha encargado a Bessent la responsabilidad de revisar a los candidatos. Cuando Breakingviews Predictions se envió a imprenta, el presidente dijo que había reducido la lista a un solo nombre, y no negó a los periodistas que el candidato preferido fuera el director del Consejo Económico Nacional, Kevin Hassett.
Bessent ha aprovechado la oportunidad para desarrollar su crítica institucional de la Reserva Federal en ensayos y comentarios públicos, creando esencialmente un marco político para respaldar las quejas de Trump sobre los tipos de interés. Sigue defendiendo de boquilla la importancia de la independencia de la Reserva Federal, pero luego deja claro que su definición no coincide con la popular. En un ensayo reciente, en una revista académica, Bessent argumentó que el banco central se ha desviado de su función anterior. En la crisis financiera de 2007-2009 y después durante la pandemia de 2020, la Fed inventó herramientas que han ampliado enormemente su papel en la economía, con poca legitimidad democrática o supervisión.
Y no hay lugar donde se evidencie más, según Bessent, que en el balance de la Fed, que a principios de noviembre ascendía a 6,6 billones de dólares. La institución ha reconvertido los programas de compra de activos para situaciones de crisis en una herramienta más de política estimulante que privilegia a los titulares de activos, como los propietarios de viviendas y los accionistas. Como parte de esta crítica, Bessent escribe que la Fed ha sobreestimado sistemáticamente los efectos del estímulo fiscal y ha subestimado los efectos del crecimiento de los recortes fiscales y la desregulación. Según él, la desviación de la misión de la Fed se extendió aún más a la regulación financiera tras la crisis y la Ley Dodd-Frank de 2010, así como a cuestiones como la igualdad de género y el clima.
Aunque Bessent no llega a defender una solución estructural específica, otros críticos abogan por revisar el acuerdo entre la Reserva Federal y el Tesoro de 1951. Ese pacto verbal permitió a la Reserva Federal controlar su propio balance, poniendo fin a los acuerdos de guerra que otorgaban el control al Tesoro. Fue el paso más importante hacia un banco central independiente desde que el secretario del Tesoro Andrew Mellon dimitiese de la Junta de Gobernadores de la Fed en 1932, el último titular de ese cargo que ocupó simultáneamente ambos puestos.
Trump está desafiando esa relación de independencia. El presidente del Consejo de Asesores Económicos, Stephen Miran, se ha tomado una excedencia de la Casa Blanca para ocupar un puesto vacante en la junta de la Fed. Y mientras el Tribunal Supremo emitirá un veredicto sobre el intento del presidente de despedir a Lisa Cook, una gobernadora nombrada por el expresidente Joe Biden, el objetivo declarado de la administración es instalar una mayoría de personas nombradas por Trump en la junta. Los criterios de selección de Bessent para sustituir a Powell han mostrado una claridad de propósito, según las declaraciones de la administración: cualquier agenda regulatoria debe estar alineada con la Casa Blanca, los tipos de interés deben ser mucho más bajos porque los temores a la inflación inducida por los aranceles son exagerados, y la emisión y gestión de la deuda pública debe corresponder al Departamento del Tesoro, no a la Fed.
De manera modesta, la Reserva Federal ya ha avanzado hacia el equilibrio preferido por Bessent. Michelle Bowman, recientemente nombrada por Trump como vicepresidenta de supervisión, ha tomado medidas para reducir el personal de supervisión bancaria en un 30 %. La Fed abandonó un consorcio mundial de bancos centrales sobre riesgos climáticos días antes de que Trump asumiera el cargo en enero de 2025, alegando que su alcance iba más allá del mandato del banco central.
Incluso los defensores del banco central, entre ellos Daniel Tarullo, su antiguo zar regulador, reconocen algunos excesos en los últimos años. En una reciente conferencia sobre la independencia de la banca central organizada por el Instituto Peterson en Washington, él y otros antiguos pesos pesados de la institución se enfrentaron a esas decisiones y a las circunstancias de crisis que las provocaron. El listón debe ser alto para que la Fed asuma nuevas funciones, afirmó Tarullo, citando un momento en el que se opuso a la inclusión de nuevas competencias en materia de protección del consumidor en la legislación posterior a la crisis.
Pero para mantener la estabilidad financiera y conservar su papel de prestamista de última instancia, la Fed debe supervisar, controlar y gestionar los riesgos financieros y macroeconómicos con herramientas eficaces. Trump ha socavado la institución en repetidas ocasiones al exigir tipos más bajos y pedir la dimisión de Powell. Los elementos principales de su política comercial cambian a diario según su capricho, despidió al principal estadístico del Gobierno por publicar cifras de empleo que no le gustaban y ha provocado un frenesí especulativo en torno a los activos de criptomonedas, poco regulados, en los que su familia tiene en juego cientos de millones de dólares.
Estados Unidos se enfrentará inevitablemente a otra crisis económica o financiera en algún momento. Una Reserva Federal comprometida significará que, cuando llegue, el Gobierno tendrá aún más poder. Un banco central necesita la confianza y la credibilidad del público para mantener la inflación bajo control y la solidez de los préstamos. Eso es algo que el secretario del Tesoro de Trump no puede ofrecer.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Pierre Lomba Leblanc, es responsabilidad de CincoDías.

